Cuando me dijeron que mi hijo tenía una cardiopatía no pude digerirlo. Sentí como cuando te pegan un puñetazo en el estómago. Yo iba a hacerme la ecografía de la semana 20, con la ilusión y los nervios de saber si iba a ser chico o chica y nos llevamos un palo enorme". A Ruth Correia se le cayó el mundo encima cuando los médicos le dijeron que su hijo Leo sufría una estenosis de la válvula mitral, lo que provoca que no fluya la sangre correctamente por el corazón. Algo muy similar sintieron y vivieron Ana Hernández y Jaione Ustárroz, madres de niños con cardiopatías que participaron en la I Jornadas de Cardiopatías, organizada por la asociación Pequeña Guerrera.

En el caso de Ruth y Leo, su historia de supervivencia los llevó hasta Boston, donde el pequeño fue operado con éxito del corazón. "Ha sido todo muy duro. Al principio, cuando nos lo dijeron traté de dejar mis sentimientos en un segundo plano, porque lo importante era centrarnos en que Leo saliera adelante. Nos dijeron que lo mejor era que naciese en el hospital 12 de Octubre, en Madrid, y allí fuimos. Cuando nació, además de la cardiopatía, también le detectaron un problema en el hígado, lo que complicaba la operación que le tenían que realizar. Ahí empezó nuestro periplo hasta que dimos con un especialista de esa válvula del corazón en Boston (EEUU), donde le operaron con éxito", relata Ruth.

"Dejé mis sentimientos en un segundo plano porque lo importante era que Leo saliera adelante"

Madre de Leo, operado del corazón

Ana no puede contener sus lágrimas al recordar el día en el que empezó todo: "El 3 de julio de 2020 Eloy empezó a tener fiebre y casi no comía. No tenía mucha fiebre, 37,3, pero como estaba la covid-19 fuimos a urgencias por si era el virus. Le hicieron algunas pruebas y ahí le detectaron una miocardiopatía dilatada grave (que hace que el corazón no bombee bien la sangre) y tenía los pulmones encharcados... Le ingresaron en la UCI pediátrica y a los tres minutos entró en paro cardiaco...".

Ana y su marido llevaron a Eloy a Madrid, al hospital Gregorio Marañón. Allí, tras otros dos paros cardiacos, le pusieron asistencia ventricular (corazón artificial) y Eloy entró en la lista de trasplantes. "Aquellos momentos fueron durísimos pero a los días llegó el corazón; y los milagros a veces existen, y existen gracias a los donantes, porque a mi hijo le pudieron trasplantar con éxito el corazón de un angelito que se había ido y eso es algo que también tenemos muy en cuenta", detalla Ana.

A Jaione también le dieron la noticia en la ecografía de la semana 23, cuando le iban a decir si iba a ser chico o chica. "Sentí que el mundo se abría bajo mis pies. En la ecografía, la ginecóloga vio que algo no iba bien y llamó a otros compañeros para comprobarlo. Yo me empecé a preocupar muchísimo, porque parecía que buscaban algo en la ecografía que no encontraban. Y en efecto, Íñigo tenía la aorta de 1 milímetro. Para mí fue el abismo", relata Jaione. Desde el principio les dijeron que había pocas probabilidades de supervivencia porque estando en el vientre Íñigo vivía gracias a su madre. Pero el pequeño no se dio por vencido y luchó con todas sus fuerzas para salir adelante. "Para mí es un héroe", reconoce su madre.

Llegó el momento del parto y a Jaione la llevaron en helicóptero a Bilbao, pero allí le dijeron que no tenían la suficiente experiencia como para poder atenderla: "Era 25 de julio y yo ya había roto aguas. Me preguntaron: '¿Dónde quieres ir?' Y yo les dije: 'Donde le vayan a salvar la vida'. Me montaron en un avión y me llevaron a Madrid. Allí nació Íñigo algo prematuro y estuvo estable hasta que le dio un infarto y le conectaron a un ECMO (corazón artificial)".

Para que el pequeño saliese adelante necesitaba un corazón nuevo, por lo que entró en la lista de trasplantes. "Cuando me dijeron que había transplantarle me puse en lo peor... No lo veía factible, tenía un mes de vida y no veía posible conseguir un corazón tan pequeñito. Pero gracias a un angelito y a la generosidad inmensa de unos papás acabó llegando un corazón compatible", relata entre lágrimas Jaione. Durante una noche entera, los cirujanos estuvieron reconstruyendo la aorta de Íñigo y al día siguiente efectuaron el trasplante. "Era muy difícil porque el corazón era de un niño más mayor, de tres meses, pero todo salió bien y ahora es un niño con mucha vida", comenta su madre.

Y es que las historias de Leo, Eloy e Íñigo tienen su parte de sufrimiento pero también su parte de alegría. Lo primero, porque siguen vivos y, dentro de lo que cabe, tienen una vida como la de cualquier otro niño. "Él sabe que es especial pero lo entiende y lo lleva bien; ahora por el covid no ha podido ir al cole, pero está deseando volver", señala Ruth sobre Leo. También Ana sonríe al hablar del estado actual de Eloy: "Es una alegría ver que es un crío movido, un poco sinvergüenza (risas). Cuando crezca le enseñaremos todo lo que ha luchado desde que nació para que sea fuerte". "Derrocha vida", sostiene Jaione sobre su hijo Íñigo, y añade que "es un niño especial y sabe que tiene que tomar una medicación, pero tratamos que lleve una vida normal. Y lo más importante: sabe que está vivo gracias a otra persona".