ue en julio e 1993, hace casi tres décadas, cuando los biólogos navarros José Antonio Donazar y Olga Ceballos, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), anillaron a Doce, un polluelo de alimoche de apenas dos años y que lleva este nombre por las dos primeras letras de los apellidos de los investigadores, en las Bardenas Reales de Navarra, cerca de Carcastillo.

Fue hallado junto a otros 20 alimoches en una red que Donazar y Ceballos "habían cebado, un golpe de suerte que raras veces ocurre porque son muy desconfiados y recelan mucho de cualquier cosa que pueda representar un peligro". A este alimoche, al igual que a todos los demás, se le colocaron dos tipos de anilla: una metálica donde viene un "remite", que permite devolver el animal en caso de que se recupere al ave muerta, y otra de plástico con un "código alfanumérico", que permite identificar al rapáz a cientos de metros, sin molestarlo, con la ayuda de telescopios.

Tras ser anillado, Doce voló libre y continuó con su vida, ajeno a las investigaciones de quienes le dieron nombre, por nada menos que 26 años. La sorpresa llegó en junio de 2020, cuando el equipo de investigadores dirigido por Antoni Margalida, del Instituto de Investigación en Recursos Cinegéticos (IREC-CSIC), lo capturó en Catalunya, entre Huesca y Lleida. El alimoche había perdido la anilla de plástico, pero conservaba la de metal. Gracias a eso, Margalida supo inmediatamente que el alimoche era de Navarra.

Recientemente, se están marcando alimoches con GPS para conocer sus movimientos de manera más precisa. En concreto, a Doce, los investigadores catalanes le colocaron uno de estos aparatos para así poder seguir, entre otras cosas, su migración a África entre finales de septiembre y mediados de marzo.

120.000 kilómetros de vuelo en 30 años

Hoy, Doce es el alimoche más longevo conocido en libertad, con 30 años y 120.000 kilómetros de vuelo en su plumaje, lo que equivale a tres vueltas al mundo. A pesar de ser "propietario" de un territorio del prepirineo, justo en la muga entre Aragón y Cataluña, en la Ribagorza -a 200 kilómetros de donde se le capturó-, los alimoches ibéricos pasan todos los años el invierno en el Sahel, al sur del Sahara, fundamentalmente en Mauritania, Mali y Senegal.

Las aves, en general, "suelen vivir muchos años mas de lo que se supone", explica Donazar, quien desarrolla su labor en el campo de la ecología animal, fundamentalmente centrándome en aves rapaces y en particular carroñeras y con una clara orientación de conservación, en la Estación Biológica de Doñana (Consejo Superior de Investigaciones Científicas). Doce, el abuelo de los alimoches, bate el récord de edad con sus 30 años pero, "probablemente, si una desgracia no se cruza en su camino, podrá vivir todavía mucho más. Se conocen, por ejemplo, albatros de 70 años que aún se reproducen con normalidad, algo impensable en un mamífero", indica el investigador.

Por desgracia, las amenazas humanas determinan que las aves vivan mucho menos de lo que sería normal en condiciones naturales. En los alimoches, es difícil que los ejemplares superen los 15 años de vida, algo que los investigadores conocen gracias a las anillas que les colocan, y que ponen de manifiesto que muchos mueren en sus primeros años de vida.

Especie en peligro de extinción

En este sentido, el alimoche se ha rarificado enormemente en toda su área de distribución mundial, hasta el punto en el que la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza le ha colocado la etiqueta de "especie en peligro", y es que no hay más que 1.500 parejas en la Península Ibérica, que representan el 40% de la población europea total.

Actualmente, y desde hace tiempo, la principal amenaza para la especie han sido los cebos envenenados destinados a matar zorros y otros animales. Ahora, el peligro más flagrante lo representan los parques eólicos. Hasta el momento hay registradas 40 muertes de alimoches en aerogeneradores en el Estado español, teniendo lugar 10 de ellas en la Comunidad Foral.

Frente a estas amenazas, Donazar señala dos frentes principales para trabajar en la recuperación y la repoblación del alimoche. "El más importante es reducir la mortalidad causada por las actividades humanas, la que denominamos 'no natural'".

Por otra parte, a largo plazo, "hay que asegurar que esta y otras aves necrófagas, los buitres, encuentren suficientes recursos tróficos de calidad en la naturaleza", señala el biólogo navarro. Para ello, -sigue Donazar- hay que favorecer la ganadería extensiva y el mantenimiento de la biodiversidad en ambientes rurales, porque así se favorece que los buitres encuentren restos de pequeños animales. "La tendencia actual al empobrecimiento de los paisajes agrícolas y ganaderos, tanto por abandono como por intensificación, es muy negativa para estas y otras aves", añade.

Lamentablemente, el alimoche no es el único animal en especial vulnerabilidad en la Comunidad Foral. Actualmente, el Gobierno de Navarra tiene catalogadas cerca de 370 especies amenazadas en nuestro territorio y mantiene planes de recuperación para el cangrejo de río, el buitre quebrantahuesos, el águila de Bonelli, el urogallo, la perdiz nival y el oso pardo.