pamplona - Cumplir a rajatabla con la asistencia al programa de intervención para maltratadores condenados en los tribunales navarros ha supuesto la suspensión de la pena por un delito de maltrato ocasional impuesta a Félix, de 24 años, que lleva unos cinco años en periodos alternos en Pamplona. Desde el 2 de agosto del año pasado acude a terapia con los especialistas del instituto de psicología jurídica y forense Psimae porque la suspensión de la condena incluye participar en este tratamiento. Trabajó en el mundo de la hostelería, en el metal y ahora lo hace en la construcción.

No debe ser fácil dar este paso de reconocer su conducta.

-No es que no sea fácil. Cada uno tiene que aprender a asimilar lo que hace. Claro está que, al ser un caso de violencia, admitirlo puede ser un tabú. Pero si no lo aceptas, no lo superas.

Supongo que costará asimilarlo.

-A mí lo único que me ha costado es entender que no fui capaz de parar a pesar de saber que estaba actuando mal.

Empezando desde el principio, ¿cuál es su historia?

-Tengo 24 años y dos hijos, un niño de 3 años y una niña de año y medio. Actualmente trabajo en la construcción. Me gusta mucho salir a jugar a fútbol con mi hermano y estar con mis hijos.

¿Nació aquí?

-No, en Ecuador. Vine aquí la primera vez con 15 años para conocer a mi madre, que vino cuando yo tenía tres años, pero no me gustó el ambiente y decidí volver a mi país. Estudie un año más en Ecuador y regresé a España para trabajar, pero empecé a tener problemas. Siempre me he movido en un mundo violento y también empecé a consumir mucha marihuana, después mucha cocaína y me di cuenta de que esto se estaba descontrolado. Volví a Ecuador para terminar el Bachillerato. También me planteé entrar al Ejército y cambiar mi vida de forma radical, pero conocí a mi expareja y se quedó embarazada.

¿Tomó la decisión de formar una familia con ella?

-No teníamos intención de formar una familia, fue un descuido. Tuve que elegir entre el Ejército y mi hijo, y decidí volver a España al mes de que naciera porque sabia que podía encontrar trabajo. Lo que no quería era destruir mi familia antes de poder formarla.

¿Cuándo se torcieron las cosas?

-Un año después perdí el trabajo y entré en una etapa depresiva. Empecé a fumar cada vez más marihuana y eso derivó en más problemas con mi madre y mi expareja. Un día me vino a reclamar y me cabreé demasiado. Estallé, ella se puso a gritar y le tapé la boca. Ahí empezó el jaleo. La tiré en la cama, la agarré del cabello y empecé a ahorcarla con la otra mano. Sabía que estaba mal, pero ella empezó a decirme “pégame si eres hombre”. Eso me tentó más y ya no pude parar hasta que escuché el chillido de mi hijo.

¿Cómo terminó esa agresión?

-Al día siguiente fui a trabajar y me di cuenta de que estaba cometiendo un error muy grande. La llamé y le dije: “Si te valoras un poco, denúnciame”. En mi país vi mucho ese tipo de violencia y sé cómo puede acabar, muertes de mujeres hay muchas. Yo me di cuenta de que fui muy violento, pero también supe que esa violencia solo era parte de la que podía sacar.

¿Le dio miedo llegar más allá?

-Sí. Me carcome el no haber podido detenerme porque me demuestra que tengo un punto de rabia en el que me descontrolo. Incluso reconozco el patrón: los pies se me ponen fríos, el corazón me bombea a cien y cuando siento que las manos se me hinchan, veo que todo se va a la mierda.

¿Cuántas veces se ha arrepentido?

-Casi todos los días. Pero desde que estoy en terapia estoy aprendiendo a no comerme tanto la cabeza. Antes pasaba el 95% del día pensando en mis problemas y tenía muchos brotes de ansiedad. Todavía no me siento bien al 100%, pero estoy trabajando en mejorar por mis hijos.

¿Qué pasó después del episodio que describe?

