la literatura es una aportación de los pueblos a su sentido lúdico de la existencia, convirtiendo a literatura oral y escrita en vehículos de creatividad y expresión de la humana realidad. La ficción es la materia prima con la que los autores han construido mundos, personajes, argumentos y sagas que recorren el mundo entero. Este desarrollo de historias de ficción supone un enriquecimiento de los pueblos y permite distinguir, entre ficción como sinónimo de falso y como sinónimo de no real. La televisión generalista se nutren de programas de ficción y no ficción, siendo los primeros de creación imaginativa y los segundos, narraciones periodísticas, verdaderas, contrastadas y veraces. Este fenómeno de doble utilización de narraciones en la tele hace que se produzcan extraños y peligrosos fenómenos de ruptura de límites entre verdadero e inventado que pueden crear confusión por mezcla arbitraria de lo que es real y lo imaginario, explotando la verosimilitud de lo creado. Es el síndrome de don Quijote que terminó creyéndose real lo que no era más que calenturienta expresión de los inventos mentales de los autores de libros de caballería. Cada campo tiene técnicas, límites legítimos y tradición y siempre periodistas y guionistas deben ofrecer al espectador la identificación de lo que es verosímil e imaginativo y lo que es real y sucedido en los distintos programas. La tentación de mezclar técnicas, contenidos y modos de presentar en la pantalla con mezcolanza de géneros es grande y creciente en el medio audiovisual y provoca confusiones y percepciones desfiguradas de lo real, diluyendo la frontera entre creado /real en una manipulación perversa. Nunca los programas de telerrealidad podrán suplantar a la verdad contrastada de los informativos, por mucho que algunos se empeñen en esta deformante manipulación.
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