Lo verdadero, fingido 'fingir'
Compañía: Colectivo 96º. Texto y dirección: Lidia González Zoilo. Intérpretes: Lidia González Zoilo, David Franch. Lugar y fecha: ENT, 15 y 16/12/12.
LO verdadero en el teatro sigue un proceso de destilación casi alquímico: los actores fingen (actúan) y el público finge, cuando el fingimiento de los intérpretes es auténtico, que lo que ve sobre el escenario es un pedacito de realidad. Y es a través de esa mutua aceptación de lo falso como veraz por donde se consigue vislumbrar, a veces, una verdad más real que la realidad misma.
La compañía Colectivo 96º propone una curiosa transformación de las convenciones de ese mundo de convención que es el teatro. Fingir: no se podrá encontrar un título más sincero para este espectáculo. El dúo catalán finge que representa el ensayo de un espectáculo ante un público ficticio, pero al que habla como si estuviera presente. Como el público no está (es un ensayo, recordemos), Colectivo 96º finge que sí. Crea una serie de espectadores de ficción, a los que describe minuciosamente con, qué casualidad, los mismos rasgos que tienen los espectadores reales. En una vuelta de tuerca a la suspensión de la realidad, el pretendido ensayo tiene lugar en un teatro, sí, pero no en ese teatro en el que nos encontramos, sino en un teatro, dicen, "de verdad". Porque en el teatro la convención es más real que lo que vemos y palpamos.
Fingir se plantea así como un juego de muñecas rusas, donde una verdad está dentro de una mentira, que, a su vez, está dentro de otra verdad. En Fingir hay muchas cosas: como dice una de sus intérpretes y firmante del texto, Lidia González Zoilo, hay "una historia de amor, la historia de un exhibicionista, trucos de magia, music hall, escenas de acción y hasta un dragón". La descripción es bastante exacta. Hay también una escena central, sobre la que se va y se vuelve, con unas cataratas (ficticias y, por tanto, reales) al fondo, y un verdadero montículo falso en el primer término izquierda, sobre el que un actor, es decir, un héroe, otea la llegada del mencionado dragón.
La obra tiene una estructura elíptica, orbitando en torno a esa escena central, a la que a veces nos acercamos y de la que, en otros momentos, nos alejamos. La escena queda así fragmentada en diversos cuadros, que se nos ofrecen con sutiles variaciones, y que se entremezclan con otros momentos en los que los actores entran y salen de la ficción. El conjunto queda algo disgregado, pero el tema de la convención y del fingimiento unifica todo el montaje.
Me gusta de Fingir el suave tono de humor que modula un tema tan aparentemente abstruso. Aprecio esa falta de pretensión de ponerse campanudo, e intentar simplemente producir un artefacto entretenido e ingenioso sin perderse en laberintos. Y, de manera muy especial, me seduce la desnudez de ese espacio vacío y lleno a la vez de cualquier elemento que el actor proponga y que el espectador acepte: demostración del valor de la imaginación, tanto la que pone el espectador para aceptar la convención, como de la compañía a la hora de proponer algo diferente que contar.