a juventud, esa etapa vital tan deseada por los niños y tan añorada por quienes ya la han dejado atrás. Un periodo que quienes están fuera de él etiquetan de rebelde, intenso y hormonal. Un tiempo en el que estar con los amigos y amigas son tan importantes como comer y respirar. Después de permanecer completamente encerrados en casa, y también en sí mismos, durante el primer confinamiento, los jóvenes fueron criminalizados desde el momento en el que pudieron poner un pie en la calle como los principales causantes de los nuevos rebrotes de covid-19. Sin embargo, las terrazas se desbordaron con gente de todas las edades, muchos pensaron que el virus no iba con ellos, y un gran porcentaje de las empresas que dejaron de lado el teletrabajo empezaron a registrar contagios.

Acorde a las conclusiones recogidas por un estudio del Departamento de Psicología de la Universidad Rovira i Virgili de Tarragona, el confinamiento fue una experiencia menos negativa para las personas que conviven con allegados que para las que viven solas o tienen una relación, pero no se confinaron juntos. Y es que los seres humanos somos seres sociales y, después de haber disfrutado más o menos de la soledad y la introspección durante tres meses de encierro, el impulso de todos fue correr hacia los brazos de los seres queridos que habían echado de menos.

"La paciencia es amarga, pero su fruto es dulce"

Ella de Pamplona y él natural de Fraga, Elisa Erice Ainciburu y Pol Mateo Marcó, de 24 años, encontraron su punto en común en Donosti, concretamente en la escuela de Ingeniería Tecnun de la Universidad de Navarra donde los dos comenzaron sus estudios universitarios en 2014. Tras cerca de cuatro años de relación, la navarra y el aragonés vivían juntos en la capital gipuzkoana cuando irrumpió la llegada del coronavirus que los hizo separarse tomando la decisión de volver cada uno a su casa con sus familias. "Pensé que volvía a Pamplona a pasar el fin de semana y me traje lo justo, así que durante los meses de confinamiento eché casi más en falta mis cosas que a él", bromeó Erice.

Lo que iban a ser "un par de semanas" se convirtieron en cuatro meses con 300 kilómetros de tierra de por medio, una encrucijada que supieron sobrellevar porque "al final no fue solo un distanciamiento de pareja, sino que tampoco podíamos ver al resto de la gente y nos sentíamos lejos de todos", explicó la pamplonesa. Algo que no hizo de la experiencia separados fuera "realmente dura en ciertos momentos".

Por mucho empeño que las miles de parejas distanciadas hayan puesto para mantener sus relaciones a flote, los momentos bajos y los malentendidos han sido inevitables cuando solo se puede ver a quien uno más quiere a través de una pantalla. "Estamos acostumbrados a pasar unos meses separados en verano, pero el confinamiento fue la prueba definitiva. El llevar tiempo sin vernos se juntó con que sabíamos que el siguiente curso -el actual- viviríamos uno en Donosti y el otro en Madrid, y tuvimos un pequeño momento de inestabilidad que, una vez estuvimos juntos de nuevo, supimos superar", contó Mateo.

La forma mas habitual de paliar la separación física, ya sea la de los amantes, colegas o familiares, fueron las videollamadas. Una alternativa recurrente que "puede llegar a cansar. Nos llamábamos tanto que decidimos probar también a mandarnos cartas para no sobrecargarnos y cogerlas con más ganas", dijo Mateo, quien admitió que tendrán que volver a hacerlo ante una situación tan incierta como la actual.

Ahora, dentro de un "segundo confinamiento", Erice afirmó que "todo vuelve a ser raro porque cada autonomía parece ir a su ritmo, y si Gipuzkoa y Madrid no se coordinan no podremos vernos. La paciencia será amarga, pero sus frutos serán dulces", concluyó la joven, quien vio en la distancia una oportunidad para "aprender a valorar detalles de tu pareja que en la vida diaria no consideras".

