El paso del tiempo, desde el interior
el pintor navarro josé ignacio agorreta exhibe su obra más reciente en la galería de arte fermín echauri
Agorreta se ha sumergido de lleno en esos interiores deshabitados, abandonados o semiderruidos que hace tres años despertaron su inquietud y su motivación de artista. Su mirada primero, y su pintura después, han encontrado lo que el pintor no sabía que buscaba, pero tenía que encontrar. Alguien le definió una vez como un cazador que está siempre atento a los posibles estímulos de lo que ve. Y quien está atento, recibe. Agorreta (Pamplona, 1963), que descubre al público estos días su obra más reciente en la Galería Fermín Echauri de Pamplona, no sabe razonar por qué ahora los interiores abandonados o semiderruidos. Por qué en su día las chatarras. Y por eso mismo, él pinta sin ninguna pretensión narrativa. Pero en el fondo tiene la certeza de que él es sus cuadros. "Mi trabajo siempre responde a momentos biográficos concretos", reconoce. Y reflexiona: "Creo que esta última obra tiene que ver con un periodo de madurez, tanto en lo personal como en lo profesional. Siempre pasa que creemos que lo último que hemos hecho es lo que tiene más peso, pero en este caso sí creo que la obra se corresponde con el momento de mayor madurez de mi trayectoria", dice. Y quizá, también, con una necesidad de mirarse hacia adentro. Como él mismo dice, "de refugiarnos en nuestro interior ante un mundo exterior tan convulso y en muchos aspectos horrible al que estamos expuestos". Agorreta recuerda que de pequeño le encantaba jugar por las casas abandonadas. Y hoy sigue haciéndolo, de otra manera. Ha tenido que saltar más de una tapia para acceder a escenarios que por una u otra causa activan su instinto y su mirada. Aunque en otros casos, cuenta, "son conocidos los que me ofrecen la posibilidad de visitar y trabajar en determinados lugares". Almacenes cerrados o casas deshabitadas pero todavía con vida, o con indicios de la vida que allí habitó, son para Agorreta "lo más sugerente del mundo, me despiertan fantasía y me conectan con lo más íntimo de mí mismo".
Una ventana sin cristal, una puerta rota, un radiador "de los que ya no instalan en las casas", un lavabo desnudo de muebles, una pared desconchada o un amasijo de teléfonos de los de antes, con sus cables embrollados, son algunos de los objetos y escenarios aquí rescatados por el pintor para que nos miremos en ellos y, en mayor o menor medida, nos reconozcamos.
la luz, protagonista Desde que ha entrado en esos interiores que antes intuía desde fuera, José Ignacio Agorreta ha propiciado que la luz sea ahora una "protagonista absoluta" de su obra. Una luz natural que se filtra por ventanales, por paredes rotas, y que en palabras del autor "te da un juego muy interesante a la hora de elaborar texturas y atmósferas diferentes a las que había hecho hasta ahora. La pintura se enriquece, y esas texturas y atmósferas cobran más sentido todavía en los cuadros", explica. También, progresivamente, ha ido ocupando un lugar cada vez más nítido el dibujo. "Incluso he retomado para algunas obras el pincel, que durante mucho tiempo no había utilizado de esta forma", apunta el artista pamplonés, que ha estado trabajando en las obras de esta exposición hasta la semana antes de la inauguración, celebrada el pasado viernes.
Recorriendo su obra, uno se pregunta por qué cada vez hay menos escenarios únicos. Por qué las ciudades se van pareciendo tanto hasta el punto de ser casi iguales. Un modelo de ciudad importada que cada vez deja menos hueco a los paseantes para la sorpresa y la admiración. "Ha habido una época en que todo lo que no cumplía con unos cánones determinados, había que tirarlo, había que derruirlo, porque nos molestaba", comenta Agorreta. "Hemos ido eliminando demasiada memoria sentimental...".
Suerte que queda el arte.