Fecha: viernes, 19 de marzo. Lugar: pabellón Anaitasuna, Iruñea. Intérpretes: El Barrio, formación integrada en directo por José Luis Figuereo, El Barrio, a la voz principal, acompañado por cuatro coristas y por Antonio Reina, Selu Bastos y Juani de la Isla, a las guitarras; Cecilio Cirre, al bajo; Sergio Monroy, a los teclados y al acordeón; Manuel José Muñoz, a las percusiones, y Juan Sainz, a la batería. Incidencias: concierto de presentación de Duermevela, nuevo disco El Barrio. 2 horas de duración. Buenísima entrada, casi lleno. Público mayoritariamente treintañero y de sexo femenino que se mostró muy participativo.
en continuo crecimiento artístico pese a llevar quince años en activo, El Barrio debutó en Iruñea el día de San José, saliendo por la puerta grande de la plaza. Protagonizando un concierto que se saldó con un rotundo éxito. Un show de los de quitarse el sombrero: sin lugar a dudas, de distintos colores los mismos (los responsables del merchandising hicieron el agosto con sus ventas), prenda mayoritaria y significativamente presente cubriendo las cabezas del público asistente dicha noche.
Tras manifestarse en la pantalla de fondo el reloj más grande de cuantos lucen en la portada de Duermevela, una vez que se activara una cuenta atrás de 10 minutos (al igual que en el citado, partiendo de las 23.50 horas), a las 22.00 horas, con puntualidad taurina, cayó el kabuki que cerraba la delantera del escenario, activándose el espectáculo de luz y sonido (impresionante la gigante silueta de El Barrio que, proyectada en la pantalla trasera, recorrió el entarimado), con Insomnio: vibrante tema instrumental que por parámetros realmente rockeros derrochó regusto a genuino rock andaluz; matizado por rayos de pop aflamencado pero lo dicho, al viejo y definido rock andalusí que, con el pionero buen hacer de bandas como Triana o Medina Azahara, amenazara con hacerse grande a finales de los 70. Con los coristas, suyo fue en buena medida el concierto, ocupando el mejor lugar del tablado (sitos sobre una tarima erigida en su parte central, flanquedos a ras de suelo por baterista -al lado derecho- y percusionista y teclista al izquierdo), El Barrio, sombrero negro en ristre, cómo no, compareció bajo los sones de Réquiem por una magdalena -finalmente-, ofreciendo acto seguido, dentro de un repertorio marcado por la presencia de las composiciones del nuevo disco, Crónicas de un gay: entonado con intensidad por los presentes, por un público que, entregado, cantó y brindó palmas sevillanas durante toda la sesión, bailando tanto a pie de cancha como en las gradas cuando, más que el artista? el cuerpo se lo pidió. El hecho musical por aquel puesto en escena. El imponente espectáculo audiovisual de un intérprete y compositor que, tras asegurarse algo con lo que a priori ya contaba, la complicidad del público, supo rentabilizarla sobradamente, metiéndoselo en el bolsillo de las más variadas formas: ya ofreciendo canciones, ya, esbozando algunas que al final no cantó? por ver si las conocían, ya ofreciendo las canciones -tal y como es norma en un concierto- ya, rompiendo dicha dinámica, con interpretaciones más o menos libres de selecciones de cantes por bulerías o de bulerías por soleares incluidas: con los coristas como principales protagonistas de las mismas, llenando de jaleo y evidente sabor flamenco ¿la tarima? No, el legendario pabellón. Transformándolo, con la total aquiescencia del respetable, en improvisado escenario de una asimismo improvisada Feria de Abril? adelantada a marzo. ¿Otras canciones a destacar? Orgullo y, claro está, Pa´Madrid (del CD La voz de mi silencio, del que sonaron cinco) o, en la efervescente recta final, nuevas como Vete (versión del clásico de Los Amaya), Mi amor o la ultra rumbera y festiva ¡Ay aquellos maravillosos años!, con la que se dio por cerrada la presente faena musical: una actuación, a la vista de lo visto, para destaparse ante el artista en señal de reconocimiento. De quitarse el sombrero.