Bilbao. A Elena Ochoa se la puede incluir perfectamente en el grupo de mujeres triunfadoras, de las que marcan estilo, de aquellas que tienen camino propio. Podríamos llamarla Elena Foster, por lo de estar casada con el famoso arquitecto, pero ella es, ante todo y sobre todo, Elena Ochoa, la doctora del sexo, que Chicho Ibáñez Serrador lanzó a la fama y que hoy en día dirige, con éxito probado, una editorial de lujo, de élite, Ivory Press, que se mueve en el mundo de la cultura con iniciativa propia, codeándose con la jet set de todo el planeta. En su caso, el famoso techo de cristal sí ha sido rebasado. Llegó a Bilbao en su propio jet privado para recibir un galardón, el Alfiler de Oro con que la Asociación de Mujeres Siglo XXI de la ciudad distingue cada año a aquellas féminas que considera triunfadoras en el mundo empresarial o de la profesión liberal.

Sin ánimo comparativo, ¿quién cree que es más conocido aquí, Norman Foster o Elena Ochoa?

Sin lugar a dudas los fosteritos son fundamentales a la esencia de Bilbao y Norman está encantado. Lo primero que ha hecho (por el miércoles) nada más llegar y comer fue ir a ver los fosteritos, que son elementos atemporales.

¿Cuál es su relación con la Asociación Mujer Siglo XXI?

Hasta el momento ninguna. Sabía que existía por una gran amiga mía, Cristina Iglesias, que había recibido este premio.

¿Cómo ha recibido el premio?

Sabía que era un galardón prestigioso y conocido, que apunta a las mujeres que con su trabajo diario, y a veces arduo, abren brecha para las nuevas generaciones. Yo no soy muy dada a los premios, pero todo el equipo de Ivory Press me dijo: "Elena, éste lo tienes que aceptar; es un premio importante para las mujeres de la editorial".

¿Qué mensaje ha transmitido cuando se lo han entregado?

Que es muy importante la reinvención constante en la mujer. Que, aunque las situaciones personales nos angustien, siempre existe un camino de salida y una forma de reinventarte y renacer. Ese renacimiento siempre lleva a una mayor autonomía y libertad. Ése ha sido mi lema siempre. Incluso cuando las cosas van fatal todo es posible, aunque las situaciones económicas y familiarmente sean muy inquietantes. Lo más importante es que todo es posible para la mujer y cada granito de arena que nosotras ponemos es un modelo para las nuevas generaciones. Es nuestra responsabilidad el constante renacer y reinventarnos para crear nuevas formas de ser mujer, profesional y autónoma de los pies a la cabeza.

¿Qué hace una doctora en Medicina como directora de una editorial?

Lo dicho, por reinvención. Durante 20 años llevé a cabo una vida académica, un año de televisión y luego doce años de editora. Fue por pura decisión personal y avatares familiares. No podía seguir con mi vida en la Universidad, dando clases, y con una vida cerca de mi marido. Fue una reinvención total. ¡Vueltas que da la vida! Siempre quise hacer un trabajo relacionado con arte o con libros. Ya era coleccionista de libros y de fotografías, y un amigo de mi marido fue el que me animó a empezar con una editorial para llenar el nicho que existía sobre los libros de artistas desde los años 50. Empecé así y todo ha ido evolucionando hasta convertirse en lo que es ahora Ivory Press.

¿Cómo es este proyecto?

Muy personal. Va más allá de lo que es un proceso editorial de publicación de obras, de artista en un principio y, ahora, de obras que se pueden adquirir por 18 euros. Libros magníficamente hechos por los artistas, pero muy asequibles. Ivory Press es todo aquello que a mí y a mi equipo nos gusta hacer. Además, organizamos exposiciones para museos y fundaciones, y apostamos por el sector de las librerías. Hemos abierto una en Madrid, otra en Ginebra y en un futuro, en Nueva York. Sitios que, al mismo tiempo, son un espacio para que la gente no solamente vaya a comprar libros, sino que vea una exposición y también escuche conciertos. De hecho, en Madrid hemos ofrecido desde pop a clásicos.

