A sus 59 años, ya pensionista tras una vida dedicada a la Psicología comunitaria y una espalda a vueltas, el tudelano Fernando Aguado, integrante de una familia numerosa, se aventura a reflexionar sobre lo que pensó de niño, cuando el hermano Ulacia, portero del colegio de Jesuitas de Tudela, le empezó a meter mano sin cesar. "Imagínate si aquello, con 12 años, lo cuento en casa, en la casa de una familia católica, apostólica y romana como la mía. Cuento entonces que un cura me soba, me besa y me viola, además el cura que permitió que el hijo de una familia de agricultores accediera a Jesuitas, y estoy seguro que antes de acabar me cruzan la cara y que aquello les parece una herejía".

Aguado, que lleva 35 años viviendo en Madrid, contó esto por primera vez en 2006. "Ya no podía callar más. Callé muchos años. Incluso fíjate si fue una violación emocional total, si aquello te llega a afectar, que no salí del armario y no tuve sexo hasta los 38 años. Pero es que ese hombre, el hermano Ulacia, me robó los cuatro años de adolescencia más bonitos que puede tener uno. Afectiva y emocionalmente estaba tan absorbido por aquella historia que no sabía con quién hablar. Y cuando me casé, me decidí a contárselo a los propios jesuitas". Se dirigió primero a su padre espiritual en sus años de noviciado, José Miguel Godaracena. Él le informó de que Ulacia estaba enfermo en Loyola.

Luego, en 2008, contactó con el provincial de la Orden, Juan José Etxeberria, que le informó que tanto Ulacia como su tutor habían fallecido. "Acudí a ellos porque quiero perdón, reconocimiento y luego ya veremos, pero una reparación. El superior no le respondió con nada que se saliera del guión habitual. Que era difícil de creer aquello. Que evitarán que vuelva a ocurrir. "No me ofrecen nada, lo único que me dicen es que rezarán mucho por mí. Entonces es cuando te cabreas mucho y empiezas a repararte a ti mismo, a autorestañarte. Mi indignidad llega hasta aquí".

CONTACTÓ CON JESUITAS El caso de Fernando fue portada reciente del diario El País y viene recogido en el informe que ha elaborado la Universidad Pública de Navarra, por encargo del Ejecutivo foral, para encuadrar la dimensión de los abusos sexuales en el seno de la Iglesia en la Comunidad Foral. Fue a raíz de la investigación universitaria cuando la Compañía de Jesús volvió a contactar con él y le pidieron que contara de nuevo por teléfono todo lo que había sufrido. "Lo hice y lo siguiente que me dijeron es ¿y usted qué pretende?". Y les repetí: reconocimiento, perdón y reparación. Me vino a cuestionar la reparación. Me dijo que si iba más para adelante se pondría en contacto conmigo. Pero a partir de ahora, lo quiero todo por escrito. Luz y taquígrafos. Me fío menos de ellos que de una tormenta".

ENTRE 1974 Y 1978 Fernando Aguado estudió entre 1974 y 1978 en los Jesuitas de Tudela después de haber pasado por los Capuchinos de la carretera de Tajonar, donde le descubrió a su madre que no estaba hecho para seguir como cura, y entonces le tuvieron que buscar otro centro. "A Jesuitas se accedía con un examen, pero además de aprobarlo había que tener recursos económicos de los que mi familia no disponía. Fue entonces cuando apareció en escena el hermano Ulacia, que era el portero del colegio, y que me animó a intentarlo, que él iba a ser mi mentor para acceder al centro y que podía recibir beca con la que pagar los estudios".

Dicho y hecho. Fernando entraba en 7º de EGB como alumno de Jesuitas y Ulacia sacó provecho de aquellas gestiones con su familia. Le enseñó el colegio de punta a cabo. "Yo creo que he visto partes de ese centro que no conocía nadie, salas de visitas con cuadros inmensos de curas del siglo XVI, un almacén detrás del escenario donde guardaban los colchones que se usaban antes cuando era un gran internado... Me daba paseos por zonas secretas. Y mientras me tocaba, me besaba, me masturbaba y me obligaba a hacerle lo mismo. Me dan ganas de salir corriendo a lavarme la mano cada vez que recuerdo esa primera ocasión". Se comportó así durante los cuatro años de estancia de Fernando en el colegio. Luego "me lo compensaba con regalitos, como abrirme la piscina del colegio para mi solo".

TAMBIÉN HUBO OTROS En la portería, el lugar de trabajo del hermano Ulacia, Fernando recuerda que siempre "había mucha afectividad, pasadas de hombros hacia otros niños, mucho contacto", por eso no duda en afirmar que "ha habido obviamente más casos como el mío, pero seguramente no han dado el paso de denunciar. Acerca de las iniciativas en marcha, para abrir una comisión de investigación en el Congreso y la recopilación por parte de la Fiscalía de casos de abusos en la Iglesia que se estén tramitando ahora mismo, Aguado no termina de dar crédito: "La Fiscalía dice que ha recopilado 68 casos de abusos. Es de risa. Obviamente mi caso jamás va a aparecer en la Fiscalía, porque está prescrito, Ulacia murió hace más de una década, y por eso digo que cuando oigo esas cifras me entra la risa. Porque estoy ya en una fase de rebote. Las víctimas de estos depredadores sexuales hemos sufrido, padecido en silencio, lo hemos ocultado a todo el mundo durante una vida, se nos ha ninguneado, ocultado y maltratado. Y ya no voy a pasar más. Hay un momento, como este, que tengo unas ganas terribles de que todo el mundo lo sepa", zanja Fernando. Y, mientras tanto, los Jesuitas dicen que seguirán rezando por él. Tan tarde como innecesario.