Causaron más estragos que el lucro que obtuvieron y ahora, el único identificado por aquel asalto a un bar en Tafalla, ha visto confirmada su condena de un año y seis meses de prisión por un delito de robo con fuerza. La sentencia de la Audiencia navarra confirma la condena impuesta por la juez de lo Penal 1, que consideró probado que el acusado acudió con otras personas en la madrugada del 4 de mayo al bar Buskilberri de Tafalla. Una vez allí, rompió una de las cristaleras y se apoderó de la caja registradora, con 202 euros en metálico, además de otros 168 euros de venta de lotería y 108 más por boletos premiados. Causaron desperfectos valorados en 1.076 euros. El acusado recurrió la sentencia alegando que él no había participado en el robo, pero las testificales que se practicaron durante la vista oral son irrefutables a opinión del tribunal. Así, según se recuerda en el fallo, uno de los testigos declaró que estaba fumando en la ventana de su casa, cuando vio a una persona andando por la calle, a la que reconoció como el acusado, y precisando que le conoce desde hace años. Añadió dicho testigo que le llamó la atención un ruido metálico, que cuando declaró ante la policía precisó que era de monedas, y que por eso miró hacia el lugar, donde pudo ver al procesado con una caja negra en las manos. El acusado imputó a uno de sus tres acompañantes los hechos y afirmó que él se quedó en casa, lo que se ve desmentido por la testifical. Tampoco el acusado dio una razón verosímil del motivo ajeno al robo por el que poseía la caja registradora. En el lugar de los hechos, defendía el acusado, apareció sangre perteneciente a una tercera persona, pero ello no excluye la autoría del acusado, recuerda la sentencia.

Un testigo resultó clave. La sentencia recuerda como prueba de cargo contra el acusado que un testigo declaró que la noche del 4 de mayo de 2018 cuando robaron en el bar de Tafalla, había visto en la calle al acusado, de madrugada, en un horario compatible con los hechos, y a escasos 200 metros del bar, y llevando en las manos una caja negra, habiéndose encontrado posteriormente en poder del procesado, en su domicilio, precisamente la caja registradora que se sustrajo del bar. A ello, uno de los policías forales que participó en la detención confirmó que el acusado tenía arañazos en las manos.