asi cuatro meses después de echar el cierre, ayer volvió a abrir sus puertas el albergue de peregrinos de Orreaga/Roncesvalles, donde ya pueden verse conchas sobre mochilas o credenciales selladas. Una semana duró abierto tras la temporada de invierno, de viernes a viernes, y aunque las previsiones no eran las más propicias, 78 viajeros han pernoctado en el primer alto en el camino tras cruzar los Pirineos. Lejos del ajetreo diario que solía ser habitual en esta época del año, un ambiente tranquilo impera en esta nueva normalidad.

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Reapertura del albergue de Orreaga/Roncesvalles

El sector turístico es uno de los más afectados por la pandemia de la covid, y uno de los que más atención hay que prestarle a la hora de evitar rebrotes. Lo sabe muy bien Marisol Goikoa, encargada del albergue, ya que han tenido que acondicionarlo todo para cumplir con las medidas de seguridad establecidas para todos los albergues del camino. El aforo de las habitaciones se ha limitado a la mitad, por lo que de las cuatro camas, ubicadas en dos literas, que hay, solo pueden ser ocupadas la cama de abajo en un lado y la de arriba en el otro. De las 183 plazas solo 90 estarán disponibles con el nuevo aforo. Para las entradas y salidas, se ha establecido una especie de circuito para evitar que los visitantes se crucen, subiendo por unas escaleras y bajando por otras. Las zonas comunes como la cocina y la biblioteca permanecerán cerradas, pero no así el comedor.

Los peregrinos llegan cansados y acalorados tras la larga subida desde Donibane Garazi, por lo que no se les toma la temperatura a su llegada: "Sería absurdo. Se quedarían todos en la puerta", asegura Goikoa, aunque los voluntarios holandeses discrepen. Henk Trimbach es el presidente del grupo de trabajo de hospitaleros. Tras realizar el Camino de Santiago dos veces, una en 2014 desde Donibane a pie, y otra en bici desde los Países Bajos, decidió venir a devolver toda la hospitalidad que recibió por aquel entonces. Ahora, da la bienvenida a los viajeros que llegan desde todo tipo de rincones. Con la mayoría de fronteras extracomunitarias cerradas, nacionales, italianos y franceses ocupan las camas que un día también ocuparon chinos, coreanos y australianos.

Desde Italia ha venido Marco Zanardini a recorrer los 790 km que lo separan de la capital gallega. Hace tres años le diagnosticaron epilepsia, y hace unas semanas tuvo que permanecer más de un mes ingresado. Debido al estrés que le produce su trabajo como docente en la Universidad de Roma, y como psicólogo titulado, se autorrecetó un retiro para relajarse.

Por motivos muy diferentes vienen Marina Domínguez, Silvia Alonso y Ana Rada desde Corella y Cintruénigo a pasar el fin de semana. Tenían ganas de hacer el camino desde hacía tiempo y Rada no ha desaprovechado la ocasión para convencer a las otras dos y desconectar de todo. En estos tiempos en los que el contacto social debe reducirse lo más posible, recorrerán las dos primeras etapas en suelo navarro, hasta Pamplona.

Por el contrario, Angélica Fajardo se ha visto atraída por motivos espirituales. Voló a España desde Ciudad de México el 30 de diciembre, y todavía no ha podido volver a su país debido al cierre de fronteras decretado por la pandemia. Es meditadora y sanadora, y asegura que Dios le dijo que debía hacer el camino para mostrar su amor a México, a España y al propio Dios: "No tengo preparación para caminar, pero lo tengo todo aquí", apunta señalándose el corazón.

Todos los peregrinos a este lado de la muga deberán adquirir sábanas de usar y tirar en cada albergue en el que pernocten, y ellos mismos serán los encargados de quitarlas y ponerlas. Los albergues no pueden proporcionar mantas a sus huéspedes, por lo que José Antonio Arrollo, de Ciudad Real, fue previsor y decidió traerse su propio saco de dormir. No ha tenido la misma suerte Jon Ander Arriaga, de Iruña, que no tiene manta y no pueden darle una, por lo que tendrá que pasar la noche en el hotel. Habra que ir acostumbrándose.

"Las llamadas para preguntar son constantes desde la mañana. Todo es nuevo"

Encargada del albergue de Orreaga