“Será de las prisiones que más a rajatabla ha cumplido (las medidas contra la covid-19) y más rígido ha sido en cuanto a la comunicación exterior”, reconoce un funcionario del centro penitenciario de Pamplona. Con la declaración del Estado de Alarma en marzo del año pasado se suspendió todo contacto físico, así como las actividades que realizan los internos (formación, talleres, visitas de entidades sociales, deporte, teatro, música, etc), los permisos de salida… A partir de la desescalada se fueron retomaron, pero, paralelo al endurecimiento de las restricciones por las sucesivas olas en el “exterior”, se han ido suspendiendo y retomando según la evolución epidemiológica.

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El único contacto desde entonces ha sido por comunicaciones orales, es decir, a través de un cristal, que se han ampliado a toda la semana, aunque se ha reducido a dos personas por interno cuando antes eran cuatro. También se han facilitado llamadas telefónicas y videollamadas, cada 15 días aproximadamente, especialmente para los familiares que no pueden ir a la prisión. En cuanto al regreso al centro (sea por permiso, visita al juzgado o al médico, por ejemplo), deben hacer un aislamiento sanitario de unos 10 días para prevenir contagios. Los hombres lo realizan en el módulo de ingresos y las mujeres, en sus celdas.

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