Maite González Esnal reúne 'Viajes, frutas, barrios'
La escritora y traductora donostiarra presentó en IPES su libro de relatos en castellano, editado por Pamiela
pamplona - Viajes por Frisia, un lugar misterioso al norte de Holanda, pero también por otros lugares; frutas que fueron un símbolo de miscelánea cultural y barrios con familias diversas que sobrevivieron en plena posguerra. Es, a grandes rasgos, lo que cuenta la escritora y traductora donostiarra Maite González Esnal en su primer libro de relatos en castellano, editado por Pamiela.
En Viajes, frutas, barrios, la autora, que durante años se especializó en los cuentos infantiles, pero que también ha escrito y publicado textos breves para adultos, se adentra en una búsqueda consciente del "ritmo" y la "musicalidad" literaria, así como de la economía de palabras. Es decir, en el ejercicio de "contar mucho con poco". Desde este planteamiento, González Esnal (Donostia, 1943) propone una lectura que nació de sus viajes a Frisia, un territorio poco conocido que posee su propia lengua. "Mi primer encuentro con aquella cultura diferente a la mía me suscitó preguntas, dudas, impresiones", que la escritora trasladó a notas y apuntes. Palabras de viaje que no proceden de la pluma de una turista, sino de "una viajera" que convive con los habitantes de aquellas islas de paisaje desértico.
La primera parte de este libro incluye, asimismo, el relato Mirlos en el maizal, cuyo título se inspira en un dicho popular vasco que predica que el día en que los mirlos se posan en los maizales nacerá gente difícil. Como la protagonista de esta narración, una mujer a la que desde niña ya consideran distinta por haber venido al mundo bajo ese signo de mal augurio y que, sin embargo, es una persona inquieta "a la que le gusta viajar por países, por lenguas, pero sobre todo por las palabras", apunta la escritora, que reconoce algunos rasgos suyos en este personaje, sobre todo "la debilidad por las lenguas minoritarias". La marcha del campo a la ciudad y la añoranza del caserío natal también están presentes en esta historia.
Para Frutas, Maite González Esnal trazó primero un "alfabeto frutal" centrándose en piezas que le producen una especial "emoción estética". Es el caso de la granada, una especie que "encierra una historia de emigración e inmigración y de territorios donde se sedimentan distintas culturas", como Irun, donde ubica el cuento. Como telón de fondo, los años oscuros del franquismo, cuando muchas familias se trasladaron a Euskal Herria desde otras latitudes buscando un futuro mejor. En ese sentido, la granada, "que era una fruta exótica para nosotros", ejerce de símbolo intercultural, indica la autora, que también aprovecha estas páginas para rendir tributo a la cultura gallega, "a la que admiro mucho".
Por último, Barrios narra historias de los años 50 y 60, "un tiempo gris y pobre" en el que la vida seguía pese a todo. Aquí se erige como texto central el que gira en torno a un edificio, Indianoenea, en el que viven 24 familias cuya precaria situación la escritora representa en las goteras. "En este contenedor de gente coinciden ideologías y planteamientos de vida variopintos". Es una época dura, pero también ilusionante, porque muchas personas estaban empezando a formar sus familias y las mujeres empezaban a trabajar fuera de casa gracias a empresas como la Tabacalera de Donostia. Pero quizá lo más interesante de esta historia es la paradoja que se produce cuando en 1947 el gobierno del dictador aprueba la paga extraordinaria del 18 de julio. "Para mucha gente de esta vecindad supone un dilema ético porque de algún modo es como celebrar su derrota", pero, claro, "no había sitio para heroicidades" y les hace falta para arreglar el inmueble, aunque en estas líneas se verán los distintos usos que los destinatarios dieron a aquel sobre parduzco.
trayectoria Maite González Esnal ha traducido al euskera obras de autores como Marguerite Yourcenar, Mercè Rodoreda, Gabriel Celaya y Eugenio Andrade. También ha colaborado en prensa y publicó un relato en el recopilatorio Gutiziak editado por Txalaparta.