nO deja uno de sorprenderse ante la capacidad de la tele para superar los límites de la narración y creación audiovisual cuando de recrear la realidad se trata. Telecinco, única cadena europea con diez ediciones del más famoso reality de la tele G.H., ha decidido darle un descanso y visto el éxito arrollador de Supervivientes, más por méritos de Amador y Rosa que por las aventuras isleñas de Kiko y Cía, se ha lanzado a producir un espectáculo similar pero en casona asturiana con historia de fantasmas y espíritus, con una banda de doce protagonistas que para sí los quisiera la mejor novela picaresca del siglo de oro español. Son tantos y tan abundantes los personajes que han entrado en la indiana casona que prometen juego variado, animadas broncas, estrategias de maligno y sexo seguro en pajar o establo, que de eso va la circunstancia del lugar. Estos son los muñecos que la productora ha contratado para el programa granjero: una espectacular domadora de camas y carpas circenses, la madre de una histriónica gritadora de platós, un recordado y afamado atracador de furgón blindado, una muchachita de Albacete que se autodenomina equilibrista vaginal, una descendiente de la dinastía reinante, una presentadora de tele que tiene en su currículo haber puesto cachondas a unas cuantas generaciones de jovenzuelos; una angelical pija en busca de experiencias vitales, un ex guardia civil dispuesto a llevarse la tela, una sáfica amante de otra famosilla, una recuperada y exuberante brasileña, un par de secundarios adonis y todos ellos bajo la batuta de la nueva presentadora-estrella de la casa, Raquel Sánchez Silva, bajo la supervisión del hacedor y consentidor de todo, Jorge Javier Vázquez, maestro de un modo de hacer tele que atufa a millonarias audiencias y satisface a ejecutivos agresivos, como en el patio de Monipodio.