“Venimos de una pandemia muy tocados y ahora tenemos que afrontar esto”, sostenía Iñaki Osés, gerente de Viajes San Fermín, en la calle Río Arga. En la vía que bordea el río, entre la Rochapea y Casco Viejo, fue una de las más afectadas en Pamplona. Junto a la agencia de viajes, el centro de estilismo de Mía López también sufrió la fuerza del agua. “Ha afectado a todo el mobiliario y las máquinas” expresaba López. A su lado, una operaria de limpieza del Ayuntamiento sacaba con ayuda de una manguera los restos de lodo que aún permanecían en el suelo.

“Dentro hemos tenido unos 70 centímetros de agua y fuera ha llegado al metro”, señalaba con el dedo López, mientras su marido, junto amigos y familiares limpiaban un salón de belleza totalmente destrozado. En el interior, como se aprecia en la imagen multitud de productos cayeron al suelo debido a la fuerza del agua.

Los comercios de la calle Río Arga poco pudieron hacer para salvar enseres o impedir el paso al agua. “Cuando volví de llevar a mi al colegio ya no podía pasar. Dejé el coche en el parque de los Enamorados y me vine corriendo pero ya era tarde”, relataba López. Junto al suyo, otros negocios como bares, de comida turca o domicilios particulares también recibieron daños. Especialmente dos viviendas construidas aprovechando bajos que estaban ideados para uso comercial, en la travesía Bernardino Tirapu.

En la agencia de viajes San Fermín varias personas trabajaban para sacar todos los muebles y equipos informáticos. “Ha afectado a todo”, resumía el gerente Iñaki Osés. El suyo es un buen ejemplo de un negocio gravemente afectado por la pandemia que aún vivimos, y de los esfuerzos de muchas pequeñas empresas para reinventarse y salir adelante. “Me he dedicado a muchas otras cosas, he distribuido dispensadores de hidrogel, y en la fachada puse dos máquinas de vending”, relataba Osés, señalando a los dos aparatos, junto a las que se acumuló en torno a un metro de agua. “El seguro me ha dicho que las van a reponer”, decía aliviado, también porque el viernes pudo abrirse paso en la piscina en la que se convirtió la zona de Anelier y Corralillos, para entrar en su local. “Vine para recuperar un servidor de datos para poder dar servicio. Todos los viajes y encargos que tenemos van a salir adelante por eso”, declaraba con firmeza, mientras volvía la vista hacia la oficina, ya aprovechar el último tramo de la mañana para limpiar algo más.