“Hola, Eneko. Soy Carlota Rodríguez Yárnoz, venezolano-española, y acabo de exiliarme a Madrid. Mi madre y mis abuelos, Javier Yárnoz, María Carmen Húder y Maricarmen Yárnoz, se exiliaron en el 36 a Francia y en el 39 a Venezuela, donde murieron mis abuelos. En el 36 fusilaron a Lorca, amigo de mi abuela, y a mis tíos abuelos Marino y Ramón Húder en Valcaldera, el 23 de agosto, a lo que solo sobrevivió Honorino Arteta. Llevamos años intentando dar con algún familiar suyo porque tenemos una carta escrita a máquina y firmada de su puño y letra, que él le entregó a mi bisabuela, cuando supo que era la madre del médico (mi tío Marino) que él recordaba de ese grupo. Mi madre vive y los tres hijos y dos nietos iremos al homenaje en Elizondo el próximo 19 de este mes. Tenemos entendido que tú eres uno de los organizadores, así que se vas a estar, te llevaremos la carta. Un saludo cordial".

Así se dirigía a mí por medio de un mensaje en el Facebook Carlota Rodríguez. En su mensaje me hablaba de una carta que después de 84 años quería entregar a familiares de Honorino Arteta, único superviviente de la matanza de Valcaldera donde fueron asesinados sus familiares (cincuenta y dos asesinados en total). Yo era el único familiar con el que, a través de las redes sociales, tenían posibilidad de contactar. Su madre es hija de una hermana de Marino Húder y del arquitecto pamplonés Javier Yárnoz que se vio obligado a exiliarse por motivos “éticos” tras el tremendo mazazo que le supuso el fusilamiento en 1936 de su cuñado, para salvar sus vidas y las de su familia debido a la represión que se desató tras el golpe de estado. Entre la familia exiliada, Romana Carlosena, madre de Marino Húder.

El exilio republicano

Así nos encontramos el pasado 19 de septiembre en Elizondo, durante el acto de Homenaje al Exilio Republicano navarro organizado por el Gobierno de Navarra. Tal y como acordamos, M.ª Carmen Yárnoz Húder (justo el día en que cumplía 93 años) acompañada de varios familiares me entregó, en medio de la emoción que nos embargaba a todos en ese momento, la copia de la carta que Honorino Arteta había hecho llegar a su abuela desde el frente de guerra, desde Aragón, en 1937. Su nieto, Michel Otayek Rodríguez depositario de la misma, que la acompañaba también en el acto de Elizondo, la había traído unos días antes desde Nueva York, ciudad en la que reside.

M.ª Carmen Yárnoz me manifestó que esa transmisión significó para su familia cerrar el círculo y entregar esa carta a quien correspondía. Así se lo había prometido a su abuela Doña Romana. Fue un honor conocerlos y acompañarlos en el homenaje al exilio. Siempre les estaré agradecido por el regalo que me hicieron... Agradecimiento que también extiende Chantal Estrade Arteta, nieta de Honorino que lanzó el txupinazo en los sanfermines del 2015.

El original que mantiene la familia Yarnoz-Huder, es una copia realizada con papel carbón en folios amarillentos tras 84 años. Para facilitar la lectura (se me entregaron fotografías de estos siete folios), la ha transcrito. Esta transcripción tiene carácter provisional, está sujeta a posterior revisión y corrección; se ha mantenido el texto original, sin cambiar las palabras o el significado de las frases. Corrigiendo solamente para una mejor comprensión faltas de ortografía y añadiendo y/o modificando algunos signos de puntuación.

Galo Vierge en su obra “Los culpables. Pamplona 1936” relata el testimonio de Honorino Arteta que fue narrando su odisea a sus compañeros en el frente una vez que pasó a zona republicana. Es la versión más extensa y detallada que tenemos hasta la fecha sobre lo que ocurrió en Valcaldera, y de las condiciones que se dieron en su huida. Este relato que Honorino hizo llegar a los Húder, amplía detalles tanto de su detención como del traslado en dos autocares a Valcaldera, el fusilamiento, la huida, el paso por la frontera, la llegada a Mauléon, el paso a la zona republicana por Cataluña, etc. que iré desarrollando a continuación.

Muchos detalles, incluso frases de la obra de Galo Vierge, coinciden con el relato que hace Honorino. Sabemos que gracias al papel carbón, se hicieron dos copias del mismo ¿Pudo Honorino hacer llegar a Galo Vierge, su compañero en la cárcel, el segundo duplicado?

