Kostya, el niño de 6 años que fue operado en 2020 de un osteosacorma en la Clínica Universitaria de Navarra, ya se encuentra a salvo de la guerra en Ucrania después de sobrevivir durante dos semanas en un búnker en su país, en la ciudad de Lyiv (Leópolis), resguardándose de los bombardeos. La familia de Kostya consiguió cruzar al mediodía de este viernes la frontera con Polonia. Anton y Yulia, acompañados por su hijo Kostya, tienen previsto viajar a Varsovia, donde se instalarán temporalmente, tal como ha confirmado el traumatólogo y especialista en cirugía ortopédica José María Lamo de Espinosa, de la CUN.

Hace apenas 6 años que Kostya llegó al mundo, pero a este niño ucraniano amante del baile, los videojuegos y las matemáticas ya le ha dado tiempo a sufrir dos duros varapalos que han quebrado la etapa de alegría que debería estar viviendo a su edad. El primero de ellos comenzó hace apenas un año, cuando le fue diagnosticado un osteosarcoma (un tipo de cáncer de hueso) que, después de ser tratado en la Clínica Universidad de Navarra (CUN), está logrando superar. Sin embargo, el estallido de la guerra en su país, hace apenas dos semanas, dinamitó su proceso de recuperación y le obligó a recluirse en un búnker junto a su familia, donde han vivido hasta ahora.

Echando la vista atrás, el annus horribilis de Kostya comenzó en abril de 2021, cuando sus padres, Yulia y Anton, llegaron con él en Pamplona para ser valorados en la CUN. "El padre nos contactó a través de Internet para ver si podíamos tratar a su hijo", recuerda el doctor José Lamo de Espinosa, coordinador del Área de Sarcoma, que dio a conocer esta historia a través de su perfil personal de Twitter. "Os confieso que esta semana ha sido dura en lo personal. La historia de Kostya es la increíble historia de superación de todos esos niños convertidos en superhéroes, ante la injusticia que les ha tocado vivir desde tan pequeños. Pero esta es distinta", confiesa, iniciando una crónica que, hasta ahora, era similar a la de cualquiera de los muchos pacientes internacionales de este área.

"Somos centro de referencia europeo en este tipo de tumores, hemos operado más de 2.000 y eso que la incidencia es muy baja. En Navarra tan solo diagnostican uno o ningún caso en un año. La clínica está muy preparada, hablamos en inglés con el padre, y luego hicimos el seguimiento con videollamadas", detalla el especialista en una conversación telefónica con este periódico.

Cuando llegó a Pamplona, Kostya lo hizo con un carácter muy callado. No conocer el idioma y el dolor que le producía el osteosarcoma de 16 centímetros que se alojaba en su muslo, que "no le permitía dormir desde hacía meses", habían borrado su sonrisa de niño, que se desdibujó durante el tiempo que duraron las sesiones de quimioterapia, que sufrió con náuseas, vómitos, agotamiento y la caída de su pelo rubio. "Fue una etapa dura que solo los niños saben lo que supone", reconoce el galeno en la red social.

Tras este tratamiento llegó la cirugía, con la que se pretendía extirpar el tumor para que Kostya siguiese con vida. Una vez logrado el primer objetivo, se reconstruyó el fémur con su propio peroné, conservando también la extremidad y recuperando la función de la rodilla tras más de 8 horas en el quirófano. Al salir de él, comenzó el principio del fin, aunque andando apoyado en sus muletas.

"Ya carga completamente la extremidad, y ahora estamos intentando conseguir que tenga rango de movilidad", explica el doctor, que el pasado 14 de febrero le vio "más alegre" en su revisión rutinaria en Pamplona, adonde acudió caminando con sus coloridos apoyos que ahora contrastan con el gris del búnker en el que se aloja con su familia. "Hace apenas 20 días estábamos aquí con él, y luego ver la foto en el búnker... fue tremendo", lamenta el doctor, que el pasado domingo logró contactar con su padre. "Después de superar el infierno del cáncer aparece la pesadilla de la guerra", le comenta, a lo que él añade que su "este superhéroe tiene que volver a actuar y colgarse la capa".

"La vida en el búnker es complicada. Duerme en un colchón en el suelo lleno de mantas que su madre le prepara todos los días. Al igual que hacía en la Clínica, ve los dibujos en la tablet, junto con sus inseparables, de momento, muletas de colores", publicaba el galeno.

Los problemas de conexión en el país han hecho que el doctor tuviese que ponerse en contacto con la familia a través de Instagram. "Los busqué, mandé un mensaje y esperé. Y a las horas me habían contestado", narra con la alegría de conocer que, pese a la dura situación, la familia se encuentra unida.

Ahora, en un contacto más continuo, el especialista espera que "cambien las cosas" para ellos en tierras polacas, donde cuentan con familia que les puede ayudar, aunque en España siempre tienen un hueco. "Estamos preparados para darle una acogida", desvela su iniciativa personal, aunque explica que la primera idea de la familia es estar cerca de su país en caso de que algún día puedan volver. "No es su primera opción venir, se les ha puesto encima de la mesa pero creemos que lo mejor es que estén lo más cerca posible. Tenemos una forma perfilada para que vengan pero ya lo iremos viendo", subraya.

"Yulia, su madre, se despide contándome que su sueño es volver a ver a Kostya bailar. El mío, que lo haga volviendo a ser un niño, dejando la capa de superhéroe, definitivamente, colgada", concluye el doctor.