pamplona - La Asociación de víctimas de abusos en centros religiosos de Navarra hicieron ayer piña en torno a la mesa y mantel de una sociedad pamplonesa, unieron más denunciantes a su causa -se reunieron un total de nueve- y marcaron las líneas maestras de lo que puede ser el devenir de la asociación. De esta forma, las víctimas de los Padres Reparadores de Puente la Reina, del colegio diocesano El Puy de Estella y del colegio Maristas de Pamplona (además hubo una denuncia en Jesuitas de la capital navarra) trazaron una hoja de ruta que pasa por demandar a los centros escolares religiosos en los que estudiaron la información oportuna acerca de las investigaciones que han llevado a cabo respecto a los religiosos denunciados por sus conductas pederastas. En este contexto, la intención de los asociados, que ya cuentan con estatutos, que garantizan confidencialidad a todo aquel denunciante que quiera acercarse a ellos, y que agradecen a lectores, anónimos, excompañeros y amigos los ánimos que han recibido en el último mes, es dirigirse a los colegios para poder recabar datos de la trayectoria que siguieron los curas o hermanos señalados por sus testimonios. “Buscamos con esta denuncia social no solo que se señale a los propios pederastas, sino que además la Iglesia asuma su responsabilidad, igual que los centros, y que dejen de encubrir y ocultar información. Hasta el momento han actuado con un corporativismo sonrojante”, declaraban ayer. La asociación ha decidido ponerse en contacto con colectivos de similar objetivo que están diseminados por el Estado español y, de esta manera, buscan también hacer un guiño a aquellos lugares donde pudieron ser trasladados los autores de las fechoría sexuales que relatan, por conocer si su comportamiento abusivo también se repitió en otros destinos. “Hasta el momento se les había ofrecido cobijo y protección a esas personas, la mayoría de ellas fallecidas. Pero lo que queremos es conocer toda la verdad. No se trata de casos aislados. Se trata del síntoma de un tiempo en el que la Iglesia era el poder. Y se actuaba de manera cómplice con los abusadores, porque se les trasladaba donde les daba la gana y de esa manera ocultaban lo que habían hecho”.

La asociación tuvo ayer su primera reunión una vez que se ha constituido como tal y dado que cada uno de sus integrantes, víctimas al mismo, tiempo, convive con un trauma y una experiencia distinta, buscaron en primer lugar conocerse a sí mismos, hacer una terapia de grupo y poner en orden las ideas que les rondan la cabeza. Siempre con el objetivo por delante de que lo que les ocurrió a ello siendo niños, no se vuelva a repetir con ningún alumno, sus denuncias han servido para canalizar las inquietudes y el desasosiego de antiguos alumnos de los centros señalados que, si bien no han querido por el momento dar el paso de denunciar policial o públicamente sus casos, han compartido sus experiencias y recuerdos. En todos ellos cala la idea de que aquellos tiempos eran otros, remotos, de fusta y represión y de caracteres volcánicos y enfermizos. Por ello, que no pase más.