"ESTE cementerio de Ametzagaña ha sido mi última oportunidad para servir como escultor a mi país". Así de tajante y frustrado se mostró Jorge Oteiza cuando supo que su proyecto de nuevo camposanto para San Sebastián no había sido aceptado en el concurso organizado por el Ayuntamiento. El artista que aseguraba ser "el mejor fracasando" sumaba así otra decepción a su brillante currículo.

La intervención fue proyectada por el escultor oriotarra en 1985 junto a los arquitectos Juan Daniel Fullaondo, Marta Maiz, Enrique Herrada y María Jesús Muñoz. Un cuarto de siglo después, la Fundación Museo Jorge Oteiza ha publicado -en euskera y castellano- un amplio y profuso estudio sobre aquel proyecto en un libro titulado 261141 Izarrak alde. Editado en el marco del convenio suscrito con Kutxa, forma parte de la colección Cuadernos del Museo Oteiza y ha sido escrito a cuatro manos por Ana Arnaiz, Jabier Elorriaga, Xabier Laka y Javier Moreno. El director del museo de Alzuza, Gregorio Díaz Ereño, presentó ayer el volumen en la Sala Kubo junto a Carlos Ruiz, representante de la caja.

País de sepultureros

Ferrocarril o aeropuerto

El Ayuntamiento de San Sebastián convocó a finales de 1984 un concurso para edificar un nuevo cementerio para la ciudad. Participaron quince proyectos pero ninguno de ellos fue ejecutado, porque finalmente se optó por ampliar el camposanto de Polloe. El trabajo de Oteiza no fue aceptado por el jurado porque supuestamente vulneró las bases de la convocatoria, que prohibían presentar maquetas y fotografías.

A través de multitud de imágenes y textos inéditos, el libro describe el proceso de creación de un proyecto que, en su versión definitiva, se configuró a la manera suprematista como un gran prisma recto suspendido sobre la colina de Ametzagaña. A juicio de Oteiza, "la cresta de la colina quedaría como pista de despegue al cielo abierto sobre la mar entre dos señales como de aeropuerto: a la izquierda el promontorio de Urgull, a la derecha, el de Ulia".

Uno de los autores del estudio, Jabier Elorriaga, aseguró que el proyecto de Oteiza "viene de la escultura directamente" y consideró que si hubiera llegado a construirse "hoy figuraría entre los grandes monumentos vascos construidos por el hombre". La publicación analiza aspectos como la integración entre escultura y arquitectura, ya que el proyecto es un claro ejemplo de construcción monumental y simbólica. Entre los distintos textos mecanografiados por Oteiza destacan aquellos en los que rechaza el concepto de cementerio como "residencia de muertos" y apuesta por la idea de "la muerte como viaje, como partida a un más allá que puede estar fuera de este mundo o en éste". El creador escribió que a la fórmula "Aquí yacen" correspondería más justamente la de "Desde aquí han partido, se han ido". Es decir, se opuso al concepto de camposanto como espacio ocupado y defendió "la construcción espacial vacía y sagrada, que simbolizaría religiosamente una estación de salida desocupada de ferrocarril o aeropuerto".

Oteiza aludía a la remota tradición vasca o preindoeuropea para referirse a ese viaje a otro mundo como el tránsito de la muerte hacia "el gran hueco madre del cielo en la noche, como seres divinizados como estrellas". De ahí el nombre del proyecto, Izarrak alde, al que acompaña un misterioso número, 261141, que figuraba como lema en la convocatoria. En opinión de Laka, esa idea de "pista hacia el cosmos nos grapa a la noción de vacío" y "tiene una vigencia que no fue reconocida en 1985". "Incluso a los arquitectos que trabajaron con Oteiza les costó entenderlo", apostilló Elorriaga.

Según recordó Arnaiz, el artista siempre tuvo en mente "detener el acto de la muerte como obra de arte" y "representarlo de modo simbólico". El diseño de un cementerio parecía una "ocasión única" para plasmar esas ideas y, por eso, el hecho de que el proyecto se frustrara le resultó muy doloroso. El escultor volcó toda su rabia contra el jurado y el Ayuntamiento -especialmente contra su alcalde, Ramón Labaien- en dos textos publicados en prensa: Grave reclamación de Oteiza y Política de sepultureros en Ametzagaña. En este último calificaba las bases del concurso de "rebuscadas en algún apolillado armario en esta apolillada culturalmente y atrasada ciudad", al tiempo que anunciaba su retiro "de toda intervención en nuestra vida cultural vasca, conducida en este país por sepultureros".