Matanza de Valcaldera

“El 20 de julio de 1936 sobre las ocho de la madrugada, sorprendieron unos 30 falangistas acordonando la casa, una vez hecho este trabajo entró una pareja de la guardia civil en la casa haciéndome salir, y seguidamente subir en un camión, propiedad de un transportista de Pamplona apellidado Reberte, acompañado de esta cuadrilla de asesinos me subieron de la estación del norte a la comisaría, pasándome por donde más público había. Una vez en la comisaría sin tomarme más declaraciones que las que dio delante de mí un falangista, me metieron en un calabozo.”

Honorino Arteta desarrolla con muchos detalles lo ocurrido en la cárcel la tarde del 23 de agosto de 1936 y la salida de la misma. Comenta que el mayor jefe de los matones era el “jefe de falange, el muy conocido criminal Gregorio Apesteguía”

Nos expone como los mataban. Para confesarlos les soltaban de las ataduras “Cuando vino el cura nos encontrábamos muy cerca Galbete y yo. El primero fue a Galbete, se negó rotundamente a confesarse, seguidamente vino a mí, recibiendo otra negativa al igual que la anterior, seguidamente llegó el canónigo con la forma, entonces el cura le dijo que nos negábamos a confesar. El canónigo muy furioso llamándonos criminales nos colgó un escapulario en el cuello y nos echó la bendición. En este momento llegó Apesteguía y enterado de lo sucedido quiso descargar sobre mí, me agarró de la solapa con una mano y con la otra me enseñaba un cuchillo de grandes dimensiones y en medio de algunos insultos y aprovechándose de que estaba indefenso, me amenazó con partirme a pedazos vivo. Mientras esto sucedía oímos descargas” Ya estaban fusilando “Afusilaban por grupos de 6, cuando fue nuestro grupo ya habían fusilado 18, los que estaban en una gran balsa de sangre. El grupo nuestro lo integrábamos los siguientes, los dos hermanos Cayuela, Galbete, dos muchachos jóvenes que no conocía; nos llevaron al sitio donde estaban nuestros desdichados compañeros ya muertos, haciéndonos poner a unos 50 centímetros de los muertos”.

Aquí relata algo novedoso; tras la orden de fuego y las descargas, Honorino y dos compañeros más salieron corriendo (él tenía heridas producidas por cuatro balazos) dejando muertos tras de sí a los hermanos Cayuela y a Galbete. Perseguidos por vehículos pronto dieron alcance a sus dos compañeros y allá mismo los remataron.

La huida

Comienza el relato que más espacio ocupa de su testimonio: la huida. También el que más novedades desconocidas hasta ahora aporta. No cruzó la frontera en ocho o diez días como se creía hasta la fecha, sino que el periplo de su fuga duro tres meses.

Así relata su primer encuentro con un pastor: “Por el momento no encontraba a nadie ni encontraba agua, pronto oí como una persona venía en dirección a la paridera; era el pastor. Cuando llegó ya viendo como venía solo, salí del escondite y acercándome a él sin más titubeos le pedí agua; yo no estaba en condiciones de andar con rodeos para pedirla, la sed me ahogaba. Entonces me dijo que si, que me daría, pero me quede parado cuando al mismo tiempo me dijo que ya me conocía; era fácil conocerme, cuando me sacaron de la cárcel me habían afeitado la cabeza y era distinguido de los demás porque yo era el único que vestía un mono azul, todos esos detalles se los dieron a él los que yo oí pasar muy cerca de mí por la mañana, con el propósito de que, si me veía, decírselo a ellos. Después de esto me dijo: yo soy de derechas, enseñándome los distintivos, pero no tienes que preocuparte, tengo mejor corazón que ellos, y enseñándome con el palo, me indicaba donde aún se encontraban. Estaban a unos mil quinientos metros de donde esto ocurría, estaban merendando. Entonces, después de darme agua, me llevó a unas malezas a esconderme con el propósito de llamarme cuando ellos se marcharan”.

