En el Tour de Romandía, en Suiza, Saint-Imier representaba el epítome de una crono, que era tan corta que era un prólogo, apenas 3,4 kilómetros de distancia. Un salir y llegar. Un hola y adiós. Un asunto nuclear por concentrado. En semejante hábitat, la exactitud del reloj debería ser aún más afinada. Los segundos no eran la unidad de medida.

La sentencia se redactó en centésimas. En el país de los relojes y de los secretos bancarios, la carrera se refugió en una localidad en la que sobresale el Museo Longines.

Longines es una prestigiosa marca de relojes representada por un reloj de arena alado. El tiempo vuela. Cada grano de arena era oro en Saint-Imier porque la crono se medía en parpadeos.

Watson, primer líder del Tour de Romandía. Efe

Cualquier pestañeo de más implicaba una derrota. Ser un Pegaso y tener alas para poder ejecutar un vuelo rasante por la yincana –mucha curva, un giro retorcido, algún pedazo de pavés o una subidita– que suponía el callejero de Saint-Imier otorgaba el premio.

El triunfo y el liderato de la carrera. Recayó la gloria sobre Samuel Watson, al que nadie esperaba en ese lucha extrema, pulgada a pulgada en la esfera del reloj. Fue la primera victoria de Watson el WorldTour.

De hecho, el joven del Ineos únicamente había festejado otro logro en el profesionalismo. El inglés venció con una marca de 4:33, a 45,6 kilómetros por hora de media. Watson fue 38 centésimas más veloz que Ivo Oliveira, que había superado a Iván Romeo por 3 segundos.

Iván Romeo rueda durante el prólogo. Movistar / Sprint Cycling

El luso se llevó las manos a la cara para no ver la derrota ante Watson. Entre los jerarcas que miran a la azotea del Tour de Romandía, Evenepoel y Almeida empataron. Vlasov también merodeó el registro de ambos. Carlos Rodríguez, defensor de la corona, perdió una decena de segundos respecto al belga y al portugués.

La primavera asomó con el sol, el cielo azul y la temperatura ideal. Un escenario estupendo para que los relojeros del ciclismo dieran cuerda al reloj.

Iván Romeo, campeón del Mundo sub’23 de la especialidad, despegó con furia y se sentó en el trono a la espera de alguien que fuera capaz de batirle. Ivo Oliveira le quitó la silla en un esfuerzo que apenas superaba los 4:30, algo así como una canción pop.

Remco Evenepoel, campeón del Mundo y Olímpico de contrarreloj, la bici dorada, tuneada con los colores del arcoíris, el casco aerodinámico también el color oro, no pudo arrancar al portugués de su atalaya. El belga, el gran dominador de las cronos, se quedó corto en el prólogo, tan escasa la distancia que no pudo imponer su compás.

Logró un segundo con Almeida, tres con Vlasov y diez con Carlos Rodríguez. Convertido el prólogo en cuestión de momentos e instantes, se impuso el pulso acelerado de Samuel Watson, que derribó a Oliveira del pedestal de la alegría por apenas 38 centésimas. El feliz parpadeo de Watson.