La directora del IES Ibaialde de Burlada, Marta Ripoll, se recupera en su domicilio de la fractura orbitaria causada por el puñetazo que le propinó un chico de 15 años cuando intentó mediar en la agresión del menor a su expareja en plena calle, una actuación que repetiría "sin pensar", y que a ella le ha hecho "más fuerte" y al él "más débil y más pequeño".

Lo reflexiona así en una entrevista con Efe, aún convaleciente y con diversas secuelas tras la operación quirúrgica de este pasado viernes en la que le implantaron una placa de titanio en el hueso bajo el ojo derecho, donde el lunes recibió un puñetazo cuando acudió a separar al menor -detenido el martes- que estaba agrediendo en la calle a una joven, con la que había mantenido una relación sentimental.

Ripoll no conocía a ninguno de los dos, pero no dudó en acercarse con otra compañera del instituto cercano en el que trabaja como directora y profesora de Educación Física y, pese a lo sucedido, dice que volvería a actuar de la misma manera.

CONCLUSIONES, NEGATIVA Y POSITIVA

Las secuelas físicas son evidentes, pero de la parte anímica y moral saca dos conclusiones, la "negativa", la "pena que da que hoy en día sigan sucediendo actos como estos, que un niño no sepa aceptar un no", dice tras conocer que agresor y víctima habían sido pareja.

"Lo positivo es que esto me hace más fuerte para luchar contra la violencia, no solamente a mí sino que espero que a más gente. Que se vayan concienciando y no normalicen estas situaciones de agresividad, aunque remarco que no es toda la juventud, es un porcentaje mínimo el que no sabe aceptar un no, y eso es por lo que tenemos que luchar", plantea para indicar que hay que hacerlo en todos los ámbitos, tanto familiar como educativo y en general en la sociedad.

SABER ACEPTAR UN 'NO'

Impresionada tras conocer que un chico de 19 años ha confesado este miércoles haber matado a su exnovia de 17 en Totana (Murcia), se pregunta por el sentido de tanta violencia e insiste en la necesidad de "saber aceptar un no. En la vida no va a ser todo un camino de rosas", señala en una motivación similar a la que pudo tener el chico que le agredió a ella.

Implicada en el ámbito del deporte, Ripoll señala que "hay que saber ganar y hay que saber perder, las dos cosas. Y eso es lo que hay que inculcar a esta gente que está un poco desviada de lo que es la normalidad, que tienen que saber aceptar cuando se les dice un no o cuando algo no sale como ellos quieren".

"¿Qué consiguen con la violencia? A mí me han mandado al hospital, pero ¿qué ha conseguido con eso? Me ha hecho daño físico, pero psicológicamente no, me ha hecho más fuerte", dice para reconocer el apoyo tanto de su familia como de sus compañeros de Instituto, del Departamento de Educación del Gobierno y de personas desconocidas que le han enviado mensajes de ánimo.

Y sobre el comportamiento de los adolescentes y jóvenes, además de su contacto con los alumnos por su trabajo, tiene en su familia un referente, pues con siete hijos e hijas ve cómo "han tenido, como todo el mundo, sus éxitos y sus fracasos, que han sabido aceptar. Eso es lo que hay que trabajar", incide.

"NOS SALE INNATO"

Así, atribuye en parte el comportamiento que tuvo al acudir a mediar en la agresión a su condición de docente: "Nos sale innato. Creo que los docentes estamos tan implicados en la educación de nuestro alumnado que, a pesar de que no eran alumnos nuestros, ya tienes esa vena de no permitir esta violencia, sea quien sea, sea un niño o sea un adulto".

"Estoy segura de que cualquier otro docente lo hubiera hecho, porque además estamos trabajando muchísimo el tema de la violencia tanto de género con Skolae -el programa de educación en igualdad que promueve el Gobierno foral- como la violencia en general. La coeducación, la igualdad de géneros, el saberse escuchar unos a otros", materias en las que implican a alumnos y profesores.

Otra de sus referencias es el deporte y, especialmente el atletismo, una disciplina "en la que nos conocemos todos" por ser Navarra una comunidad pequeña y que defiende por ser una modalidad en la que "no hay agresividad, al revés. En una carrera, en un salto, ves que un niño hace una marca buena y van todos a abrazarle, como si lo hubieran conseguido ellos también. Y en las gradas, por supuesto, no hay violencia".