La madrugada de este domingo, 25 de octubre, finalizará el horario de verano cuando a las 03.00 horas se retrasen los relojes y de nuevo volverán a marcar las 02.00 horas en España. De este modo, se recuperará un año más el horario de invierno, de acuerdo con la Directiva Europea del Cambio de Hora que se aplica en todos los Estados de la UE.

En febrero de 2018, a propuesta de Finlandia, la Eurocámara votó sobre la posibilidad de terminar con el cambio de hora. A pesar de recibir 384 votos en contra y tan solo 153 a favor, el Parlamento Europeo se comprometió a estudiar la viabilidad del cambio de hora y abrió una consulta pública, en la que más del 80% de los 4,6 millones de ciudadanos que participaron, se mostraron a favor de acabar con los cambios de hora.

Aunque la Comisión Europea aprobó la eliminación del cambio de horario, en marzo de este año la comisión de Transporte y Turismo del Parlamento Europeo apostó por retrasar hasta el año 2021 la eliminación del cambio de hora bianual propuesto por la Comisión Europea para abril de este año, de forma que las capitales tuvieran más tiempo para decidir si el país se queda con el horario de verano o el de invierno. Países como Portugal ya han decidido que continuarán con el cambio de hora estacional.

Las primeras disposiciones sobre el horario de verano se adoptaron en Europa en 1980 y desde el año 2000, con la mencionada directiva, quedaron establecidas las reglas que marcan su inicio en marzo y su finalización en octubre.

El cambio de hora empezó a generalizarse a partir de 1974, a partir de la primera crisis del petróleo, cuando algunos países decidieron adelantar el reloj para aprovechar mejor la luz del sol y consumir así menos electricidad en iluminación. Se aplica como directiva desde 1981 y ha sido renovada sucesivamente cada cuatro años.

El cambio de hora se efectúa siempre el último domingo del mes de octubre en el caso del horario de invierno, cuando el reloj se retrasa una hora, y el último domingo del mes de marzo, cuando se adelanta una hora el reloj y comienza el horario de verano.

EL CASO DE ESPAÑA

España, geográficamente, está ubicada en el huso UTC/GMT+1, como la mayor parte de Europa excepto Reino Unido, Irlanda y Portugal, que se mantienen en el UTC/GMT+0. Esta adscripción de huso es la que marca desde 1940 la "hora oficial" española, adelantada en 60 minutos a la "hora universal".

En la latitud de España, las horas de luz son las mismas, +-10 en invierno y +- 14 en verano, pero no amanece o anochece a la misma hora en el este que en el oeste, pudiendo haber más de una hora de diferencia de un extremo al otro. Vigo (Pontevedra), por ejemplo, es la ciudad europea en la que más tarde anochece.

En España, el Ejecutivo creó una comisión de 14 'sabios' para determinar la conveniencia o no de eliminar el cambio de hora estacional y, en caso de decisión afirmativa, decidir qué horario era más adecuado, el de verano o el de invierno.

En marzo del año pasado, esta comisión presentó un informe en el que no llegó a ninguna "resolución concluyente", habida cuenta de la "gran cantidad de repercusiones de impacto" que tiene esta medida en campos como el económico o el cultural.

AHORRO ENERGETICO

De acuerdo con la normativa vigente, el cambio de hora de verano a invierno se produce el último domingo de octubre en toda Europa, de acuerdo a la Directiva Comunitaria del Cambio de Hora, que es de obligado cumplimiento con el objetivo de lograr un ahorro energético.

Según estimaciones del Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDEA), el potencial de ahorro en iluminación podría alcanzar en torno a 300 millones de euros, el equivalente al 5% del total. De esa cantidad, 90 millones corresponde al potencial de los hogares españoles, lo que supone un ahorro de 6 euros por hogar y 210 millones restantes se ahorrarían en los edificios del terciario y en la industria.

Por su parte, la Comisión de Industria, Investigación y Energía del Parlamento Europeo, publicó en febrero de 2019 un informe en el que se puntualiza que los cambios estacionales de hora pueden producir ahorros en el consumo de energía, pero que son marginales y que no hay certeza que se obtengan en todos los estados miembros.

