Subida a una farola, observaba el panorama con cara de resignación. Se acabó la fiesta, amiga: no más asesinatos de palomas sin testigos, no más paseos solitarios frente al mar ni descansos tomando el solecito en un banco. Volvieron los humanos, querida gaviota.

A las siete de la mañana ya había en el paseo marítimo de la Barceloneta centenares de personas, que se fueron multiplicando con el paso de los minutos. Qué ganas había de salir de casa, de ver el mar, de que nos diera el aire.

A algunos se les reconocía amantes del deporte de esos de toda la vida, ansiosos por calzarse deportivas y vestir camiseta del estilo "I love running", mientras que otros, que no pretendían engañar a nadie, admitían con la mirada que el arte del correr solo lo practican cuando se escapa el autobús.

Muchos barceloneses han tenido esta mañana, de seis a diez, su primera oportunidad en un mes y medio de salir de casa para hacer deporte o pasear, y no la han desaprovechado.

Cuatro comentarios cazados al vuelo resumen el trajín de gente vivido. "Això sembla la Rambla, tu", alucinaba uno. "Hay una de peñaaa", explicaba por móvil una mujer. "Tía, la gente no para de rozarme. Puto asco", se lamentaba otra.

"Pero, ¿cuál es el protocolo?", le preguntaba un chaval con inconfundible acento vasco a otro. Respuesta del amigo: "El protocolo es: tú sal, y si te pillan, pues te han pillao".

Por supuesto, imposible mantener distancia de seguridad alguna con tanta gente. Y hacer deporte con mascarilla se antoja complicado, así que quienes la llevaban eran clara minoría. Solo queda esperar que el virus haya quedado noqueado por el calor y no se haya pegado esta mañana un festín.

Esquivando el alud de deportistas, para arriba y para abajo, se contaban coches y furgonetas de la Guardia Urbana o los Mossos d'Esquadra, así como agentes a pie a quienes no quedaba mucha más opción que observar la escena.

Quien más se preocupaba con el panorama era una enfermera del Hospital del Mar, ubicado en el paseo, que se tomaba un descanso con ceño fruncido, brazos en jarra y un cigarrillo en la boca.

Sala Ismaili también fumaba -en este caso un cigarrillo de la risa- acompañado por su perro Patxi Mediterráneo: es un artista sintecho que se dedica a construir castillos en la arena para disfrute de los turistas.

Todavía se puede observar, con el Hotel Vela al fondo, su última construcción de hace dos meses, inexplicablemente todavía en pie. Dice Ismaili que las está pasando canutas porque durante este estado de alarma no ha ganado ni un euro.

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Estado de alarma: primer día en el que se permite salir a realizar ejercicio físico

Son ya las diez en punto y así lo recuerdan los agentes del orden: se terminó el deporte, vuelvan a sus casas, por favor. En diez minutos el paseo se ha prácticamente vaciado, a excepción de algún despistado.

Uno da marcha atrás advertido por la policía y enarca las cejas al cruzar la mirada con este periodista, como diciendo que por los pelos. El otro, italiano, reprocha su rigidez a los agentes y aprovecha para descargar la frustración acumulada: "¿Le parece normal que me tenga que despertar un sábado a las seis de la mañana para correr?".

Pocos minutos después comienzan a aparecer personas con pelo blanco y bastón: son los mayores de setenta años, que pueden pasear hasta las doce.

Carme Fernández tiene 88 años, vive sola en un piso de unos 30 metros cuadrados y hasta los 65 fue dueña de una pollería del mercado de la Barceloneta. Cuenta que lleva confinada desde el 1 de marzo, pues una doctora que la atendió el 25 febrero resultó estar contagiada por el dichoso virus.

Apenas ha salido una vez por semana a tirar la basura o para acercarse al mercado, dado que la compra se la lleva a casa los viernes una trabajadora social del Ayuntamiento.

Carme cruza la mirada con una gaviota, diremos que la del principio de la crónica para cuadrar la historia. Tiene cara de no comprender lo que sucede, tantea el terreno con las patas antes de despegar hacia el cielo. Se estará preguntando por qué se habrán escondido otra vez los humanos.

'RUNNERS' EN MADRID Las calles de Madrid se han llenado esta mañana de 'runners' y gente paseando en la primera franja horaria para hacer deporte con libertad de 6 a 10 horas.

Así a primera hora la zona de Puente de Toledo/Carabanchel, Bernabéu, Paseo del Prado o la calle Ibiza se han visto repletas de personas en bicicleta, en patines, corriendo o simplemente dando un paseo.

Desde este sábado se puede hacer deporte individual y pasear una vez al día en cualquiera de las dos franjas horarias propuestas: de 6 a 10 de la mañana y de 20 a 23 horas.

El deporte al aire libre deberá realizarse en el mismo municipio de residencia --sin límite horario más allá del permitido por las franjas--, mientras que en el caso de los paseos no podrá uno alejarse a más de un kilómetro de distancia de su domicilio.

A su vez, y para evitar que las personas no se concentren en las mismas horas, se restringe el horario de los paseos ya permitidos para los menores de 14 años entre las 12 del mediodía y las 19 horas.