Francisco Javier Irazoki rescata los versos viajeros del tiempo en que se instaló en París
publica 'retrato de un hilo' mientras finaliza la 2ª parte de 'los hombres intermitentes' El poemario, editado por Hiperión, refleja también el tránsito hacia el "despojamiento formal" que recorrió el autor
pamplona. Francisco Javier Irazoki (Lesaka, 1954) escribe lento, sin prisa, pero no por eso deja de publicar. Inmerso como estaba en Los descalzos, la segunda parte de Los hombres intermitentes, encontró en un cajón unos versos que escribió a principios de los 90, cuando se instaló en París, "se los ofrecí a Hiperión y me los aceptaron". Así nació Retrato de un hilo, poemario que recoge un "doble viaje": el físico y el estético.
Todos los libros de Irazoki están fechados. Este reúne poemas escritos entre 1991 y 1998. El primer año hace referencia al viaje que hizo a Benarés un par de años antes de instalarse en París, donde vive desde hace veinte años. Equipajes, Calle de los viajeros, Viandantes, Lindes y Canciones extranjeras son los títulos de las cinco partes de este volumen. Todas aluden a la idea travesía, de recorrido... A esa llegada "a un país que no es el mío, a unas calles que son repentinamente mías, pero son nuevas, y también a la extranjería, porque de pronto tuve que aprender un idioma que estudié en el Bachillerato desastroso de mi época", comenta el poeta. Y también plasma distintos estados de ánimo, como el suyo, marcado por el encuentro amoroso, pero también los de otros "con los que comparto ciudad" y a los que fotografía con palabras a veces dolorosas. Estos versos reflejan, además, un viaje hacia la "depuración formal". "Antes escribía un tipo de poesía en la que había imágenes más elaboradas y la arrumbé para ir a lo esencial", cuenta. Y añade: "Siempre he dicho que aspiraba a una profundidad sin adornos; por eso quité todo lo que era estético y bello, dejando solo el hueso". En ese sentido, Irazoki ha dejado los poemas tal y como estaban, sin corregirlos desde el presente. A diferencia de otros autores como Pla o Borges, que revisaban sus textos de juventud, "nunca hago eso; me reconozco en esos versos, quizá no estoy de acuerdo con aquel que fui, pero lo fui; esto me parece más sincero".
lo que se ve y lo que no se ve Eso sí, en Retrato de un hilo poco queda ya del Irazoki de los grupos surrealistas como CLOC, fundado en 1978. "Aquel era un momento de explosión, éramos jóvenes y queríamos cambiar el mundo; luego evolucioné, la vanguardia está muy bien, pero ese intento de novedad se agotó y quise intentar transmitir las cosas de la mejor forma posible", apunta. Siempre, eso sí, desde el máximo cuidado al idioma y los detalles, incluidos "los que el lector no ve, pero importan". Como ejemplo de ese mimo, cuenta una anécdota: "Mi mujer es muy discreta y me deja trabajar a mi aire, pero un día vio cómo había apuntado en un papel el número de vocales que había escrito en cada frase y, aunque le pareció que estaba completamente loco, me dijo 'guárdalo para tus hijos, para que vean cómo se hacen las cosas con esfuerzo". Y es que, al escritor de Lesaka le gusta darse "esos caprichos íntimos", casi de artesano, para dar a su trabajo del mejor acabado posible.
Ahora, Irazoki vuelca todo su empeño en Los descalzos, la segunda parte de Los hombres intermitentes. El título del libro surge de un comentario que le hizo su madre: "Vengo de familia campesina y un día me dijo, con total naturalidad y sin ningún atisbo de queja, que hasta los 20 años no había tenido zapatos". A partir de ahí, ha creado un poema íntimo al que acompañarán otros 36 en un poemario que hablará de la parte oscura de la vida, aunque también la celebrará, porque "no es que sea optimista, pero sí agradecido". "La vida es hermosísima" y "ningún día es anodino, otra cosa es que tengamos la mirada torpe y vayamos pisando milagros", termina.