El informe también indica que puede haber ahorros en iluminación, pero que no es tan obvio que ocurra lo mismo con la calefacción, pues podría incluso aumentar su consumo. Además, según indicaron los expertos, los resultados son difíciles de interpretar ya que están muy influenciados por factores externos, tales como la meteorología, la geografía y el comportamiento de los usuarios.

En España, no existen informes actualizados que permitan asegurar que el cambio de hora lleve asociados ahorros energéticos. Además, las nuevas exigencias de eficiencia energética en iluminación, en los sistemas de climatización, y en los propios edificios, así como la progresiva introducción del autoconsumo alteran significativamente los análisis que originalmente se utilizaban para calcular estos datos.

Por otra parte, la comisión encargada de estudiar la conveniencia o no de eliminar cambio horario estacional, dictaminó que España debía mantener su actual huso horario, un debate paralelo al del cambio de hora estacional y en el que algunos se inclinaban por que España adoptara el huso horario de Londres y Portugal frente al de Berlín.

EN PANDEMIA

En circunstancias normales, el cerebro de la mayoría de la población necesita apenas un día para adaptarse al cambio de hora, exceptuando los colectivos vulnerables: las personas mayores, con patologías, los bebés lactantes y las mascotas. Sin embargo, en momentos excepcionales como el actual, hay que tener en cuenta otros factores para hablar de personas vulnerables, tales como el confinamiento, el teletrabajo, una menor interacción social, la soledad.

"Desde la neurociencia, lo que sabemos es que nuestro cerebro sigue una serie de ritmos biológicos, que tienen una periodicidad aproximada de 24 horas. Para eso, el sistema nervioso emite unas señales del entorno y, a partir de estas señales, regula estos ritmos biológicos. Cuando hacemos un cambio de hora, nuestro cerebro tiene que readaptar esas señales al cambio que hemos establecido", explica Diego Redolar, Profesor de Estudios de Ciencias de la Salud de la Universidad Oberta de Catalunya (UOC).

Los efectos del cambio de hora en los biorritmos son similares al jet lag, aunque menos bruscos. "Si vamos a un país con una diferencia horaria de seis horas, necesitaríamos seis días para adaptarnos al cambio horario, en un camio de una hora, en un día es más que suficiente epa raque nuestro cerebro se pueda adaptar", apunta Redolar.

En el contexto actual, este cambio horario, que va a suponer que anochezca una hora antes, puede ayudar a reducir la actividad social en torno al ocio que tanto solicitan las autoridades sanitarias para frenar la curva de la pandemia. Sin embargo, puede hacer que la adaptación sea más costosa para aquellas personas que han visto modificada sus rutinas de forma considerable.

"El cerebro necesita una serie de señales; una es la luz, otra son las rutinas que hacemos en el día a día. Una situación de confinamiento o cambios como los que vivimos ahora pueden redundar negativamente sobre estas señales, porque se diluyen. Si en ese contexto generas un cambio de hora, el proceso de adaptación va a ser mucho más costoso", apunta el experto en neurociencia.

Además, el hecho de perder la interacción que supone acudir al puesto de trabajo, el no poder salir a tomar algo o reunirse con los amigos, unido al retraimiento social que suele conllevar que anochezca más temprano puede redundar en un impacto emocional, apunta Redolar.

Es por ello que recomienda "mantener las rutinas en la medida de lo posible". "Si estamos teletrabajando, levantarnos a la misma hora que si fuéramos al lugar de trabajo, desayunar, ducharnos, hacer la cama, bajar a la calle. Esto es muy importante, porque nuestro cerebro necesita ese contacto con el exterior, aunque sean 10 o 5 minutos. Aunque parezca una tontería, estamos ayudando a nuestro sistema nervioso a establecer esa regulación de los ritmos. Además, hacer deporte al aire libre puede redundar positivamente a que esa adaptación sea mejor", señala Redolar.