Si hay alguna serie que merezca la pena analizar sus cualidades en las facultades de la comunicación, esta debería ser Aída. Una portentosa comedia que ha repetido éxito capítulo tras capítulo. Al final, Aída se acabó después de cerca de una década y registrando datos de audiencia espectaculares. Se fue con el regreso al nido de Carmen Machi cerrando la cuadratura de un círculo audiovisual. Porque Aída salió como si fuera una de esas células que se estudian en los libro de biología: por mitosis de Siete vidas de la que se separó y huyó cuando se intuía que la originaria tenía los días contados; a pesar del mérito de actrices como Amparo Baró o actores del calibre de Javier Cámara.
Carmen Machi fue engrandeciendo esta comedia hasta el punto de que cuando todo el mundo la creía imprescindible, también voló a otros medios y la serie siguió su andadura con mucha fuerza. Desde entonces, Carmen es una salsera del teatro, del cine (lo mismo ha hecho tragedias de televisión, películas comerciales de cartel que cortos de autor). La personalidad Machi ha dado mucho aire fresco al panorama de la interpretación. Quizás por eso era de justicia que volviera en su despedida. Un capítulo especial por el reencuentro y que la audiencia premió como siempre con el apoyo de más de cinco millones de espectadores.
Y la que despidió con gesto triunfal fue sor Cristina, la monja que se alzó con el programa italiano de La voz. Y ya se sabe que lo que pasa en Italia acaba ocurriendo por aquí con el tiempo. A veces mucho tiempo, como sucede con el tema de la República que todavía por aquí no hay ni rastro, pero sí en cuanto a los presidentes corruptos y demás. En fin. Sor Cristina ha seguido los pasos del papa Francisco y ha pedido que "recen" por ella para ganar el concurso. Y el milagro se produjo y ganó. Suponemos que por el mérito de su voz más que por intercesión divina. Aunque en Italia -miren la biografía de Berlusconi- nunca se sabe.