PAMPLONa - Un joven de 25 años y de origen venezolano, C.M.A.J., se enfrenta desde ayer a una pena de entre 8,5 y 12 años de cárcel, peticiones de la Fiscalía y de la acusación particular, respectivamente, en un juicio por abuso sexual continuado que se inició ayer en la Sección 2ª de la Audiencia navarra. El acusado, que declara hoy, negó todos los hechos. Sin embargo, la víctima -una amiga con la que había tenido una breve relación en 2012- ratificó la denuncia por abusos que formuló después de que hubieran dormido juntos en la Nochevieja de 2016. Su testimonio resulta altamente creíble para la psicóloga, quien junto a las médicas forenses confirmó que la chica sufre un trastorno de estrés postraumático y que su estado cumple con los parámetros de sentimientos de culpa y vergüenza de las víctimas de agresiones sexuales.

La víctima, muy afectada al declarar, manifestó que aquella Nochevieja salió disfrazada hacia la 1.00 de la madrugada por Pamplona. Lo hizo con dos amigas y se encontraron con el procesado y otros amigos en la plaza del Castillo. Tras acudir a un bar, el acusado, la víctima y otra amiga decidieron ir en taxi a una discoteca. Sin embargo, en pleno trayecto, la joven manifestó que se encontraba mal por haber bebido y estar cansada. Fue entonces cuando el acusado le propuso que se quedara a dormir en su casa (donde vive con sus padres, hermano y un compañero) en un colchón en el suelo de la habitación. “Me quedé porque nadie iba a desconfiar -explicó la joven-. Teníamos amistad y su casa estaba mucho más cerca de la discoteca a la que nos llevaba el taxi”. Una vez en la habitación, la chica dijo que se echó vestida a dormir y que cogió el sueño enseguida tras haberse puesto las alarmas del móvil. El acusado se acostó a su lado.

Al cabo de unas dos horas, “me desperté porque me estaban moviendo. Y veo que él está encima de mí, desnudo, y que yo estoy desnuda de cintura para abajo, sin ropa interior y sin los dos pares de medias que llevaba del disfraz. Le grité que qué estaba haciendo (tenía los dedos en la vagina) y que parase, me puse las manos para taparme pero él no paró. Siguió intentando abrirme las piernas. No sabía qué hacer. Empezamos a forcejear, él me cogió las manos por encima y siguió. Me penetró, conseguí apartarle y alumbrarle con el móvil. Me vestí, salí de casa y él me siguió hasta el ascensor para decirme: Todo bien, ¿no?”. Luego, la joven llamó a un amigo para que pudiera ayudarla, pasó la noche con otras dos amigas a las que contó los hechos y estas le acompañaron a su casa. Denunció cinco días más tarde, el 5 de enero, y dijo que tardó en hacerlo porque “tenía miedo a cómo reaccionara mi padre, a que le diera un infarto”. La misma tarde de Año Nuevo se lo contó a su hermana y a su cuñado. Estos hablaron con el acusado, al que conocían: “Nos reconoció que había hecho algo malo, que no se acordaba bien, pero que no quería que denunciara. Se puso a llorar”, dijeron ambos. Además, el propio acusado le escribió por Facebook a la víctima. Y la joven le respondió “si era consciente de lo que ha-bía hecho, que no le iba a denunciar pero que no me volviera a hablar en la vida”. Él respondió que lo sentía, que no se acordaba bien y “quería preguntarme si sabía dónde estaba su móvil. Repitió que lo sentía, que agradecía que no le denunciara y que esperaba que me fuera bien el año”. Los agentes de la Policía Científica de la Guardia Civil acreditaron que había rastro de ADN del encausado en las prendas de la víctima, tanto en la ropa del disfraz como en las medias.

ABSUELTO POR OTROS ABUSOS El acusado ha estado 14 meses en prisión provisional, hasta marzo del año pasado, después de que la causa por la que está siendo juzgado ahora se sumara a una denuncia anterior que ya tenía por abusos sexuales en mayo de 2016 y por los que fue acusado y juzgado junto a otros dos amigos. Finalmente, de ese otro asunto resultó el único absuelto. Fueron condenados sus dos compañeros a 4 y 1 año de prisión, respectivamente, por abusar de una chica ebria en un piso de Pamplona. - E.C.