NO han inventado nada; pero en el punk no es obligatorio inventar nada. Al menos en lo que a sostén musical del asunto se refiere. A que la cosa no se caiga tras la primera escucha. No es obligatorio ni necesario. Lo que se precisa básicamente es mostrarse tal y como se es y, personalidad, estado de gracia y algo de inspiración de por medio, dar con la tecla adecuada a la hora de escribir letras, demostrando no ser una mera caja de resonancia. Tener cierta capacidad para contar historias, más allá de reproducir proclamas. Pues bien, Fernando Huevos Colgando posee dichas mimbres, siendo el primer grupo de orientación punk de cuantos han surgido en Iruñea desde Lendakaris Muertos que, con sus canciones, nos ha hecho esbozar una sonrisa. Cómplice, la misma.

Elegantemente trajeados los vocalistas del cuarteto (es un decir: a lo Siniestro Total de los 90), el grupo, integrado por componentes y excomponentes de bandas locales como DKuajo, Mister Moshing y Asto Pituak, ofreció un visto y no visto concierto erigido sobre los temas de su primer disco, destacando entre los mismos Politxinela (cuplé policial -en palabras de Fernando- súper irónico y festivo, reescrito, ingeniosa función lírica mediante, sobre uno de idéntico título de Sara Montiel), el hit SGAE in the water, Trepalari's rock (en clave de desenfadado rock & roll, con Bubi, de Banda Ba- tzoki, a las voces), Nazí para partir cráneos (delirante versión del Mediterráneo, de Serrat, brindada en solitario por Fernando, guitarra en ristre, al más puro estilo Kabezabolo) o el inspiradísimo La ley de la gravedad, tocado histriónica pancarta naranja sobre el escenario pidiendo el voto para un popular partido -en el marco de una supuesta concentración de repulsa (suponemos que espontánea)-, al tiempo que los presentes coreaban el surrealista eslogan que titula la canción. Unas composiciones construidas en casi todos los casos buscando, y encontrando, el primigenio espíritu del punk de ironizar, en aras de ridiculizar aquello que se pretende criticar. Unos temas que, de sonido y espíritu gamberro inequívocamente ochentero, convirtieron por momentos el Terminal en un gaztetxe, quitándonos unos cuántos años de encima y demostrando atesorar lo principal: ingenio y espíritu de transgresión, algo, en nuestros días, no al alcance de cualquiera; ¿por qué? ¿Tal vez porque quedara el nivel muy alto en los 80?

Fernando Huevos Colgando proclamó su buena nueva desde el púlpito del legendario templo del rock de Calderería, y lo hizo por las sendas del más correoso punk rock. De un género o degénero facturado y servido sin mayores pretensiones, tensiones ni prejuicios. Parodia de petición de bises incluida (y de los mismos, a la vista de en qué derivó la sesión), por los parámetros del punk más genuino que se puede escuchar ahora mismo en Iruñea; erigido sobre la irreverencia y la guasa, parodiando con gracia llegado el momento tanto la música de la gente biempensante como su modo de vestir, quedando reflejado esto último dicho jueves, por ejemplo, en las americanas aparentemente fuera de contexto lucidas por tres de los cuatro músicos. Algo, lucir americanas convenientemente tuneadas, totalmente habitual en los albores del género, cuando las chupas de cuero traídas ex profeso desde Londres eran consideradas como parte del atrezzo de los denominados punkies de postal. Fernando Huevos Colgando, gracia, personalidad y actitud? Denotando y derrochando.