- La taxista Patricia Irigoyen de Prado lleva cuatro años trabajando en el sector, se siente muy cómoda como mujer pero confiesa que le tiene mucho respeto al trabajo nocturno.

¿Cómo recuerda los primeros meses de la pandemia?

-En principio, durante los primeros meses de la pandemia las calles estaban vacías, no había nadie y era muy triste ver la ciudad como estaba. Pasamos mucho miedo al principio porque era un período de incertidumbre y lo único que transportábamos eran personas con covid o posible covid, covid positivo con neumonía para hacer radiografías y la facturación bajo un 90% y hacia dos carreras al día.

¿Qué tipo de precauciones o protocolos aplicaron?

-El personal sanitario tiene unos medios de protección súper estrictos, pero en nuestro caso, nadie nos ha ofrecido más que tres mascarillas en mayo y tres en abril. El único tipo de protección que teníamos era lo que nosotros habíamos invertido, nuestra mampara, el que pudo ponerla económicamente y nuestro gel y nuestras mascarillas que nos lo hemos pagado todos nosotros. Además nos enviaban a los pacientes con covid a llevarlos en taxi porque en el transporte público no les dejaban ir. Y el que no tenía dónde ir, pues pedía un taxi. Tampoco facilitaron traslados de otro modo. Al final, después de llevar un positivo, tengo que parar media hora para desinfectar el taxi. Siempre después de cualquier cliente, tengo que desinfectar el taxi. Asumo el gasto porque yo no sé si la persona que llevo tiene covid y se hace porque la primera que no quiero contagiarme soy yo, porque soy autónoma.

¿Ha tenido algún tipo de incidente por ser mujer taxista?

-Estoy encantadísima con el gremio, la verdad. Con los clientes, como mujer no he tenido nunca ningún problema. Es verdad que me mantengo bastante seria, sobre todo con los clientes de la noche, y que es un mundo más conflictivo. Es verdad que he sentido alguna vez algún tipo de preocupación que no ha llegado a ningún fin. Creo que los hombres, aunque hayan bebido, tienen bastante respeto a las mujeres en el taxi. Por otro lado, es cierto que como mujer taxista percibo que cuando se monta una mujer, me dicen “que bien, mujer”. Las mujeres se alegran de que estemos en el sector y esto hace que me sienta una heroína, que rompe los estereotipos entre los aplausos de las clientas que me anima y que se alegran de que sea una mujer. Al final aporto mi granito de arena para que haya más mujeres en un mundo de hombres.