- La Policía no ataja esto sola por mucho empeño que ponga en cumplir las normas, lanza Yárnoz, comisario de la Policía Foral, que afirma que el problema de las infracciones por no usar la mascarilla obligatoria o por realizar botellones “es algo que no se soluciona con métodos policiales. Es un trabajo en el que todos tenemos que sentirnos implicados. Si hay 50 personas que optan por organizar un botellón en una campa aislada y se organizan por redes sociales es muy difícil que lleguemos hasta allí. Pero lo que deben de ser conscientes esas personas es que eso no se queda ahí, y que luego el riesgo lo extienden a su casa, a sus padres, a sus abuelos, vecinos... Yo ejerzo de interlocutor policial con Salud y quizás el haber visto el drama tan de cerca, haber visto cómo trabajan en los hospitales, hace que te conciencies muy rápido”, reflexiona. Dice que ha costado tiempo darse cuenta de la envergadura de esta pandemia y del desafío que supone enfrentarse a ella, pero por ello incluso “nosotros hemos tenido que cambiar un poco el chip y adaptarnos a las situaciones. Ya no hay excusa. Al principio las normas podían ser atípicas, ahora ya no. Todo el mundo las conoce porque hemos tenido que hacer un máster intensivo en poco tiempo”.

Al respecto del incumplimiento de las normas, Yárnoz advierte de que ahora no actúan solos. Quizás sea uno de los anuncios más particulares de esta situación. “Una patrulla no tiene ahora cuatro ojos, sino que tiene 400, por la cantidad de ciudadanos que colaboran con nosotros”. El inspector de la Policía Foral recuerda que incluso ha habido clubes de jubilados que han “colaborado con nosotros. Hemos tenido llamadas suyas, especialmente preocupados, que nos alertaban de distintas situaciones que no se podían dar. Por eso, da rabia que haya gente que frivolice con esto”. Yárnoz entiende que a raíz de esta situación, la visión de la ciudadanía hacia la Policía quizás ha servido “para vernos como algo necesario y me gustaría destacar que la mayor parte de nuestro trabajo lo dedicamos a prevenir. El policía no denuncia al medio minuto, sino que valora la situación. Pero es que ahora nadie puede ampararse en la ignorancia”.

Respecto al fenómeno del botellón, ahora prohibido por decreto foral, destaca que la mayor parte de la juventud respeta la normativa. “No les vamos a poner en el punto de mira, pero hay un porcentaje mínimo que está echando un pulso a toda la sociedad, a sus propias familias también. El que hace botellón genera un peligro en su propia casa”. Yárnoz recuerda que hace unos días, en las no fiestas de una localidad del norte de Navarra, varias cuadrillas de jóvenes estuvieron jugando al gato y al ratón con los agentes para hacer un botellón. Finalmente terminaron en un paraje al que solo se accedía por una pista rural, en la que atravesaron pacas de paja para impedir el paso de los policías”.

Sobre la hostelería, el inspector afirma que el comportamiento “es modélico. Es una actividad que lo está pasando mal y los casos de incumplimiento son residuales. Por ello, por el esfuerzo de todos los que lo hacen bien, hay que sancionarle al que lo hace mal. Hace poco se denunció a un local de hostelería porque los camareros no llevaban mascarilla. El encargado les dijo que no hacía falta que la llevaran porque hacía mucho calor. Dentro, la mayoría de los clientes la llevaban. Y ese hostelero no se da cuenta de que quien avisa es normalmente su propia clientela. Con lo cual se está haciendo un flaco favor a sí mismo”.

“Hemos multado a un bar en el que solo 1 de 9 camareros llevaba mascarilla.

Esos hosteleros se hacen flaco favor a sí mismos”