PAMPLONA. Su traje beige, casi blanco, su sombrero, el bigote... Es la imagen de siempre. Mira a todos esos jóvenes que se mueven, que van y vienen donde él. Hay momentos que parece irse de la realidad y piensa qué hace allí, cuando realmente prefiere estar leyendo sus libros preferidos. Este es el extracto de una entrevista con Miguel De la Quadra-Salcedo publicada en DIARIO DE NOTICIAS en agosto de 2007.
Sigue usted igual que siempre...
Será por el bigote, el modelo del traje y el sombrero, pero se nota el paso del tiempo. No creas, si me miras a fondo lo notarás.
Pero se apunta a un bombardeo.
Estoy esperando como agua de mayo la próxima ruta. La de 2008 será a Panamá. Es el año del agua, allí estarán esperando mis amigos.
¿Sabe estar sin viajar?
Viajar es volver. Puedo estar viajando cuando leo. La lectura es la aventura. Así lo hizo Julio Verne. Pero él lo hizo sin salir de un despacho con una gran imaginación. Mi imaginación se ha nutrido de muchos viajes, de muchas historias que me han contado y que he vivido. Se ha confundido mi vida con mis viajes.
Dígame, ¿qué recuerdos le traen sus idas y venidas?
Es un recuerdo de sabores y olores, mis mochilas vienen llenas de eso. No tengo grandes recuerdos de esos que se acumulan.
Cuando no viaja...
...Me acompañan esos olores y esos sabores de los que te he hablado, también preparo más viajes, eso es la sal de mi vida. Me traigo siempre conmigo la gastronomía de esos países. El mundo es muy pequeño.
¿Se lleva algún libro a esos viajes?
Yo leo los mismo libros que leen esos habitantes de todos esos países del mundo que yo veo y al que voy. ¿Sabes cuáles son? No. Las estrellas.
¿Hay algo en el mundo que le atraiga más?
Me gusta el País Vasco, Navarra, me gustan los montes y más que el roble, me gusta el haya, el abedul y las olas.
Más de 300 adolescentes a su alrededor, ¿agotador?
¡Qué dices! Eso ocurre en la vida del día a día. No son agotadores para mí, son enriquecedores. Son una fuente de alegría, de ilusión, con ellos es como si hubiera descubierto la fuente de la eterna juventud.
¿Qué busca en un viaje?
Una filosofía de vida, no acumular recuerdos que se puedan tocar. Para mí es huir de este empacho de bienestar. Me gusta refugiarme en estos países que nos enseñan a necesitar menos de lo que tenemos, ¿sabes cuántas cosas nos sobran?
Cuántas?
Casi todo. La obsesión de este mundo es tener más y más cosas. Es un error y un horror. Allí estás libre de todos estos inventos modernos, de todas estas cosas que, como Internet, nos atan a una silla y nos mantienen sentados. Huyo de los calendarios, de los silencios que produce el consumo en exceso de unas cosas de las que podemos prescindir fácilmente.
¿Y del teléfono móvil?
Oigo y hablo, nada más. Lo llevo por eso de estar más comunicado, por si pasa algo. Pero no creas que estoy metido en un pozo aislado. Yo usé el primer teléfono móvil que se usó en España. Era una maleta que pesaba 20 kilos por lo menos.
Usted no navega por Internet, ¿no?
Nunca, nunca... ¡Dios me libre!
Un viaje.
Cuando fui al Congo, que estaba en guerra. Me condenaron a muerte. Un transporte. Un tren de vapor, carbón o leña, un barco del XIX o un avión del siglo XX o XXI.
¿Qué guarda en la memoria?
Nada. Viajar es un estilo de vida, no hay que guardar nada.
¿Qué lleva en la mochila?
Ganas de aprender, eso es lo más importante.
¿Que piensa de los ordenadores?
No sé, no he apretado una tecla. A mí no me sirven, pero entiendo que a otros sí
Lugar de nacimiento. Madrid, aunque él dice siempre que Navarra.
Familia. Está casado y tiene hijos. Iñigo le acompaña en sus viajes y está siempre dispuesto a ayudarle y echarle una mano en las entrevistas.
Carrera profesional. Estudió perito agrónomo. Pronto empezó a sobresalir como atleta y consiguió varias victorias en lanzamiento de disco, jabalina y martillo. Ha sido también reportero de guerra y estuvo más de dos décadas al frente de la Ruta Quetzal-BBVA.