Desde esta madrugada Ribaforada y Murchante cerrarán sus accesos como medida para tratar de frenar el impacto que la covid está teniendo en ambas localidades desde hace más de un mes. Las cifras son evidentes y retratan perfectamente la preocupación de la corporación de los vecinos y vecinas: Ribaforada, con menos de 3.800 habitantes, ha tenido 104 casos en la última semana, y Murchante hasta el fin de semana tenía 71 casos activos, para sus 4.100 habitantes. Sus calles barruntan la medida que se pondrá en marcha a medianoche y si bien es raro ver gente por las tiendas, la circulación en ambos municipios se ha incrementado dado que muchos acuden a Tudela para realizar las últimas compras para aquellos que no tienen cerca de casa. “Si hemos llegado a este punto es porque no estamos haciendo lo que debemos”, asegura la concejala socialista de Murchante Lara Bartos, una de las primeras enfermas por covid en marzo y que, pese a su juventud, pasó varios días en la UVI. Lara reconoce que le da produce tristeza y frustración “ver lo que he pasado y que estemos ahora así. No hemos sido capaces de ver la realidad. Hemos pensado más en seguir haciendo una vida normal. A mi también me gustaría pero hace meses que no abrazo a mis padres ni puedo tener contacto físico con ellos”.

El alcalde, Luis Sancho, sufre aún consecuencias de haber pasado por la covid y al hablar se nota su respiración entrecortada después de pasar 10 días en casa con fiebre muy alta y seis días más ingresado en el hospital. “Da mucha rabia que parte de la gente que no lo ha sufrido no empatice y no ponga los medios para no llegare a esta situación”. Sancho lo tiene claro y apunta a un sector pequeño de la localidad “una parte de la juventud no ha entendido la magnitud del problema. Aquí en Murchante se han alquilado huertos con piscina para reunirse o se han hecho reuniones en casas particulares. Muchos de los contagios vienen de reuniones familiares”.

En los comercios de Murchante la preocupación es la escasez de ayudas y la caída en las ventas mientras las tasas y los impuestos siguen siendo los mismos, además de que toda la población mayor de 70 años, la que más gasta en el comercio local, no sale de casa por miedo. También hay quien cree que, como dicen el refrán, el remedio es peor que la enfermedad y que las medidas del cierre de bares propicia que la gente busque otras formas de reunirse generando más contagios.

La tristeza que se respira en las calles se palpa más si cabe en Ribaforada. En la zona denominada cuatro esquinas, donde mayor número de bares hay, no se ve un alma y solo se aprecian persianas bajas. En el supermercado BonArea su responsable, Yolanda López, asegura que “hay como una tristeza en el ambiente. Yo trato de animar a quienes entran pero yo también estoy mal. Hay que trasmitir animo y esperanza aunque estés mal”. Yolanda señala cómo ella también pasó miedo al principio y ahora, con la multiplicación de casos, se ha vuelto a reproducir. “He tenido que enfrentarme con la gente para que no se sobrepasara el aforo o para que se pusieran la mascarilla”.

El alcalde de Ribaforada, Tirso Calvo, reconoce que las cifras que da Ribaforada “son una barbaridad” máxime cuando “hemos tenido unos datos muy buenos desde el principio de la pandemia. En las no fiestas fuimos un pueblo ejemplar, cerraron los bares y la gente lo respetó muy bien. Pero desde que empezó octubre hemos empezado en una curva ascendente sin parar”. A su juicio, alguna de las claves pueden ser las más de 40 peñas y sociedades que hay en Ribaforada y que ya han sido precintadas. “Nos consta que en algunas ha habido actividad, pero no me explico estas cifras. No me lo explico”, repite una y otra vez con evidentes signos de preocupación.

Durante dos semanas Ribaforada y Murchante cerrarán sus accesos con la esperanza de doblegar a la curva y de que el ánimo de sus habitantes se vuelva a recuperar.