"Cada vez veo más difícil poder volver a casa y ver a los míos"

Dicen que los amigos son la familia que se elige, en definitiva a quienes acudimos cuando las cosas no van bien, y precisamente ahora no es un buen momento para nadie. Primero el encierro de marzo y ahora el cierre perimetral de las comunidades autónomas ha vuelto a dejar a Andrea Iribarren López, pamplonesa de 25 años, al otro lado de la muga. Asentada en San Sebastián donde trabaja en su tesis doctoral en el Instituto de Investigación Sanitaria Biodonostia, aseguró haber sentido "impotencia" al conocer las limitaciones de movilidad, "pues todo empieza a verse más negro y veo cada más difícil poder volver a casa y ver a los míos", admitió.

Una vez comenzara la denominada desescalada allá por mayo, la navarra se vio agradecida de poder ver a su hermana que residía de Bilbao, al encontrarse las dos en la CAV, un "privilegio" con el que ahora no contará debido al cierre perimetral de la comunidad autónoma. Con una experiencia que le recuerda que "los quince días de restricciones siempre se alargan", Iribarren aseguró que sus compañeros de trabajo y sus amigos de Donosti la han ayudado a "sentirse como en casa", aunque admitió que sus amigos "siguen estando en Pamplona y no es lo mismo sin ellos".

Con un sentido sanitario desarrollado gracias a sus estudios en Bioquímica y Biología molecular y celular, la joven aseguró que no le gustaría estar en el papel de las personas que van decretando las restricciones para atajar el virus de la covid-19, y creyó que "era muy necesario tomar cartas en el asunto ante la incidencia de infectados en Navarra. Las medidas son duras, pero necesarias hasta cierto punto", indicó. A pesar de ser "realista" y saber que "la situación no va a mejorar según han advertido los expertos de la organización Mundial de la salud (OMS)", Iribarren aseguró no estar asustada, "pues no se puede vivir en el miedo. Sí estoy preocupada, por mi familia y por aquellos más débiles que son más vulnerables al virus. Es frustrante ver cómo hay personas que parecen no haber aprendido nada de todo lo que hemos pasado ya por culpa de este virus, cómo la situación vuelve a repetirse cuándo podíamos haber sido más cautelosos y haber reducido el impacto de esta nueva ola", lamentó.

Frente a este nuevo azote de la pandemia, la pamplonesa aseguró que "si pudiese teletrabajar en mi casa, volvería a hacerlo sin ninguna duda". Sin embargo, reconoció que su investigación actual requiere que trabaje de forma presencial, de modo que seguirá anclada al otro lado de la frontera.

"Tendremos que sustituir las terrazas por las salidas al monte"

Quienes mejor parados han salido en esta nueva situación de estado de alarma que ha limitado las entradas y salidas de Navarra, ha reducido las reuniones sociales a seis personas en espacios públicos y solo a los convivientes en los domicilios privados, entre otras cosas, han sido las cuadrillas que se encuentran en la misma comunidad autónoma.

Mikel Ansorena Gutiérrez, Sergio Calderón Saraguro, Javier Vera Turumbay, Maialen Zabalza Zudaire, Aritz Remiro Zoco y Ainhoa López Valencia, acostumbrados a vivir en la misma ciudad y verse con regularidad, se vieron "sorprendidos y con pocas herramientas para sobrellevar la situación" cuando llegó el primer confinamiento en marzo, aseguró Vera agradecido de que las circunstancias actuales le sigan permitiendo ver a sus amigos.

En un momento de "no poder pensar a largo plazo porque no se sabe cómo vamos a estar en una semana", apuntó Zabalza, estos jóvenes ya piensa en planes alternativos que poder hacer juntos, siempre "extremando las precauciones. Está claro que la juventud carece de espacios donde estar y alternativas de ocio sin estar ligadas al consumo. Tendremos que sustituir las cañas en una terraza, por excursiones y salidas al monte", señaló Ansorena.

Siendo las actividades al aire libre "difíciles de gestionar por el frío y la lluvia", López propuso a la Administración adecuar espacios abiertos seguros para trasladar "los centros juveniles o gaztetxes alugares amplios tipo navesen los que puedan reunirse los jóvenes". Algo que la joven admitió que chocaría con la normativa actual que contempla la clausura total de la hostelería al ser lugares cerrados, una medida "injusta para el sector que debería ir acompañada de medidas económicas para paliar las consecuencias del cierre". A pesar de que esta cuadrillaconsidere las restricciones adoptadas por el Gobierno foral "oportunas", señaló Remiro, creen que "la mayoría de medidas ahondan en la vida social de las personas, que es fundamental, pero olvidan otros sectores como el escolar o laboral donde la ocupación es del 100%, sin ventilación ni distancia de seguridad, cuando se puede optar por otras opciones como es el teletrabajo", valoró Calderón.

