"Daniel Veronese ha cogido un trozo de vida y lo ha puesto en medio de los espectadores"
"Puro teatro". Así es como define el actor la transformación de 'La Gaviota' de Chejov en 'Los hijos se han dormido' de Daniel Veronese. El Gayarre acogerá hoy este montaje ágil que recorta el original y renuncia a los artificios, permaneciendo la luz encendida durante toda la función
pamplona. ¿Me puede dar una primera idea que resuma lo que se va a encontrar el público que acuda hoy a verles al Teatro Gayarre?
Partiendo de la base de que el espectador conoce La Gaviota, lo primero que hay que destacar es que se va a encontrar con una versión de la inmortal obra de Chejov, pasada, eso sí, por el tamiz de Daniel Veronese. Es decir, si en todo el teatro de Chejov los personajes parece que hablan de cosas que aparentemente no tienen importancia hasta que se desata el drama, en este caso Veronese ha dejado la médula, lo esencial del texto. El original dura tres horas y este, hora y media.
Por si alguien, sobre todo el público más joven, tiene una cierta reticencia al tratarse de un texto clásico, habría que decirle que en esta propuesta ni las cosas suceden como en el siglo XIX ni se habla como entonces.
Sí, pero antes de nada quiero salir en defensa del público joven, porque, aunque de entrada puede tener miedo a los clásicos, depende del que vayan a ver, se reconcilia con ellos enseguida. En este caso, además, no es un montaje naturalista, no estamos en la Rusia del finales del siglo XIX y la obra es intemporal. Lo que pretende Daniel es un experimento que depende del espectador; quitando toda la parafernalia teatral al uso. En el caso del Gayarre, que es un teatro a la italiana precioso, no se notará tanto, pero cuando la estrenamos en el Matadero, el público prácticamente estaba encima de los actores, y para cuando se quería dar cuenta había empezado la función. Con esto, lo que ha conseguido es coger un trozo de vida y colocarlo en medio de los espectadores.
La liturgia teatral está desaparecida, apenas hay escenografía y el vestuario es muy simple... Tiene que ser todo un 'tour de force' para los actores.
Claro. Hay un momento en que el personaje Trigorin, que interpreta Ginés García Millán, lee una cosa que es del propio director y que dice que para que sea verdad, el teatro no debe trabajarse pensando en el público, sino en el compañero.
¿Cómo se ha encontrado trabajando de esta manera?
Me he encontrado fantásticamente bien, como todos. A diferencia de otros, Veronese es un director que nos trata como si fuéramos músicos. Es decir, no nos pone la mano en las cuerdas, porque entiende que sabemos tocar. Solo nos dice 'queridos, en si bemol, ahora', y nosotros interpretamos... Es maravilloso. Muchas veces me emociono viendo a mis compañeros.
La verdad es que el reparto es espectacular.
Está mal que yo lo diga, pero hay momentos de la función en los que pararía para aplaudirles (ríe). Está siendo una experiencia fantástica y esperamos que en el Gayarre salga una función estupenda, que se emocione y también que se ría, porque esto es un trozo de vida. Todos tenemos la experiencia de un funeral en el que a alguien se le escapa la risa, es que la vida es así. Como decía Billy Wilder 'en toda tragedia hay que buscar la comedia y en toda la comedia, el drama'.
¿Es en la vida cotidiana, como defendía Chejov y ahora Veronese, donde se esconde todo, incluso las decisiones que luego trascenderán?
Sin duda. No sé cómo sería la vida cotidiana de Napoleón, pero la de los millones de ciudadanos que vivimos en este lado del mundo está también llena de aventuras. Por ejemplo, lo que les pasa a estos personajes le sucede a muchas personas. Hay un momento en que el personaje de Malena Alterio se pregunta por qué elegimos tan mal en la vida y, en un momento dado, mi personaje dice ser el hombre de quiso y no pudo. El maestro está enamorado de Mascha; pero ella quiere a Trigorin, y Nina... En definitiva, muchas veces la vida no es como queremos porque la gestionamos mal. Nina lo descubre al final: lo importante no es llegar, se hace la vida al andar. Si me permites, me pongo pedante (ríe) y cito a Kavafis y su Viaje a Ítaca: no quieras llegar nunca, disfruta del recorrido.
Estaría bien espiar la vida diaria de los prohombres que toman decisiones en este país para saber qué les pasa.
Ay, corazón (ríe)... Me cuesta mucho trabajo ponerme en el pellejo de estos señores, en esa codicia sin límites o esa estupidez. ¿Viste lo de Cospedal? Es abogado del Estado, se supone que sabe algunas cosas. Miente fatal. O el ministro Montoro, ¿cómo puede denunciar que hay actores que cotizan fuera? Pero ¡pedazo de idiota!, ¿acaso Javier Bardem no tiene su actividad laboral fuera?
Tampoco quiero ponerle en un brete, que luego hay gente se indigna cuando un actor opina...
Es que somos ciudadanos como todos. ¿Por qué los veterinarios sí y los actores no? Es más, ¿por qué no va a ser una entrega de premios para hacer crítica de lo que me dé la gana? Si le doy las gracias al ministerio por la gestión que está haciendo de la cultura, muy bien, y si no, no. Además, al contrario de lo que se ha dicho, no se insultó a nadie. ¿Es que no se puede criticar? Me estás poniendo de mal humor con esta pregunta... (ríe) En serio, es que hay momentos en que parece que estemos rodeados de fascismo puro y duro. ¿Qué pasa, que tenemos que agachar la cabeza? Pues no. ¿Y por qué no se podía estar en contra de la guerra de Irak? Todavía nadie no me ha explicado nadie por qué el puñetero de Aznar quiso colaborar en aquello.
Volviendo al ámbito de la interpretación, acabamos de verle en 'Fenómenos', una serie de televisión que no se ha retirado por falta de audiencia, ¿es muy tirana la pequeña pantalla?
Ese es un lugar común que yo no comparto. La tele es tiránica con las audiencias, exactamente igual que lo son las tiradas de libros. Hay títulos que no se venden, lo mismo que pasa a veces con el teatro, que apenas reúne público. O con los yogures, si un sabor nuevo no vende, se retira. La audiencia es fundamental, otra cosa es que sea justa o no, pero es así.
Ha trabajado en todos los formatos, ¿en cuál se siente más cómodo?
El teatro es la verdad del actor. Y aunque el público sabe que es una obra de teatro, se lo toma como si estuviera pasando en realidad. El cine es lo que más me aburre de todo; es el arte del director. Berlanga decía que era director porque es lo que más se parece a ser Dios. El trabajo del actor, en cambio, es importante, pero luego se modifica con la edición y la dirección. Se suele decir que en el cine te pagan por esperar, pero hay otra mejor que dice que en el cine no te pagan, te indemnizan (ríe). Como dice Antonio Gala, 'puta, pero carísima' (ríe). Y la televisión tiene un poco de las dos cosas, es más rápida, más fullera.
Más en Cultura
-
Qué hacer y qué ver en Navarra y en Pamplona: agenda cultural del 23 al 29 de junio
-
"Hemos construido una visión de Marruecos como si fuese nuestro yo negativo"
-
El Azkena Rock Festival cierra 2025 con unos 47.500 asistentes
-
Leire Martínez dará este domingo su primer concierto en solitario tras su salida de La Oreja de Van Gogh