Vemos las fotos del centenario del gran Jesús Loroño –con los Indurain, Olano, Lejarreta, Gorospe, Echeverría y compañía– y caemos en la cuenta de que el ciclismo vasco, como el nacional, está en uno de los peores momentos de su historia. Echas la vista atrás y rara (y corta) es la época en la que no ha tenido uno o varios de esos ciclistas campeones que enganchan a los aficionados. Los citados y muchos más. Pero, de pronto, la sequía casi absoluta y un horizonte desolador, al menos a corto plazo.
Y surge una duda de ésas que corroen: ¿es solo que hay un vacío generacional –como esas añadas de mala uva con la que no se puede hacer buen vino– o es un fallo estructural porque se está haciendo algo mal en algún punto de esa cadena que convierte a los chavales en grandes campeones? ¿Ha perdido el ciclismo vasco algún tren moderno en el que van ya los demás? ¿Volverá pronto la lluvia o tardaremos en aplacar nuestra sed?