-Fui a la Policía y ahí me arrestaron. Después tuve otro problema porque quebranté la orden de alejamiento. Cuando me soltaron quise encontrarme con mi madre, pero no podía ir a su casa porque vive en la misma calle que mi expareja. Entonces, la fui a buscar al parque donde pasea al perro, que yo pensaba que estaba a más de 150 metros, pero no. No tenía intención de quebrantar la orden de alejamiento, ni tampoco de contactar con mi expareja.

¿Fuiste condenado?

-Sí, fui condenado por maltrato no habitual a seis meses de prisión. El quebrantamiento de la orden de alejamiento me sumó otros cuatro meses, pero no entré en la cárcel.

¿Qué pensó cuando le dijeron que tenía que acudir a este programa?

-Pensé que me iban a poner imágenes de mujeres maltratadas, pero el primer día, el terapeuta me dijo que solo nos íbamos a conocer.

¿Sentía que necesitaba terapia?

-Sentía que necesitaba ayuda. Me pareció prudente teniendo en cuenta los brotes que había tenido. La terapia me ayudó a recuperar el sentido del tiempo, que lo tenía muy perdido, y me motivó a organizarme más. Ahí empece a salir otra vez adelante, sobre todo cuando encontré trabajo.

¿Qué ha aprendido en el programa?

-Ahora tengo más tolerancia y he aprendido a no autocriticarme tanto. Se que cometí un error, fui un maltratador, pero estoy intentando superarlo. Ahora me valoro más a mí mismo.

¿Le molesta que le llamen maltratador?

-No, porque es lo que he sido. Pero tampoco me gusta.

Comenta que cuando acudió aquí pensaba que le iban a poner imágenes de mujeres maltratadas, ¿sueles evitar ver noticias así?

-No, de hecho las busco. No para encontrar los porqués, sino para hacerme ver lo que hay. Al principio lo hacía por masoquismo y me dolía. Ahora he dejado de hacerlo y ya no me siento identificado cada vez que sale un nuevo caso de maltrato.

¿Actualmente cuál es la relación con su expareja?

-De momento es una relación muy limitada. Me da mucho miedo acercarme a ella o de alguna forma tener contacto porque no puedo volver a estar encerrado solo en una celda. Prefiero evitar cualquier conflicto.

Se refería al principio de la entrevista al tabú del maltrato. ¿Puede hablar de esto en casa?

-Mi madre me dice que soy muy imprudente por hablar de ello, pero a mí no me molesta aceptar lo que hice. Lo que sí siento es que las personas de mi alrededor se sienten más incomodas que yo.

¿Ha cambiado tras esto su forma de pensar respecto a la mujer?

-Nunca he creído que la mujer sea físicamente mas débil que el hombre. Yo he sido igual de agresivo con hombres que con mujeres, excepto con mi padre, que siempre le he tenido más respeto. Sí tenía un carácter despectivo hacia los homosexuales hasta que en mi familia se presentó un caso. En mi familia todos eran militares, gente muy conservadora, pero eso nos ayudo a cambiar. Nos quitó prejuicios.

¿En su familia ha habido antecedentes de maltrato?

-En mi país es algo muy común, no solo en mi familia. Una vez fui a casa de un amigo y su padre salió enfadadísimo. Al entrar, la madre tenía el ojo reventado. Mi reflejo fue irme, porque no era mi problema.

Entonces, ¿tenía normalizada la violencia hacia las mujeres?

-Lo veía mal, pero lo tenía asimilado y al mismo tiempo no hacía nada para pararlo.

¿Cambiaría ahora su forma de actuar ante la violencia?

-Si soy honesto, tendría que ver la situación. Ahora no me metería a detener una pelea si eso me supone problemas, especialmente en la situación en la que estoy. Si puedo separar sin violencia, lo haría, porque no está bien. Pero me da miedo meterme.

Entiendo que la terapia seguirá un tiempo indefinido.

-Muchas veces pienso en qué va a pasar cuando termine la terapia. Pero me han dejado la puerta abierta para volver si necesito hablar con alguien.