"Neds" (Non-Educated Delinquent), del escocés Peter Mullan, Concha de Oro del Festival de San Sebastián
El Festival donostiarra destaca el cine catalán concendiendo el Premio Especial del Jurado a 'Elisa K' y la Concha a la mejor actriz a Nora Navas, en 'Pa negre'
SAN SEBASTIÁN. El premio de interpretación femenina ha recaído en la española Nora Navas, por su papel en el drama de la posguerra española "Pa negre", dirigida por Agustí Villaronga.
El chileno Raúl Ruiz ha sido considerado el mejor director por "Misterios de Lisboa", una reivindicación de la telenovela con una duración de cuatro horas y media, que tendrá su versión televisiva y en la que el veterano realizador mezcla amor, odio, venganza y surrealismo.
El premio especial del Jurado ha sido para "Elisa K", de Judith Colell y Jordi Cadena, que cuenta la historia de una niña que es violada a los 11 años y que tarda 14 años en recordar los hechos. Un galardón que ha gustado al jurado por "cómo retrata la violencia a la que se ven expuestos los inocentes en la vida cotidiana".
"Home for Christmas", del noruego Bent Hamer, se ha llevado el galardón al moejor guión por su narración cruzada de pequeños cuentos con trasfondo navideño y la española "Aita" el de mejor fotografía, por el trabajo de Jimmy Gimferrer.
Además, el jurado presidido por el cineasta serbio Paskaljevic, ha concedido una mención especial a la marroquí "A Jamaâ" (La mezquita"), de Daoud Aoulad-Syad, "por la simplicidad de una historia que esconde lo complejo".
Paskaljevic ha destacado la variedad y calidad de las quince películas que competían en la sección oficial y ha señalado que los premios se han dado "por mayoría" de los miembros del jurado.
Un jurado integrado además por los realizadores Claudia Llosa, Pablo Trapero, Lucy Walker y Raya Martin, además de la directora de maquillaje Jo Allen y el actor José Coronado.
Y, fuera de la sección oficial, el premio Nuevos Directores ha sido para "Los colores de la montaña", una coproducción de Colombia y Panamá dirigida por Carlos César Arbeláez.
Dos menciones especiales en este apartado, para el uruguayo Federico Veiroj, por "La vida útil" y para el filme danés "Nothing's all bad", de Mikel Munch-Fals.
El del público a "Barney's version", de Richard J. Lewis, protagonizada por Paul Giamatti; el FIPRESCI que conceden los críticos internacionales a la japonesa "Genpin", de Naomi Kawase, y el europeo al documental sobre la figura del arquitecto Norman Foster, "How much does your building weigh, mr Foster?".
Y los galardones del IX Encuentro Internacional de estudiantes de cine han sido para "Los minutos, las horas", de Janaína Marqués, una producción de la Escuela Internacional de Cine y TV de Cuba; "Ambiente Familiar", de Carlos Leiva (Chile) y "How to pick berries", de Elina Talvensaari (Finlandia).
'Neds', complicada adolescencia
HACE cuatro años, entre los 1.500 nuevos términos que acuñó el Collins English Dictionary, se encontraba la palabra NED. Se oficializaba así una voz muy presente en el slang escocés. Su significado, procedente de la expresión Non-Educated Delinquent, se utiliza para referirse a jóvenes con conductas anti-sociales, inmersos en el remolino de las bandas juveniles y en la "cultura de la navaja", tal y como se denomina en Escocia a este fenómeno social. Peter Mullan (Peterhead, 1959) se ha sumergido en el marco que rodea a esta palabra en su reaparición en labores de director, con el filme titulado Neds.
Tras el éxito de The Magdalene Sisters (León de Oro de Venecia en 2002), el cineasta escocés vuelve a tomar el pulso a la difícil etapa de la pubertad para retratar cómo crece el adolescente John McGill (Gregg Forrest) en el Glasgow de 1973. Un chico inteligente, sensible, estudioso, pero a quien nada parece favorecer. Ni su entorno, donde proliferan las bandas, ni su familia, bajo la sombra de un padre violento y borracho, interpretado por el propio Mullan.
