uNA de las series que mejor está funcionando es la titulada Mad Men, que narra las aventuras, desventuras, amoríos y traiciones de un grupo de hombres y mujeres en una agencia de publicidad, en el entorno de los años sesenta con Don Draper como figura central en torno a la que juegan, aparecen y desaparecen los personajes que enriquecen la dinámica narrativa. La serie se inició en 2007 y está arrasando, y se anuncian dos temporadas más a partir de septiembre. En cualquier caso, el creador de la serie, Matthew Weiner, ya tiene previsto el final del protagonista y los guionistas trabajan para dar forma al cierre de la serie con un personaje anciano y venerable. El éxito se basa en el acertado diseño de los distintos caracteres, estilos y personalidades de los miembros de Sterling, Cooper, Draper & Pryce. Los creadores de la serie han recuperado los modos, motivos y usos de una sociedad que, olvidando los efectos de la Guerra Mundial, comenzaba a transitar por la senda del consumismo y desarrollo de técnicas publicitarias y de marketing, descubriendo un nuevo paraíso del capitalismo rampante. La serie mantiene un esquema paralelo de narración: la vida privada y profesional de los distintos actores que se entrecruzan, se repelen o se aman; perfecto reflejo de una época norteamericana bastante ajena a la vivida en aquellos tiempos por estos pagos. La cuidada estética, buscando planos propios para acompañar la labor de los actores que muestran un cuidado distanciamiento y unas actitudes punto acartonadas, distinguen los episodios de Mad Men de otros productos de la competencia. Peggy Olson, Peter Dyckman, Joan Holloway, Salvatore Romano y otros muchos personajes dan vida a una agencia modelo de aquella añorada Norteamérica. Vietnam despertaría a los americanos del sueño dorado fabricado por la publicidad y la propaganda.
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