pamplona. "Es la voz del desahogo, de la dignidad, de la supervivencia". Es así como Rosa Núñez define El orgullo tiene voz, un libro autobiográfico "muy desgarrador" y "con mucha verdad por delante"; un texto cargado de testimonios personales que, pese a su dureza, también supone una apuesta en firme por el optimismo y la superación.
Editado por Sahats, este volumen breve es la primera publicación de Rosa Núñez, a la que siempre le ha gustado coleccionar palabras diferentes. "Con su conocimiento me sentía poderosa y enriquecida", aunque, lo más importante es que se dio cuenta del modo en que estos términos le ayudaban a "crear situaciones y momentos a voluntad". Por eso, y "porque sé que tengo mucho que decir", la escritura se convirtió en su refugio cuando sintió que su paciencia se desbordaba y que las ideas y sentimientos que se acumulaban en su cabeza la atormentaban. Y es que, Núñez confiesa que su vida ha estado "muy pegada al dolor". Al de ayer y al de hoy. Nacida en San Sebastián, lleva viviendo en Navarra más de 40 años, parte de ellos afectada por una discapacidad causada por un accidente en la nieve que puso su mundo del revés, hasta el punto de que "tuve que aprender a estudiar de nuevo". Y si al principio encaminó sus pasos hacia la ciencia, luego el sector de la educación se convirtió en su auténtica vocación. Pero el sufrimiento no desapareció de su vida y hace un par de años regresó encarnado en la grave enfermedad con afectación neurológica contraída por su hija Aroa en un viaje solidario a Lituania con su colegio. "Lo de mi hija fue el punto en la i; cada página de este libro te transporta a un rincón de mi vida", indica, de ahí que no haya un hilo conductor claro y que los sentimientos se desplieguen de una forma un tanto impulsiva. En ese sentido, la autora admite que este es un libro "de contradicciones", lo que, en su opinión, no solo no es malo, sino que se convierte en un importante mecanismo de conocimiento íntimo, del mismo modo que poner las cosas por escrito "te reconcilia" porque, al menos en su caso, le ha permitido "liberar pensamientos" atenazados y extraer algo positivo de tanto dolor, "especialmente el coraje, el valor y el orgullo".
evolucionar Cuando una repasa los párrafos de este trabajo, percibe pronto que muchos de ellos se han escrito entre lágrimas, porque no solo hablan de padecimientos físicos, sino también de heridas personales, emocionales, de las que dejan cicatrices más hondas. Sin embargo, la autora apuesta "rotundamente" por el optimismo. "Ser optimista es saber conocer el sentido de la vida, saber que vivir es evolucionar y saber que, aunque el mundo no es perfecto, es factible mejorar las cosas a través de nuestros pensamientos y nuestro criterio", afirma, y agradece el gran apoyo que ha recibido de su entorno más cercano, que le ha llegado en forma de acciones, "que, como se suele decir, hablan más fuerte que las palabras".
Algo de esa fuerza se le debe haber pegado a sus hijas, Aroa y Natalia. La primera permanece atada a un mal que empeora y la desgasta físicamente, "pero su nivel emocional es muy alto; estudia Medicina en Oviedo, es feliz y se siente muy querida", dice. Y no oculta que, pese a que el orgullo tiene voz se dirige a "todo el que quiera leerlo", quizá un poco más a las mujeres, por su sensibilidad y por "nuestra forma de pensar, que se dirige a lo vivo, a lo personal".