Ante tales circunstancias, la cuestión era evidente: "¿Cómo fue su adolescencia?", le preguntó al director un periodista, en la rueda de prensa del filme. "No fue así del todo. La película contiene bastantes aspectos biográficos, pero sobre todo es ficción, aunque se puede decir que mi experiencia juvenil fue parecida a la de esta historia. Bueno, mi adolescencia fue peor", respondió un barbudo Mullan, que había llegado a Donostia instantes antes, justo para comparecer ante los medios.
Según recordó, en los años 70 la "violencia era muy común" en su entorno. "Es difícil alejarte de ella, quedarse fuera", admitió. El creador escocés explicó que el problema de las bandas es "grave" en su país, algo que "parece estar aumentando en los últimos años". En su opinión, se trata de un movimiento "tribal y territorial" que siempre ha existido.
"Escocia es un pueblo agradable, pacífico. No sé de dónde sale tanta violencia", afirmó. la ley de la calle En ese contexto, según planteó Mullan, la "función primordial" de Neds es que "los jóvenes vean la película, para que se lo piensen dos veces antes de hacer ciertas cosas". "El mensaje es que uno puede asumir las consecuencias de lo que ha hecho, de modo que se consigue superar esa situación", agregó. En opinión del cineasta, la cultura, la familia, la clase social son elementos que "entran en conflicto" en el guión de la película, dando lugar a esos "instintos violentos" que exteriorizan los jóvenes protagonistas. "Pero es en la calle donde se materializan esos comportamientos, porque es un lugar con sus propias jerarquías, energías y enemigos.
Los colegios deberían abordar el problema de la violencia, pero es en la calle donde se deben ofrecer respuestas", reflexionó. Mullan se encuentra en la actualidad inmerso en un filme de Spielberg "en la profunda y oscura Inglaterra", tras lo que planea escribir un guión sobre el desastre que dejó atrás el huracán Katrina. Llegó a Donostia con uno de los jóvenes actores del reparto de Neds, Conor McCarron.
LA CRÍTICA: 'NEDS, PODEROSA Y EFICAZ En sus comienzos, Peter Mullan se nos presentó como un actor rocoso. Era una especie de pura sangre de pub obrero y drama sindical. Poco después, Mullan, que comparte con Ken Loach una evidente amistad y muy parecido izquierdismo postmarxista, decidió que también él podía contar sus propias historias. Y aunque cercano a Loach en esa querencia por hacer del cine un testimonio útil, tan equidistante de lo escópico como del puro formalismo, se hace evidente que no se mueve en el mismo registro.
La diferencia estriba en que Mullan, que le brindó a Loach uno de sus mejores protagonistas masculinos en Mi nombre es Joe, hace un cine más seco, cuida más el plano y la puesta en escena y no pretende dar soluciones; es menos didáctico. Neds, la otra película de la Sección Oficial a concurso presentada ayer, demuestra con creces el poderío del autor de Las hermanas de la Magdalena. La acción se sitúa en 1973, en Glasgow, en el campo de batalla de una Gran Bretaña que comenzaba a percibir que el esplendor del imperio estaba en su ocaso. Durante su primera mitad, Neds recrea con una extraordinaria verosimilitud las condiciones de vida de los escolares adolescentes.
Mullan, para pintar ese tiempo escolar, sortea el peso de Ken Loach, Terence Davis o Danny Boyle, autores que han inscrito algunas de sus mejores películas en ese tiempo y espacio. No se parece a ninguno de ellos. Lo más reseñable del Mullan que ayer defendió en Donostia su última película reside en que cada vez está más convencido de forjar su propio universo fílmico. Ese universo alimenta un escenario en el que su filme crece sobre una especie de díptico. En el primero, el que recoge los primeros años en la secundaria de su protagonista, John McGill, Neds seduce por la precisión de su recreación y por la lucidez de un diagnóstico que no trata de hacer sindicalismo maniqueo ni incurre en la autocontemplación banal.
Desde esas mismas imágenes de apertura, Neds lleva implícito algo que emerge en su segunda y probablemente más discutible parte. Una deriva hacia lo fantástico, hacia la libertad de incorporar otros recursos que no vengan dictados por la servidumbre al testimonio fotográfico. Algo irregular en ese engarce entre dos tiempos, Neds se defiende por la impresionante primera parte, poderosa y eficaz, y por el último plano, donde lo real deriva en metonimia. Con ello da realce a su reflexión sobre la imposibilidad de desclasamiento en esa sociedad británica donde unos y otros contribuyen a que un joven de barrio sólo pueda terminar siendo un viejo de barrio.