pamplona. Desde la ruptura del cubismo hasta "un barroco personal" que recoge la tradición bíblica y grecolatina. De este modo se puede resumir el trayecto artístico que recorrió el creador lituano Jacques Lipchitz, maestro de la escultura del siglo XX. Un itinerario del que el Museo de Navarra se hace eco, mostrando 153 obras gráficas y 11 esculturas hasta el 21 de febrero.

Después de la muestra de esculturas de gran formato que pudo verse en la explanada del Castillo de Javier en 2006, con motivo de la programación anual dedicada al santo, el departamento de Cultura del Gobierno foral vuelve a apostar por este artista, esta vez de la mano de una retrospectiva íntima, comisariada, como entonces, por Kosme de Barañano. Así, la exposición actual, titulada Jacques Lipchitz. De joie de vivre al árbol de la vida, reúne 153 obras en papel, de las cuales, 21 son grabados y 132 dibujos que habían permanecido guardados en una carpeta desde la muerte del artista, en 1973, hasta principios de 2006. Otros han aparecido en distintas carpetas y cajas encontradas en verano de 2008. Todas estas obras proceden de la Fundación Jacques & Yula Lipchitz, cuyo representante, Hanno Mott, hijo del artista, asistió ayer en Pamplona a la inauguración de la muestra, en la que también se exhiben once esculturas cedidas por la galería Marlborough Internacional de Liechtenstein.

El montaje, que ha corrido a cargo de David Rodríguez Caballero, traza el recorrido vital y artístico de un creador que, tomando en cuenta al comisario, fue en la escultura lo que Picasso en el cubismo. Lipchitz, nacido en Druskieniki en 1891, entonces bajo el dominio de la Rusia zarista y hoy Lituania, viajó a París de joven, y, como otros, vino a transgredir las tradiciones artísticas para adentrarse en la vanguardia y "romper con la idea del volumen de Rodin". De esta época, se puede ver Mother and Children (1914-15), pero, sobre todo, Spanish Servant Girl (1915). Más tarde, hacia los años 20, abandonó el cubismo y empezó a derivar hacia la figuración, interesándose por las formas arquitectónicas, la naturaleza, la verticalidad y el vacío, aspectos que en la muestra reflejan varios dibujos. En este punto, Kosme de Barañano señala al creador lituano como precursor de formas e ideas que "abrieron el camino" a otros grandes escultores del siglo XX como Henry Moore o Julio González. En 1939, dada su condición de judío, tuvo que huir de Europa y se instaló en Estados Unidos, donde le acogieron con los brazos abiertos y le dieron vía libre para realizar esculturas de gran formato. A partir de ese momento evolucionó hacia un "barroco personal", abordando motivos bíblicos tanto de la tradición judía como de la cristiana, así como temas mitológicos griegos y romanos, mezclados con mensajes políticos y sociales, tal y como se puede observar en los dibujos y piezas de la última parte de la exposición.

En resumen, la muestra contiene dibujos de Lipchitz concebidos para ser expuestos; otros, trazados como ideas rápidas, realizados en sobres y cartas o en el primer papel que el artista tenía a mano. Los hay también que son bocetos de futuras esculturas, no en vano, según de Barañano, "cuando dibuja, él siempre piensa en el volumen, en las tres dimensiones"; y, por último, están las esculturas, que hay que rodear varias veces "para acabar de verlas y entenderlas". Y todas estas obras discurren entre la joie de vivre propia de la vanguardia y el árbol de la vida, con referencias a la Biblia y al sufrimiento humano.