"Al no haber conocido el ambiente de fiesta no lo echo de menos"

Recién aterrizada en Pamplona desde Las Palmas de Gran Canarias para estudiar el grado de Diseño en la Universidad de Navarra, Sabina Suárez González, de 18 años, no ha llegado a conocer "el ambiente universitario real" de la ciudad ya que para cuando pudo asentarse y empezar a conocer a sus compañeros de carrera, las nuevas restricciones para atajar la expansión del virus le arrebataron la posibilidad de ir a los populares juevintxos o las habituales "copas" en los pisos de estudiantes.

La joven canaria eligió la Comunidad Foral para continuar sus estudios al ver en Pamplona la ciudad perfecta para "sentirse como en casa. La otra opción era Madrid, pero allá me iba a sentir una más entre muchas personas. Aquí en cambio enseguida he empezado a sentir que conozco a la ciudad y a su gente, porque al ser menos, todos los jóvenes hacemos las mismas cosas".

Con un punto de nervios junto a la incertidumbre de mudarse a un lugar lejos de casa y hacerlo en unas circunstancias tan excepcionales, Sabina admitió tener el miedo de no poder vivir la experiencia universitaria en su plenitud. Sin embargo, el hecho de estar actualmente viviendo en un colegio mayor -la opción más habitual entre los estudiantes de primer año- la ha ayudado a "conocer a mucha gente que de otra manera no sé si habría conseguido porque ahora después de clase cada uno se va a su casa porque no hay mucha más opción", explicó.

En este sentido, adaptarse a esta nueva realidad no le ha sido difícil ya que, al no haber vivido nunca la vida universitaria tal y como se conocía hasta la llegada de la pandemia, "el alumnado de primer curso hemos sido los que menos hemos notado el cambio", porque uno no echa de menos aquello que no ha llegado a conocer.

"Es triste que su estancia no sea la deseada porque es algo irrepetible"

Un grupo de 25 estudiantes de la Universidad Pública de Navarra (UPNA) -aunque este número haya llegado a alcanzar los 40 voluntarios- ejercen de nexo entre los estudiantes extranjeros que recién empiezan su experiencia Erasmus, este año limitada, en la capital navarra dentro de la Asociación Erasmus Pamplona (AEP) que ya cuenta con cinco años de recorrido. Con el firme objetivo de "ser la llave para que nunca se sientan solos, desde su llegada hasta su partida", Diego Astrain Azcona, de 25 años, es uno de los mentores que resuelve las dudas y guía por su nueva ciudad a los 60 estudiantes de intercambio que ha recibido la UPNA este curso -la AEP ha llegado a tener contacto con más de 300 estudiantes en un solo semestre- que, dadas las limitaciones para viajar, este año provienen solo de Europa, de Francia y Alemania principalmente.

Cada año la AEP recibe a sus nuevo compañeros del extranjero con una Welcome Week (semana de bienvenida) repleta de actividades donde los estudiantes pueden empezar a conocerse entre ellos y descubrir la ciudad con actividades culturales, deportivas o gastronómicas, además de las famosas fiestas Erasmus. Por el contrario, este año la experiencia de este alumnado será completamente diferente a la de sus predecesores ya que con la irrupción de la covid-19 las actividades de la AEP "están pausadas porque, al final, involucramos a un grupo grande de personas y no podemos arriesgarnos a tener un brote", entendió Astrain.

A pesar de que desde la asociación se hayan intentado impulsar alterativas de ocio on line como un Got Talent virtual, estas no tuvieron una gran acogida. "Lógicamente, su experiencia de Erasmus no está siendo lo que ellos deseaban, y ciertamente es un poco triste porque es una algo irrepetible. Aún así, la mayoría intentan mirar el lado positivo, y entre ellos han hecho más piña que nunca, porque estas situaciones adversas hacen que las personas estemos más unidas", aseguró el voluntario de AEP.