La situación del alimoche no es buena. Al igual que en otras regiones de la Península Ibérica y de Europa, las poblaciones de esta especie de buitre también han descendido en Navarra hasta tener, en 2018, 129 territorios (119 seguros y 10 probables), siendo la Comunidad Foral, tras Huesca (142), la segunda provincia junto con Guadalajara (129) con mayor número de parejas.

En este sentido, una de las poblaciones que más ha sufrido es la del valle del Ebro, desde La Rioja y Navarra hasta el Bajo Aragón, donde han llegado a perderse el 70% de los territorios en los últimos 30 años.

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Sin embrago, esta especie, tras haber experimentado un importante declive, parece que se está estabilizando en la Comunidad Foral según los últimos datos. Su situación es desigual, explica José Antonio Donazar, biólogo navarro e investigador en la Estación Biológica de Doñana, ya que la especie está sufriendo disminuciones poblaciones en la zona sur de la comunidad, especialmente en las Bardenas Reales, donde llegó a haber una de las poblaciones más densas de Europa, y en el Pirineo, mientras que en la zona atlántica y media occidental (sierras de Urbasa, Andia y Lokiz) la población parece que se está recuperando.

No obstante, debido a la caída poblacional de la especie en las últimas décadas, el alimoche ha sido considera por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) como una especie “en peligro”. Ha desaparecido de amplísimas zonas de Europa, África y Asia. En la Península Ibérica aún es relativamente frecuente, y es que “aquí se mantiene más del 80% de la población europea. Hoy en día quedan sólo unas 1.500 parejas”, detalla Donazar.

Desde hace mucho tiempo, la principal amenaza para la especie han sido los venenos. Los cebos envenenados destinados a matar zorros y otras “alimañas” han causado desde 1992 la muerte en el Estado español de 325 alimoches, 29 de ellos en Navarra. De hecho, el caso de los envenenamientos de cotos de caza de la Ribera en 2012, fue el mayor caso conocido de toda la historia en el Estado, que supuso la muerte de varios ejemplares. “Afortunadamente”, dijo Donazar, “parece que esto va remitiendo en los últimos años”.

Ahora, aparece una nueva amenaza en los parques eólicos. Hasta el momento hay registradas 40 muertes de alimoches en aerogeneradores a nivel estatal, el 25% de ellos en Navarra. “El problema es que las muertes en molinos son un factor que actúa permanentemente -contrariamente al veneno- y seguirá actuando durante décadas. Además, el problema va in crescendo”, asegura el biólogo. “Los proyectos eólicos aparecen a diario. Se han realizado y se siguen proyectando ubicaciones en el mismo límite de reservas y parques naturales, paisajes de enorme valor ecológico como Pitillas, las Bardenas Reales, Urbasa y Andia. El daño a largo plazo en las poblaciones de aves y murciélagos, por no hablar del paisaje navarro, algo que todos valoramos, va a ser enorme y definitivo”, asegura.

El Gobierno de Navarra, por su parte, legisló en 2014 para que las explotaciones autorizadas puedan abandonar las reses muertas en determinados lugares y condiciones, indica Alfonso Llamas, técnico del Departamento de Desarrollo Rural Y Medio Ambiente, lo que ha hecho que más de 2.000 explotaciones estén ya autorizadas.

Asimismo, se han habilitado los planes de gestión de los muladares para que en algunos de ellos se depositen cadáveres de pequeños animales para beneficiar a esta especie y al milano real frente al buitre leonado.

“El 80% de los alimoches de Europa están en la Península Ibérica. Solo quedan 1.500 parejas”

Biólogo del CSIC