¿Arriesga el editor en su trabajo?

Mucho, y nunca sabes si puede salir o no. Tienes enormes posibilidades de perder mucho dinero. Si realmente arriesgas es muy extenuante. El del editor es un trabajo de estar siempre alerta por los nuevos valores, por el autor, por estar siempre pendiente de la coma, el punto... Eres más consciente de las formas de expresión. Al mismo tiempo, tienes que estar preocupado de la parte burocrática, administrativa y evolucionando para no quedarte estancado. Si no te gusta lo que haces, te puedes morir de ansiedad. Si te satisface, es un trabajo lleno de vitalidad. Para mí, personalmente es como una droga.

¿Qué impronta puede añadir una mujer del mundo científico en una editorial, algo que no aportaría un hombre?

Hay hombres que lo pueden hacer igual que una mujer. Yo creo siempre en la igualdad. Pero lo que vivo en Ivory Press es que las mujeres son muy minuciosas, un detalle que personalmente me gusta. Realmente, ¿qué puede aportar en mi caso mi formación académica de 20 años? La disciplina. El trabajo de la Universidad es arduo y sólo cuentas con el refuerzo que te dan tus alumnos y la satisfacción del trabajo bien hecho. En la edición sucede también algo parecido.

¿En Londres se percibe más la igualdad entre hombres y mujeres?

En todos los sitios cuecen habas. En Cambridge, donde trabajé un tiempo, aún existen ciertas barreras, techos de cristal en determinadas áreas de trabajo. En el mundo del arte no tanto, ya que puestos importantes están en manos de mujeres. De hecho, las que realmente están moviendo las grandes exposiciones son mujeres, aunque los más destacados galeristas sigan siendo varones. En España hay galeristas extraordinarias. Ahora bien, creo que las mujeres tenemos una biología diferente, y por educación o por influencia de modelos que hemos recibido, tenemos que estar en muchos campos al mismo tiempo.

¿Se refiere al frenazo que supone la maternidad para las mujeres?

Una mujer puede ser una gran profesional, pero lo que sí es verdad es que tiene un mayor trabajo que el varón para manejar su vida personal si tiene hijos. Al final, cuando vengo a Bilbao es a mí y no a mi marido a quien nuestra hija pregunta por qué no la voy a buscar al colegio. Ese sentimiento de culpabilidad que a veces tenemos las mujeres es una angustia inherente al hecho de ser mujer y madre. Tengo una gran suerte con mi marido porque es un gran compañero de viaje en mi trabajo, y yo lo soy para él. Hablo desde el punto de vista de una mujer privilegiada por el hombre que tengo al lado. Lo que sí es verdad es que, al final, la mujer es la que cocina y la que pone los niños a dormir, aunque su marido ayude. Pero también porque yo quiero hacerlo.

¿Qué representación tiene la mujer en el mundo de la literatura y el arte?

Yo pongo en práctica la valía personal. Estoy en contra de las cuotas y a favor de empujar a que las mujeres tengan ambiciones. A mi hija la educo más estrictamente que a mi hijo en temas académicos porque sé que luego va a tener como más diletantismo con sus amigas y su vida. Empujo constantemente a mis amigas, a las hijas de mis amigas, a que tengan ambiciones profesionales. A crear una autonomía, a que sean ellas mismas. Las animo en la autoconfianza y el autoconcepto de que son ellas mismas las que tienen que elegir. Si te da la gana te quedas en tu casa, pero que sea una opción. Para ello se necesita una autonomía vital y financiera. Hay que quererse primero a una misma muchísimo para luego querer a los demás. En mi editorial, la elección es siempre por selección personal y eficacia. Da la casualidad que tengo muy buenas mujeres profesionales en Londres, en Madrid y Ginebra. Ellas toman las decisiones y son madres.

Me dirijo a usted como Elena Ochoa. ¿Le sorprendería si lo hubiera hecho como lady Foster?

Me da lo mismo. Tengo una total seguridad en que yo soy Elena. En ocasiones Elena Ochoa, en otras Foster. Yo firmo como Elena Ochoa Foster porque es más fácil para mí por muchos motivos. Pero en realidad me da igual.