PAMPLONA. Forma un trío de estilistas con Pelayo Díaz y Natalia Ferviú en Cámbiame. En esta entrevista, Cristina Rodríguez nos habla de moda, vestuario, de su trabajo en el cine, de pijos, chonis, elegancia...

¿Qué papel tiene usted dentro del trío de estilistas de ‘Cámbiame’?

-Soy la mayor, tengo 46 años. Tengo una carrera diferente a la de mis compañeros; soy diseñadora de cine. Me dedico más al vestuario que a la moda.

¿Qué cuenta la ropa en una película o en una serie?

-Yo a través de mis vestuarios cuento historias. A mí lo que me interesa es qué quiere contar la gente con la ropa. Más que vestir para que esté guapa, a mí lo que me importa es vestir a la gente para la información que ellos quieren dar.

¿Tiene que trabajarse en cine o televisión los guiones?

-Por supuesto. Tengo que conocer a los personajes; tengo que saber qué circunstancias tienen, qué quieren contar, de dónde vienen y a dónde van. Mi trabajo consiste en que el espectador vea lo que los demás quieren mostrar.

Y si nos centramos en ‘Cámbiame’, ¿qué quiere conseguir?

-Que los espectadores vean guapas a esas personas que quieren cambiar, que ellos estén a gusto y que ese nuevo estilo, ese nuevo vestuario, sea el apropiado para la vida que quieren llevar: buscar trabajo, encontrar novio, llamar la atención, tener clase, salir del armario...

¿Tiene algún otro proyecto entre manos?

-Sí, el vestuario para una serie de televisión que se está grabando ahora, Apaches. Es el primer trabajo grande que hago para una cadena de televisión como puede ser Antena 3. Lo que más he hecho es cine, más de sesenta películas.

¿Prefiere el cine?

-Si puedo escoger, siempre no se puede, sí; prefiero el cine. Es un medio que te da más tiempo; dispones de más tiempo para pensar en un vestuario. La televisión es más rápida. Te hablo como diseñadora de vestuario; no como estilista de Cámbiame.

Ha estado tres veces nominada para los premios Goya por sus diseños de vestuario y...

-Y me he quedado en nominada con El cónsul de Sodoma, Tres bodas de más y Por un puñado de besos. Ninguna he ganado; a ver si de una vez me dan el Goya. Ja, ja, ja...

A lo mejor cambia usted el refrán y lo transforma en a la cuarta va la vencida.

-Juan Diego Botto me dijo cuando me nominaron: “Te darás cuenta de que hay que sentarse y sonreír, como yo he hecho y nunca me han dado el Goya”.

¿Es un buen consejo?

-Pues sí. Te sientas, sonríes y el corazón se te pone a cien. Para mí estar nominada es una experiencia alucinante, no ganarlo también es alucinante; así que ganarlo tiene que ser una pasada. Estar en la gala es como estar en una montaña rusa, estás arriba, arriba y dicen el nombre de otro; te vas para abajo, para abajo y muy abajo; aún así es una experiencia alucinante.

Dividamos la moda por décadas, ¿con cuál se quedaría?

-Caprile dice que la moda dejó de ser moda a partir de los 90. Yo me quedaría con el siglo XX, cuando la mujer empieza a ponerse pantalones.

¿Pantalones?

-Sí, la moda refleja lo que está pasando en la sociedad, los cambios que se dan. No sabría decirte con qué época me quedaría. Quizá a nivel estético me quedaría con los años 30, 40 y 50.

¿Cómo vestimos?

-Democratizar mucho la moda ha sido poco interesante...

¿La moda solo para unos cuantos?

-Es interesante en ese sentido, para que a nivel adquisitivo todo el mundo pueda tener un aspecto agradable, que se vean diferencias económicas.

¿Quiere decir que estamos muy uniformados?

-Sí. No es que la ropa deba ser más cara, sí me gustan las diferencias, pero no por precio. Me gusta la década de los 80 por la transgresión, te quedabas con la boca abierta por la calle; me gusta el poder hacer locuras con la ropa, el pelo... Me fascinaban esas locuras.

¿Arriesgamos poco?

-Eso es lo que quiero decir. Yo no diría que vestimos mal, diría que vestimos muy conservadores. Creo que el mundo se mueve cuando la gente no es conservadora; pasan cosas porque la gente arriesga. Si somos conservadores en la ropa, también lo somos en los acontecimientos.

¿Somos discretos?

-También, me parece poco interesante dar tanto valor a la discreción, a la elegancia. Hay que darle más valor al riesgo, a mostrar, a proponer, a la diferencia. ¿Vestimos bien o mal? No, vestimos aburridos.

¿Hay muchas diferencias a la hora de vestir por zonas?

-Vamos a hablar de pijos.

¿Pijos?

-Sí, hay mucha diferencia entre un pijo andaluz y un pijo de Donostia o de Barcelona. Cada comunidad tiene su sello. Fíjate, sólo con los trajes regionales ves cómo es la gente. Pero no sólo con los pijos, hay diferencias en todas las tribus urbanas.

¿También entre chonis?

-Depende en qué zonas estés. En el norte usan unos colores, hay más influencia francesa, incluso inglesa; en el sur hay otros toques...

¿La elegancia llega a través de la ropa o es más personal?

-Creo que está sobrevalorada la elegancia. Los iconos de elegancia siempre van con looks tan correctos que no sabes si van de 2007 o 2015. No hay diferencias. Ser elegante no es llevar un vestido negro, unos tacones y una joya. No me parece elegante todo lo que protoalgo. El concepto actual de elegancia a mí no me interesa.

¿Qué concepto le interesa?

-Tener una sonrisa, saber estar, saber comportarte; debemos tener otros parámetros de elegancia. Tenemos que cambiar un poco más.

¿Nos definen los colores?

-Absolutamente todo. Pero debemos cambiar de color, si siempre llevas lo mismo, ¡qué pena!, lo que te estás perdiendo.

¿Tiene algún color favorito?

-Depende, me gustan casi todos; pero hay uno que no me gusta nada, el marrón, creo que nos engañaron con él.