lA idea partió de Javier Ecay, presidente de la Fundación Ars Incógnita, dedicada a promover y divulgar la obra de compositores navarros contemporáneos. Y el Gobierno de Navarra la hizo suya y decidió incluirla en su serie Vídeo/Documentos con artistas navarros. Así se fue gestando Silencio, tiempo, memoria, documental en torno a Agustín González Acilu escrito y dirigido por Juan Zapater y Blanca Oria. La película, que se estrenará hoy por la tarde en el Palacio del Condestable, se propone "acercar la actitud, la obra y la figura" del creador alsasuarra, "sin traicionar jamás ni a la persona ni al compositor".

Una tarea que, sin duda, no habrá sido fácil, habida cuenta del universo tan especial de González Acilu. Especial, que no inaccesible, aclaran ambos directores. "Su música no está hecha de tonadillas comerciales ni ritmos tontunos, pero hay tanta inteligencia, rigor y sabiduría en sus obras que garantizan algo que sólo está al alcance de los textos artísticos de verdad. Piden un esfuerzo al espectador, pero a cambio le dan mucho", explican. Y añaden que una de sus principales preocupaciones era "no rebajar el nivel de exigencia de su obra" y, al mismo tiempo, "romper ese temor, ese prejuicio sobre la supuesta dificultad de la obra de Acilu". Para lograrlo, la colaboración del protagonista ha sido fundamental. De hecho, antes de embarcarse en la propuesta de Ecay, recibida a comienzos de 2009, pusieron como condición celebrar un primer encuentro "para comprobar si éramos capaces de establecer con Agustín ese grado de confianza necesario para adentrarnos en un trabajo como éste", y, por supuesto, "también era preciso que él se sintiera a gusto con nosotros, pues se trataba de compartir una experiencia en la que todos debíamos dar mucho de nosotros". Pronto, "a los diez minutos", todos supieron que aquello "no sólo iba a ser posible, sino que nos iba a representar una gozosa e intensa experiencia personal", en gran medida por el modo en que acogió el proyecto el compositor, "con una generosidad absoluta y con una demostración de valentía y libertad". "Agustín es un hombre libre que ama lo que hace y hace lo que dice", cuentan Oria y Zapater.

reflejo audiovisual El documental pretende ser un reflejo del concepto musical que maneja González Acilu, de ahí que se parezca a "una especie de notas sobre la música, al estilo de lo que Robert Bresson hizo en torno al cine". Asimismo, la tensión, uno de los signos distintivos del protagonista, "una actitud de permanente búsqueda capaz de fundir talento y trabajo", es otro de los aspectos que han asumido los realizadores, adoptando el sistema que preside la acción del compositor, trazado en tres pasos: pensamiento, trabajo y actitud o, como él dice, silencio, tiempo, memoria.

En este sentido, la película supone un reflejo audiovisual de su concepto de la música. Por eso se ha creado una estructura que "se levanta sobre un prólogo, sigue con un cuerpo central articulado en tres tiempos y termina con una coda final que muestra a Acilu en pleno trabajo". El documental se enfrenta ahora al público, que podrá sacar sus propias conclusiones, "eso ya no nos pertenece", indican los directores, que sí tienen claro que Agustín González Acilu es "un gran hombre, un gran trabajador y un excelente músico, además de un amigo generoso".

El productor, Javier Ecay, coincide en los elogios. "Trabajar con Agustín es un privilegio; bajo la apariencia distante y dura, hay un buen amigo de sus amigos y, sobre todo, un gran conversador y polemista", dice Ecay, que agradece que el Gobierno foral haya querido incluir esta cinta en su colección y sólo tiene buenas palabras para el equipo. Y también para los invitados especiales a este encuentro audiovisual: Carlos Cruz de Castro, compositor y ex director de Radio Clásica; Marta Curesas de la Vega, autora de una tesis sobre el alsasuarra, y el arquitecto Rafael Moneo, amigo personal y buen conocedor de González Acilu. "Los tres nos aportan otro punto de vista sobre el autor", cuenta el responsable de Ars Incógnita.

Y Juan Zapater y Blanca Oria coinciden en lo "decisivas" que han resultado estas tres presencias, que contribuyeron a generar el diálogo abierto que pretendían, desechando el típico interrogatorio de tipo periodístico. "La pena es que de todo el material obtenido hemos tenido que dejar fuera momentos impagables, declaraciones brillantes, instantes altamente emotivos... Pero eso es el cine documental; la punta del iceberg que debe permitir al espectador comprender la verdad que se oculta más allá de lo visible, más allá del primer plano, más allá de lo aparente", terminan.