pamplona. Su sonrisa es tan profunda como la claridad de sus ideas cuando habla de su instrumento, el arpa, y tan nítida como su pasión por él. La navarra Alicia Griffiths ya no es una promesa, es toda una realidad que tenemos el lujo de disfrutar y el deber, desde las instituciones, de apoyar y desarrollar.

Un veterano rockero de Pamplona cuenta que, cuando empezó a tocar el bajo eléctrico, como no tenía amplificador, les insistía a sus amigos para que mordieran el clavijero y así poder escuchar, a través del 'tacto dental', lo que tocaba. En su caso, también tiene un contacto muy especial con las cuerdas de su instrumento, hasta el punto de que, ¿siente o escucha lo que toca?

Es una mezcla de las dos cosas; tienes que aprender a independizar los dos sentidos. En determinadas ocasiones debes sentir no solo el tacto de los dedos sino la resonancia dentro del cuerpo, y saber desconectar el oído. Y en otras, debes saber desconectar de la sensación física y centrarte solo en lo que oyes, en la música, olvidándote del instrumento. Y, finalmente, no son pocas las veces en las que debes hacer trabajar juntos a los dos sentidos, intentando alcanzar un equilibrio muy delicado que solo se consigue a través del trabajo de muchísimos años, conociéndote tú, el instrumento y la técnica.

El arpa, para Alicia Griffiths, ¿se desenvuelve mejor en pareja o como solista?

Más que el instrumento, es el instrumentista, diría yo. Y a mí me gusta más tocar con otra gente, acompañando a la voz o a otro instrumento solista, dada la calidad del arpa como instrumento polifónico acompañante. Yo disfruto muchísimo trabajando con alguien, sabiendo que estoy aportando algo y que me están aportando algo, siendo consciente de que mientras nuestros instrumentos conversan estamos creando algo juntos. No es que no me guste tocar como solista, que me encanta, pero me siento mucho más cómoda en el escenario compartiéndolo con alguien; además, el instrumento se da a eso.

Hace unos días, en las páginas de este periódico, David Guindano, director de la Coral de Cámara de Navarra, definía la música como un código para interpretar la realidad. En el caso del arpa, ¿al pasar por el tamiz de sus cuerdas, esa realidad siempre es dulce o se trata de uno de los mitos que pesan sobre su instrumento?

La gente, en general, tiene la idea de que el arpa es un instrumento dulce y angelical... pero no es así necesariamente. Se conoce poco la variedad de registros y caracteres que tiene el arpa; un instrumento que no se basa solo en la idea del ay qué bonito, qué dulce suena. Tiene una cantidad de posibilidades infinitas y esa variedad de tantísimos sonidos es la que, poco a poco, queremos hacer llegar al público para que se dé cuenta de que el arpa no son solo es esa imagen de cuatro notas dulces.

Un desconocimiento general sobre el instrumento que también lleva a muchos a la sorpresa cuando descubren que el arpa tiene pedales...

Sí, porque desde el punto de vista del público, a no ser que la persona esté muy cerca, no se ven. El arpa tiene siete pedales que no tienen nada que ver, por ejemplo, con los el funcionamiento de los del piano, que regulan la intensidad del sonido. Los pedales del arpa regulan la longitud de las cuerdas, haciéndolas más largas o más cortas, para así poder conseguir las notas accidentales, los sostenidos y bemoles. Lo que vendrían a ser, más o menos, las teclas negras del piano. De esta forma, con cada cuerda podemos alcanzar tres sonidos diferentes: la misma en nota natural, bemol y sostenido, y todas estas alteraciones se hacen con los pies. Estas alteraciones se preparan con antelación y es lo que no se ve... y no debiera verse ni oírse, o al menos lo intentamos, ya que debe ser un movimiento muy rápido y discreto.

En su caso, lo de viajar con el instrumento a acuestas

Habitualmente el transporte lo tengo que hacer sola, pero siempre dependes de ayuda y necesitas un coche grande. El último transporte que he hecho, desde Inglaterra y en barco, ya que facturar el arpa en un avión es muy complicado, fue mejor de lo que me esperaba y factible gracias a la ayuda de la gente del barco; pero no deja de ser una aventura.

