"Mamá, me quiero morir". Así de directas y dolorosas fueron las palabras con las que Idoia Aranguren, vecina de Noáin de 25 años, le contó a su madre que se había intentado suicidar. Aquel día dio el primer paso para hacer frente a la situación por la que estaba atravesando: contarlo y pedir ayuda. Tenía entonces 14 años y el bullying que sufría en el colegio por parte de las que decían ser sus amigas había agravado considerablemente la enfermedad mental que padece desde niña.

La situación le superaba y el nivel de sufrimiento al que estaba sometida por los insultos, los gritos, la burla y el acoso hicieron que la idea del suicidio le rondase la mente. Era la única manera que tenía de acabar con el dolor que sentía, que, además, creía interminable. "Yo, en realidad, no me quería morir, lo que quería era dejar de sufrir. No veía otra salida", recuerda la joven.

Sin embargo, el apoyo de su familia y, en especial, de su madre -y la ayuda de profesionales de Salud Mental- hicieron que Idoia apostase por volver a vivir, cambiase de colegio y estudiase Trabajo Social en la UPNA. "Ahora me gustaría dedicarme a algo relacionado con la Salud Mental, si no con la violencia de género. Creo que puedo aportar cosas y ayudar después de lo que yo he vivido", relata Idoia, que lanza un mensaje claro para quienes se encuentren en una situación similar: "Yo les diría que no están solos, que aunque cueste contar por lo que están pasando que lo hablen con su familia o con su entorno cercano. Es importante pedir ayuda y también acudir a profesionales, es la mejor solución. Y que no piensen que molestan o que son una carga para los suyos".

Inicio del Bullying

Con 8 años, Idoia empezó a tener problemas de Salud Mental y tiempo después le diagnosticaron una enfermedad que más o menos tenía controlada, pero todo se torció en mitad del curso de 3º de ESO: "Tenía un grupo de amigas en clase y había una chica con la que yo me llevaba bien pero no tenía relación con el resto, así que decidí integrarla en el grupo. Y de repente me fui de vacaciones y al volver ninguna de ellas me hablaba y comenzaron a decir una serie de mentiras sobre mí. Intenté hablar con ellas pero no hubo manera y ahí se acabó la amistad". A la par que su relación con las que decían ser sus amigas terminaba, arrancaba el episodio de bullying que Idoia sufrió aquel curso. "A partir de entonces comenzaron a insultarme y a burlarse de mí.

Pero además el bullying no se quedó en clase porque también me gritaban por la calle, me tocaban el timbre en casa y me acosaban por redes sociales. Fue muy duro", recuerda la joven, que comenta que incluso algún profesor lejos de detener a sus compañeras fomentaba las burlas hacia Idoia.

El bullying al que estaba sometida agravó mucho su enfermedad mental y la situación se volvió tan insoportable que Idoia dejó de ir a clase para evitar el acoso de sus compañeras. Se encerraba en el baño y allí pasaba horas para evitar el calvario por el que estaba pasando. Tampoco salía a la calle por miedo a encontrarse a sus acosadoras. "Estaba muy mal y acabé yendo a un centro de día en lugar de acudir a clase. Tenía fobia escolar, una profesora del CREENA (Centro de Recursos de Educación Especial de Navarra) venía para darme clase pero era ponerme delante de un libro y empezar a temblar", relata.

Era tal el sufrimiento que Idoia sentía que se le hacía insoportable. Además, no veía solución a ese dolor que se iba prolongando en el tiempo, no veía que lo que estaba sintiendo fuese a terminar nunca. Ante ese sufrimiento que se le antojaba infinito, comenzaron a rondar su mente las ideas de suicidio y de autolesión: "He tenido varias tentativas de suicidio. No podía más, tenía un sufrimiento muy grande que quería que se acabase. Estaba muerta en vida. Además, también tenía sentimiento de culpa, porque veía que yo era una carga para mi familia, que molestaba. Entonces decidí quitarme del medio". Han sido varios las tentativas de suicido que tuvo Idoia, que hasta llegó a escribir una carta de despedida para sus amigos y su familia. Pero un día se sentó con su madre y se lo dijo claramente: "Mamá, me quiero morir". También se lo comentó a su psicóloga y entre familia y profesionales le ayudaron a seguir adelante. "Me quitaron las pastillas y no me dejaban sola. Me costó pedir ayuda porque no tenía fuerzas para hacerlo, pero fue eso lo que me salvó", explica.

