"He visto partir a todo el mundo; yo también quiero marchar". La ansiedad se adueña de una joven maliense que se aferra a su mochila azul y se sacude la tensión mirando una y otra vez al móvil. Otros compatriotas parecen ensimismados. Una treintena de migrantes deambulaba este martes por el centro de Irun. Están agotados, con una creciente desesperación, pero tienen la misma determinación: cruzar la frontera. "Lo haremos las veces que haga falta porque en Irun no hacemos nada", confiesan.

En sus rostros se adivina el cansancio. Entre el grupo hay tres menores que matan el tiempo jugando en la céntrica plaza. Junto a ellos están sus madres, que no pueden ocultar su preocupación porque no acaban de ver claro cómo llegar hasta Baiona. Hay tres mujeres que van y vienen.

El resto son jóvenes varones como Hamed Sylla. "Es la primera vez que voy a intentar pasar la frontera hacia Francia, donde me esperan", cuenta este maliense de 27 años que llegó a Irun hace dos días. "Sé que la situación está muy complicada pero lo tengo que hacer", insiste el joven bajo un gorro de lana.

La presión migratoria va en aumento durante las tres últimas semanas. La Red de Acogida de Irun (IHS) denuncia que se ha duplicado el número de migrantes que llegan al paso fronterizo. Cada día alcanzan la muga entre 25 y 30 personas, que acuden en primera instancia al centro temporal de atención humanitaria de Cruz Roja.

Una vez que abandonan el recurso, muchos acaban en la plaza San Juan donde Irungo Harrera Sarea les ofrece información a la espera de una oportunidad. "Son personas libres que pueden hacer lo que quieran, aunque sus posibilidades son cada vez más escasas", lamenta Josune Mendigutxia, voluntaria de la red de apoyo.

Los controles policiales son constantes. Este martes eran visibles un día más en el Puente de Santiago. Este enclave se conoce ya como la "otra valla de la crisis migratoria" del Estado español y el país galo. El endurecimiento de la vigilancia de los puntos de tránsito regulares entre Irun y Hendaia está generando "ansiedad, desesperación y estrés", lo que les obliga a los migrantes a buscar rutas en las que tienen que volver a arriesgar sus vidas.

A este lado de la muga también podía verse a media mañana un control de la Guardia Civil. El cierre fronterizo es cada vez es más efectivo pero afecta principalmente a personas negras o de supuesta procedencia norteafricana. Este periódico ha podido comprobarlo pasando a uno y otro lado sin ningún problema. No es el caso de Makhtar. "Lo he intentado dos veces pero me han devuelto", dice el joven senegalés, que llegó a España hace nueve meses.

Acaba de llegar a Irun, como buena parte de los migrantes que le acompañan. A Makhtar le ha sido denegada la solicitud de asilo y protección. "He preguntado el motivo pero no he recibido respuesta, y aquí en Irun no hago nada. Debo ir hacia Francia como sea", revela este joven de 24 años. "Sé que hay controles pero hay que arriesgarse. Muchos amigos lo han conseguido y están ahora en Francia. He podido hablar con ellos por teléfono. Algunos están en proceso de demanda de asilo y otros trabajando. Ese es mi objetivo", aclara.

El bloqueo en la frontera provoca que cada vez más jóvenes acaben en manos de las mafias, según viene observando Irungo Harrera Sarea. Los arrestos de la Guardia Civil de personas que pretenden introducir a migrantes en Iparralde se suceden. "Entre el jueves y el domingo hubo aquí cincuenta chavales colapsados. No sabemos qué ha sido de ellos, pero seguro que alguno lo intentó también por el río o de cualquier otra manera", aventuran desde la red de apoyo.

La plataforma alerta de que estas personas tratan de cruzar la frontera adoptando decisiones cada vez más arriesgadas. "Nos costa que sigue pasando gente por el río", asegura Jon Aranguren, representante de Irungo Harrera Sarea. Makhtar no es de los que han intentado cruzar a nado. Dice el joven que no quiere tomar ese riesgo porque sabe que tres migrantes han fallecido en los últimos meses. El último fue Abdoulaye Koulibaly, el joven de 18 años de Guinea Conakry que perdió la vida tratando de cruzar el Bidasoa el 8 de agosto.