Síguenos en redes sociales:

El renacer de John Otazu

el creador navarro inicia una nueva etapa con una meta: luchar desde el arte contra el sistema

El renacer de John OtazuIban Aguinaga

Si un extraterrestre bajara a la Tierra desde el Planeta Humanidad, posiblemente se llevaría bien con John Otazu. A él, en su propio hábitat también le ven muchos como un raro, un loco. Y algo de razón tienen. Hay que ser un poco loco para estar dispuesto a ir a la cárcel o a morir en el intento, entre tanto individualismo y egoísmo, por ayudar a mirar -y a vivir- el mundo de otra manera. O al contrario, hay que tener la cabeza muy bien puesta para conservar la integridad en estos tiempos.

Tras cuatro años de silencio artístico -exceptuando una acción que realizó el pasado octubre en la Ciudadela, dentro del programa Contemporany 2010-, el creador navarro prepara su vuelta a la vida, que es el Arte -vuelta física, porque mentalmente nunca ha abandonado-, y lo hace con una meta que apunta alto: luchar contra el sistema. En Berriozar, frente al edificio del ayuntamiento, se gesta este renacer. Allí, en Kaleberri, ultima John Otazu su nuevo estudio. Una superficie de más de 200 m2 que espera inaugurar en poco menos de tres meses y que va a convertir en "centro neuronal" de su nuevo concepto de Arte. De vida. El mismo John que se dejó arrastrar por un tren sobre las vías a 80 km/h con una cuerda sujeta al último vagón en 1988, o que, ese mismo año, atravesó un túnel de fuego de 101 metros dentro de un ataúd, trabaja ahora en un proyecto que resulta en estos tiempos tan extraordinario -en el sentido de extraterrestre- como bello: Favor X Favor. Una acción de trueque con la que desea compartir su concepto del Arte. Una performance en la que venderá sus óleos con descuentos desde el 50% hasta el 99% a quien se implique en hacer un favor a alguien. "No hay Obra de Arte más bella que hacer feliz a un desconocido", afirma Otazu. Sólo el comprador determina qué, quién, cómo, cuándo y dónde hacer ese favor al que se habrá comprometido previamente vía contrato emocional firmado con el autor. La filosofía de esta acción artística continúa en la línea del que ha sido siempre -y sigue siéndolo- el mayor desafío del polifacético creador navarro: investigar las claves del comportamiento humano para intentar comprender el intrincado camino del entendimiento. "Confieso que mi único acierto ha sido aprender a aceptar mi gran ignorancia. Sólo encuentro Inspiración cuando nace desde una verdadera preocupación por comprendernos mejor", dice Otazu.

Ha dedicado tanto tiempo a observar, a escuchar, a aprehender al otro y a empatizar con el otro, que, escuchándole, da la impresión de que se conoce muy bien a sí mismo. Y por eso está en condiciones de afirmar algo tan rotundo como que su vida "es una gran mentira". Lo adelantaba el artista en el atrapamiento al que se sometió en la Ciudadela, y en el que confesó por escrito al público que toda su obra es un fraude, un auténtico fracaso, porque no ha conseguido llevar a cabo ninguna de las performances que ha planteado a lo largo de su trayectoria, bien por falta de presupuesto, de medios o de logística. Pero, haciendo honor a la capacidad del ser humano para cambiar -de la que, dice el artista, "depende la evolución de nuestra especie"-, John Otazu ha aprendido de ese fracaso, y ahora está más que dispuesto a intentarlo de nuevo. "He pagado un altísimo precio, por no traicionar mi integridad", reconoce el creador que rechazó exponer en la Tate Gallery de Londres porque no le proporcionaban lo único que les pedía: logística para poder desarrollar su trabajo, para investigar en su mundo de performance, de desarrollo psicológico y de riesgo físico y mental. "No sé si fui inteligente o terriblemente estúpido, pero no me arrepiento", dice, echando la vista atrás.

John Otazu ha aprendido que tiene que mirar más por su Arte, y ahora, desde el nivel de integridad y autenticidad que se ha labrado, no quiere desperdiciar oportunidades de vender. "Necesito dinero para poder echar ese cable al mundo, para aportar una nueva mirada", confiesa. Pintura, escultura, performance... todos los lenguajes que ha trabajado a lo largo de los años esperan a este renacido John, que actualmente investiga con el mundo digital: la impresión por plotter, photoshop, la fotografía, el cine... "Estoy elaborando un sistema para interactuar con todo tipo de profesionales. Quiero intercambiar mi trabajo con el de otros gremios: fontaneros, electricistas, albañiles, carpinteros, letrados, compositores, cantantes, actores, informáticos, escritores... Sus trabajos tienen unas tarifas al igual que los míos, sólo es una cuestión de trueque dentro de un entendimiento artístico", explica. Dentro de esta nueva manera de afrontar el mercado del arte, su proyecto más ambicioso es fotografiar sus performances e intervenciones, realizando imágenes de calidad a gran formato y vendiendo ejemplares limitados numerados acompañados de un vídeo de la performance en cuestión.

51 años de búsqueda

"¡Toda mi vida es una performance!"

Sólo el que busca, encuentra. Y Otazu lleva buscando desde que tuvo uso de razón. Recién cumplidos los 51 años, sigue teniendo esa sensación de "vértigo" ante todo lo que le queda por descubrir, "por aprender". En contra del camino mayoritario que nos lleva a acomodarnos en una sociedad de placeres inmediatos, él lucha, Arte en mano, enfrentándose a los demonios del sistema -y a sus propios demonios-. Su arma es la sinceridad. Pero por desgracia, hoy se consigue más poder -poder del que le interesa al artista pamplonés: información, formación y dinero como medio para un fin honesto- mintiendo a los demás y mintiéndose a uno mismo. "Necesitamos encontrarnos a nosotros mismos y ser sinceros. Reinventarnos como seres humanos y dejarnos de tanto egoísmo". Ese es su llamamiento como artista -"suena fuerte esa palabra, artista; prefiero considerarme ser humano", apunta-.

Para John Otazu, quien hace años solicitó ingresar en la cárcel interesado en hablar con terroristas, asesinos y delincuentes para conocer sus situaciones y poder comprometerse luego desde su creatividad, la labor del artista, "o por lo menos del artista sano, puro, íntegro", es hacer un clamor social. "Si no, ¿qué va a hacer la vecina de al lado? O el abogado, ¿qué va a hacer? Si vamos todos a nuestro puñetero interés... ¿Qué nos queda?".

Solidaridad. Una palabra que suena mucho pero se practica muy poco. "Dignidad, integridad, amor... Son de las pocas palabras hermosas que quedan. Y hoy suenan cursis...", dice Otazu, quien recuerda que "un día, hablando distendidamente con mi madre sobre la vida, le dije: No te mueras, mamá. Ella me contestó: Por mí, aquí estaría. Dios bien lo sabe. Sólo por el placer de ayudar, no por el placer de vivir".

La emoción de una madre hablando con sinceridad a su hijo -y de un hijo escuchando emocionado hablar a su madre-... motores como éste son los que impulsan el Arte de John Otazu, y su camino hacia la búsqueda. Siempre la búsqueda. ¿Y si alcanzases la meta, John? "Me cambiaría de Planeta", responde.