Ocupa muchas líneas el relato de su persecución; de las ayudas prestadas por campesinos y pastores en las Bardenas (estuvo refugiado un mes entero en una pequeña cueva); el encuentro con otras cinco personas que también escapaban de una muerte segura; la decisión de cruzar juntos la frontera por Belagua en vista de que las condiciones que se dieron el 18 de julio no cambiaban favorablemente para las gentes republicanas y no era conveniente permanecer escondidos sine die; lo cerca que estuvo de morir ahogado al atravesar el rio Aragón cerca de Sangüesa ya crecido por las lluvias otoñales; la dispersión del grupo al ser sorprendidos por carabineros en la frontera quedando Honorino solo…

Sorprende el relato de este hombre que con largas épocas de hambre y sed, con un mono azul de mecánico como única vestimenta y sin calzado, con los pies despellejados y heridos solo cubiertos con harapos y arpillera como él relata, logra cruzar la frontera ya nevada “al escalar una brusca montaña que ya pensaba morir, me caí desvanecido, faltándome la mayor parte de la piel de los pies y cortándome el aliento, pasé aproximadamente dos horas, sufriendo como nadie ha podido sufrir, sentía dolores por todo el cuerpo, gracias a la moral que me crecía por momentos con aquella ilusión de que no quería morir en terreno faccioso, esta muerte en su terreno habría traído una gran alegría para ellos, Ya no les traería de cabeza que aquel único que escapó de grande salvajada, algún día les podrá descubrir”.

Paso de la frontera y regreso a la España republicana

A partir de aquí, todo su relato nos era desconocido. Honorino Arteta narra el encuentro con cinco cazadores de la localidad fronteriza de Sainte-Engrâce que le ayudan y le prestan cuidados en un momento que se encontraba ya agotado. Le presentaron a las autoridades francesas y le propusieron trasladarlo a Mauléon-Licharre para hospitalizarlo. Expone como al llegar al hospital, enterados de su encuentro, un numeroso grupo de exiliados españoles organizados en lo que Honorino llama “Grupo del Frente Popular”, le acomodan en una sala aparte y le advierten de que no haga más que las declaraciones justas a las autoridades francesas. Autoridades que a los ocho días pretenden darle el alta porque no estaban cómodas con la utilización propagandística que el exilio republicano hacía de su caso.

Tras unos días más hospitalizado, pide la alta voluntaria y obtiene billetes para viajar a Barcelona e incorporarse al ejército republicano. En la frontera de Portbou es detenido por la policía de fronteras española ya que estaba indocumentado y no llevaba un pase, solo el billete de tren. Pasa miedo porque no creen su historia, enseña sus cicatrices, sus pies aún lastimados a modo de documentación “y haciéndome preguntas en una de ellas me preguntaron de donde era, yo les dije la verdad, de Pamplona, les cayó un rayo, me contestaron que de ese pueblo no tenían que dejar ni aún para raza, amenazándome que dijera la verdad, quien era y a que venía a España. De momento nada valió creyendo que yo fuera un espía hasta me amenazaron con darme un paseíto en coche, yo lo trague pensando que no habían podido fusilarme los fascistas y que me iban a fusilar los míos”.

Intervinieron policías llegados de Barcelona que ya conocían su historia y lo pusieron en libertad. Ya en Barcelona estuvo convaleciendo mes y medio en el Hospital y una vez recibida el alta, se presentó al sindicato CNT (del que era afiliado) e ingresó en la Columna Ascaso con base en Grañen (Los Monegros-Huesca) con estas intenciones: “Columna que estaría operando en el frente de Aragón, de esta forma podría entrar antes en Pamplona y vengarme y hacer pagar caro lo que conmigo hicieron. Al terminar estas líneas aún me encuentro en dicha columna al servicio de la causa proletaria con ansia de exterminar al fascismo para que nunca más pueda levantar cabeza”.

Con estas palabras termina su relato. No se cumplieron sus deseos, La Columna Ascaso no tomó Huesca, y en la primavera de 1937 se disolvió. Honorino no entró en Pamplona, perdió la guerra y tras pasar por el campo francés de refugiados de Saint-Cyprien, permaneció exiliado en este país hasta su muerte en 1978.

Ochenta y cuatro años después, el escrito con el testimonio que Honorino hace llegar a Doña Romana, la madre de su amigo Marino Húder, hace el viaje de vuelta gracias al empeño de una familia que ha conocido dos exilios por motivos políticos. Hace dos años tuvieron que salir de Venezuela y como dice Óscar Rodríguez, hijo de M.ª Carmen Yarnoz: “Y en un parpadeo, la siguiente generación, nosotros, sus hijos, y los nuestros, sus nietos, nos vemos en una situación similar por una circunstancia también similar”. Mari Carmen, tuvo seis hijos, de los cuales tres viven en Madrid, y dos en Costa Rica. En Caracas solo quedará su hija menor.

Viajes de ida y vuelta: los exilios de las personas, los testimonios orales y escritos de las víctimas.

*Familiar de Honorino Arteta y activista de la Memoria