Una vuelta a clase costosa

Poco a poco, con ayuda de su familia y del centro de día fue perdiendo el miedo a todo lo relacionado con el colegio. "Después de aquello me cambié de centro y tuve que recuperar todas las asignaturas de 3º de ESO ya que no había ido a clase. En el nuevo colegio todo fue mejor, hice grupo de amigos y todos pusieron de su parte", relata Idoia, para quien no fue fácil volver a un aula tras el trauma sufrido: "Ese curso, en 4º de ESO hice una adaptación progresiva, es decir, me incorporé poco a poco a las clases. Primero, empecé yendo a la puerta del colegio acompañada. Después fui entrando hasta las escaleras. Más tarde iba hasta la portería y me quedaba un rato allí; hasta que finalmente conseguí ir a clase, pero fue un proceso muy duro y costoso".

Sin embargo, los fantasmas del bullying no volvieron en el nuevo centro. Tanto sus compañeros como el profesorado comprendieron su situación y apoyaron a Idoia desde el principio: "No me pusieron ninguna pega nunca y eso que no conseguí ir una semana seguida a clase, mínimo un día tenía que faltar porque para mí era un gran esfuerzo y necesitaba respirar". Tras acabar la ESO, Idoia cursó la FP de Integración Social para después graduarse en Trabajo Social en la UPNA. Ahora estudia el Máster de Intervención interdisciplinar en violencia de género y en un futuro le gustaría centrarse en este ámbito o en la Salud Mental. "Ya he hecho prácticas en Salud Mental, porque después de todo lo que he sufrido quiero sacar algo positivo ayudando a los demás", apunta la joven.

Romper con el tabú y el estigma del suicidio y la Salud Mental

Idoia valora mucho la "valentía de las personas para mostrarse vulnerables". De hecho, es una frase que ha hecho suya porque cree que el tabú y el estigma que rodea a la Salud Mental son una de las cosas que están detrás del suicidio. "Hay mucho estigma con este tema, la gente cree que tener una enfermedad mental es estar loco y no estar bien de la cabeza. Pero no es así", señala. También cree que el suicidio es un tema que la sociedad evita, pero defiende que para hacerle frente precisamente lo que hay que hacer es "hablar, comunicar y ser capaces de reconocer que estamos mal". "A veces da vergüenza decir que estamos sufriendo, expresar nuestros sentimientos. Pero es precisamente eso lo que tenemos que hacer. A una persona que tenga ideas de suicidio le recomiendo que cuente lo que le pasa a su familia o a su entorno, que hable y pida ayuda. Esa es la solución. Y para las personas que tengan cerca a alguien que está en una situación así solo les diría que no juzguen y que escuchen para tratar de entender a esa persona", destaca Idoia.

Asimismo, insta a quien lo necesite a acudir a Salud Mental, que es donde mejor van a gestionar los problemas. No obstante, señala que es un servicio que debería mejorar: "Por mi experiencia sé que los seguimientos que se hacen desde el sistema público son insuficientes. Hay personas que necesitan un seguimiento continuado y les dan cita una vez al mes. Mucha gente se tiene que ir a lo privado, pero no todo el mundo puede costeárselo". Ahora, la mochila que porta Idoia le hace ser una joven con un discurso potente y muy definido y tan solo espera que contar su testimonio sirva para ayudar a quienes sufren en su día a día.