En esta ocasión vuelve a Navarra para tocar dos días consecutivos en el FIMNa, evento estival paradigmático a la hora de acercar la música clásica a jóvenes y mayores, llevándolo, además, a escenarios alejados de las ciudades. Recién llegada de Inglaterra, de cerrar con éxito otra etapa de estudios, esta experiencia debe resultar, cuando menos, diferente.

Muy diferente pero, a la vez, es muy disfrutable poder venir a mi tierra y acercar la música a sitios a los que normalmente no llegaría. Me parece admirable el trabajo de Javi y Elena (directores del festival) para acercar la música a gente que, de otra forma, no tendría la ocasión de escuchar música de esta calidad a no ser que se desplazaran a una ciudad, pagando una entrada. Además, traen músicos que vienen de muy lejos y de mucha calidad, que acceden a venir hasta aquí solo para disfrutar de la experiencia.

La música, además de un trabajo y una pasión, ¿se convierte en un estudio vital, perenne y continuado?

Sí, esto no se acaba nunca. Aunque ahora tengo un papel en mi mano que certifica que he acabado unos estudios, al mismo tiempo tengo la sensación de que es el principio de otros estudios... que ya no serán reglados, con clases cada semana, pero arranca otra faceta del camino que no va a acabar nunca. Cada concierto y cada ensayo es un aprendizaje; y seguiré recibiendo clases, solo que cuando yo elija y con quien elija. Y es que, aunque haya acabado, no puedo decir que sé tocar el arpa perfectamente, para nada, me queda mucho por recorrer.

Para un joven músico, en una situación de crisis como la actual y en un mundo como el de la música clásica, ¿cuál es el principal reto?

Abrirse camino y hacerse conocido; seguir en plena forma, mejorando siempre, sin acomodarse. Ahora te conviertes en tu propio mánager y tienes que venderte, una parte muy grande de nuestro trabajo que no se ve. Hacerte conocer es, en estos momentos, mucho más difícil que antes, cuando había muchos más puestos para orquestas; ahora todo son listas para extras que utilizan cuando necesitan colaboraciones. Por lo tanto, necesitas circular mucho, pasar de un grupo a otro, de una orquesta a otra... Mientras tanto, y es algo que también voy a disfrutar mucho, voy a desarrollar una carrera como pedagoga, que es la forma de asegurarme algo... ya que, hoy en día, a no ser que estés a un nivel estratosférico, no se puede vivir de dar conciertos.

Alicia es uno de los grandes valores musicales que ha dado últimamente Navarra, tierra a la que es muy difícil volver para desarrollar una carrera. ¿Qué nos falta?

Hay muchas generaciones muy bien formadas, lo que es un orgullo para Navarra. ¿Qué nos falta? Que no se perdiera el apoyo desde las instituciones porque se está dejando mucho, están desapareciendo grupos y hay personas que no van a volver, ya que no existe una base donde trabajar. Y, además, hay que seguir formando un público, trabajando desde la educación, en los colegios, acercando la música a los jóvenes para renovarlo porque, si dejamos envejecer el que tenemos ahora, al final se acabará. A mí me encantaría pensar que sí se nos quiere acoger de nuevo y potenciar todo lo que hemos aprendido fuera.

Nieta del maestro Turrillas, ¿cómo explicaba a sus compañeros de estudios la figura de su abuelo?

Cuando estoy fuera cuento que estoy orgullosísima de ser nieta de quien soy, pero explicar quién era mi abuelo fuera de estas fronteras es muy difícil. Les cuento que era compositor pero que no se dedicaba profesionalmente a ello, que tocaba en La Pamplonesa y en sus grupos, pero que componía por amor al arte, y esto es muy difícil de entender fuera. Y ya intentar explicar el género... Lo describes como música de fiestas, pero eso, en Londres, entendido como popular music, es complicado, aunque les apuntes que se trata de música que conoce todo el mundo, en todos los pueblos, sean niños o mayores.