Me permitirán el latinajo para describir la situación de RTVE tras el nombramiento de González Echenique al frente del ente con su batería de directivos y primeras decisiones de ceses fulminantes de figuras al frente de los programas referencia de la radio y televisión públicas de ámbito estatal. Parece ya un lugar común la idea de que los medios públicos de comunicación no tienen que estar al servicio ni del gobierno ni del partidos que conforma el poder y que como patrimonio de todos los ciudadanos, pagado con sus impuestos, deben de atender los criterios de servicio público a la plural sociedad que los mantienen y atiende. Este principio se base un elemental ejercicio democrático de no hacer tuyo lo que no es tuyo. Las corporaciones europeas han alimentado estrategias de comunicación en base al rigor, profesionalidad y criterio plural de los periodistas, poniéndose como ejemplo preclaro, el comportamiento de BBC, con su gobernador al frente cargado de independencia y buen hacer democrático. Los primeros compases de los nuevos dirigentes de RTVE suenan a alboroto y disonancia, barriendo de un escobazo a profesionales a los que consideraban como poco adictos con la nueva causa gubernamental. Podemos estar asistiendo a un retroceso en el ejercicio diario de pluralidad y participación ciudadana que se había dado en los últimos años con Oliart al frente del cotarro. Los tiempos marcarán la deriva de Echenique y su gente, pero en principio recuerda al periodo de gobiernos en alternancia de la Restauración que consistía en barrer los liberales a los funcionarios conservadores y a la inversa. La oposición ha pedido que se expliquen los criterios de los cambios en el Congreso. Cierto que cada maestrillo tiene su librillo, pero la clase no es suya y los alumnos menos. Quítate tú para ponerme yo parece ejercicio elemental y estéril.