pamplona. "Donde otros ven basura, yo veo un jardín, un mundo, flores..." Estas frases forman parte de la instalación Reclicarden de Soldi, uno de los 13 creadores que muestran su trabajo en la exposición El arte de lo desterrado, acto central del 9º Festival Internacional Cantamañanas, que durante este fin de semana invitará a una veintena de graffiteros venidos de toda Europa a pintar fachadas de distintos edificios de Huarte. De este modo, la localidad, sede del colectivo navarro que da nombre al certamen, da un paso más en su consolidación como foco y referente del arte urbano internacional.
La muestra que aloja el Centro de Arte Contemporáneo de Huarte hasta el próximo 30 de septiembre arroja un interesante diagnóstico sobre lo que se mueve actualmente en el ámbito del arte urbano, donde los creadores no tienen reparos en vincular el graffiti con elementos de otras disciplinas como el vídeo, los tatuajes, el cómic, la pintura, la ilustración, la performance y, por supuesto, la calle. Ella es su escuela y el punto de reunión en el que el artista individual se diluye en el grupo para aprender y compartir experiencias con los compañeros. "En la calle aprendemos muchas cosas que quienes han estudiado en una escuela de arte no ven nunca", explica Javier Landa, Corte, uno de los fundadores de Cantamañanas y de este programa, que, en su novena edición, se vuelve más urbano que nunca, ya que apuesta por resucitar y dotar de una vida artística a objetos y materiales convertidos prematuramente en basura en esta época de obsolescencia programada.
Así, la sala de la primera planta del Centro Huarte se transmuta en una galería de paisajes compuestos por restos de muebles de todo tipo y tamaño, electrodomésticos, sillas, armarios, ropa y cables aportados por Traperos de Emaús, "a los que agradecemos que nos dejaran entrar en su nave, donde nos sentimos como si fuéramos niños en una tienda de golosinas", cuenta Corte, que ejerce de comisario de la exposición con Pin y a Al. Este se mostraba cansado, pero muy satisfecho del resultado obtenido en tan poco tiempo.
en tres días No en vano, aunque el material llevaba un tiempo en el centro, los creadores no llegaron hasta el pasado martes, cuando se les repartió por áreas y comenzaron a idear y materializar sus instalaciones. Un tiempo récord que no ha sido obstáculo para ofrecer contenidos que reflexionan sobre asuntos tan vigentes como la basura y el reciclaje. "Hoy en día todo es de usar y tirar y aquí se demuestra que los objetos pueden recuperarse y tener otras vidas", indica Al. "Hemos montado una exposición con basura y sin cobrar un duro", añade Pin, que ha trabajado en solitario en algunos casos y, en otros, ha unido fuerzas con el almeriense Malakkai.
el graffiti crece La colectividad y el carácter educativo y social del proyecto coinciden con la filosofía del centro, explica su director, Javier Manzanos, encantado con la presencia, por tercer año consecutivo, de las actividades del Cantamañanas en este espacio, que, en su línea de acercar el arte al público, ha organizado una serie de visitas guiadas a la exposición desde mañana y durante los próximos domingos.
En esta ocasión, el arte urbano "ha dado un salto adelante para decir que el graffiti también puede ser tridimensional", apunta Manzanos en sentido figurado, porque, como dice Corte, el sitio del graffiti es la calle, y en el interior, el graffitero se convierte en un artista que emplea todos los recursos a su alcance para transmitir sus inquietudes. Es lo que han hecho, por ejemplo, los alemanes Bond y Neat Ful en Welcome to watseland, una propuesta crítica con la publicidad que recoge las duras condiciones de vida de los niños de Dehli, acostumbrados a jugar entre la basura. Y, en contraposición a ese pequeño y terrible círculo vital, un gran retrato de "los grandes creadores de basura de la historia", casos de Ronald McDonald, de sobra conocido; Herman Staudinger, inventor del plástico, Howard Minigh, de los fertilizantes, y Peter Kent, ministro de Medio Ambiente de Canadá que impulsó la salida de su país del protocolo de Kioto.
Junto a esta instalación, La rebelión de las máquinas, de Al y Gero, que desarrollan una escena explícita y no exenta de violencia en la que los artefactos "se rebelan contra quienes los crearon y luego los desterraron gratuitamente". En otro rincón se erige a gran tamaño Verdad absoluta, de Malakkai y Pin, que también exhibe aparte varias de sus ilustraciones.
Estética-estática, de los italianos Caktus y María, llama la atención de un modo especial por su conjunción de técnicas y por su reflexión sobre las distintas creencias religiosas, que, en esta obra, confluyen en un banco de iglesia con reclinatorio y todo. Mientras, el tatuaje se hace presente en No solo papel, de Rubensye, y, de nuevo, la terraza reciclada de Soldi nos recuerda que no todo lo que tiramos está muerto en absoluto.