¿se puede grabar la fe? ¿Y una epifanía? ¿Ese momento en que una persona experimenta tal revelación que lo ve todo claro y, de pronto, donde había dudas, hay certezas; donde había negación, aceptación? La respuesta es no. El burladés David Arratibel lo ha intentado en Converso, su nuevo proyecto documental, que se estrena mañana en la Filmoteca de Navarra. “Quería captar ese click, ese instante en que alguien llega a creer, pero no lo he conseguido y, en ese sentido, la película es fallida”, dice. A cambio, ha gestado una cinta sobre el diálogo y la familia, la suya, que se expone abiertamente y cuenta sin medias tintas su proceso de conversión, y sobre la necesidad de hablar y escuchar para desenredar los conflictos íntimos.
Lo que llama la atención a medida que discurre Converso es la generosidad de sus protagonistas. De la madre de David, Pilar Aramburo; de María Arratibel, la hermana mayor; de su marido, Raúl del Toro, y de la hermana pequeña, Paula Tellechea. Y su entrega y confianza en quien está al otro lado de la cámara. Y eso que el realizador fue algo tramposo. “Comencé a grabar a Raúl con la excusa de la inauguración del órgano de El Salvador (en el barrio pamplonés de la Rochapea), para engañarles un poco y llevarles a que me contaran sus procesos”, reconoce. Así que emprendió el trabajo sin subvenciones, apoyado en el dinero que le reportó su título anterior, Oírse, que recibió numerosos premios, y con la seguridad de que “si en algún momento veía que la película iba a causar más conflictos en mi familia, la guardaba o la quemaba”. Pero cuando ya llevaba una buena cantidad de material, “vi que tenía una película posible que no iba a herir a nadie, un corto bonito que establecía una metáfora comparando el funcionamiento del órgano con el del Espíritu Santo”, y se presentó a las ayudas. Sin embargo, esa tampoco era la historia que quería contar. “Para mí todo cobró sentido el día en que, grabando a María, me dijo que esta película a ella ya le había servido mucho, porque ‘de una puta vez’ había podido hablar conmigo de lo que le había ocurrido hacía ya seis años. Tampoco mi madre ni Paula habían contado abiertamente de este tema y me di cuenta de que la película, que hasta entonces no sabía de qué iba ni adónde iba, era sobre cómo el dispositivo cinematográfico provoca conversaciones”, subraya. “Es alucinante cómo hay quien que se abre más ante la cámara, que ha hecho aflorar cosas que en una comida no hubieran salido”, añade.
anzuelo y catarsis Del proceso vivido con este proyecto, a David Arratibel también le ha resultado “muy interesante” enfrentarse a un conflicto ético propio del cine documental. “Me pregunté qué derecho tenía yo a meter a mi familia en esto, a ponerles el anzuelo para que picasen y se expusieran; lo último que quería era que quedaran mal”. “Por supuesto, ellos tenían que ver la película antes de nadie”. Se la mostró hace un par de meses, “con nervios”, y la sorpresa fue que les encantó. “Me preocupaba sobre todo mi madre, a la que se le conoce en otro contexto, pero estaba muy contenta con el resultado”, igual que sus hermanas y su cuñado. Y es que, en el fondo, para el director no están hablando de algo tan extraño. “Si mi familia hubiera sido miembro de un grupo que adora los posos del café, a muchos la película les parecería exótica y hasta divertida; pero cuando hablas de la Iglesia católica las cosas cambian”. Y a Arratibel también le apetecía romper con eso. “Entiendo que la institución tiene un pasado oscuro y se ha alineado con determinados regímenes, pero en El Salvador he conocido a gente con un compromiso social que ya quisieran algunos que van de militantes”, afirma, e insiste en que lo importante era “dar voz a las personas”.
Está claro que también le hubiera gustado filmar la fe, “pero no se puede”. De todos modos, “me gustan las películas que fracasan y documentan su fracaso”; además, en ese proceso fallido “me encontré con la otra película, la familiar”. Como apunta el cartel, Converso es, en ese sentido, un película sobre los vacíos, las ausencias, las diferencias, “y sobre cómo salvar todo eso y quedarte con el cariño”. Y aunque el camino ha sido casi “un vía crucis personal”, ha acabado en catarsis. “Ha sido como una terapia, se lo recomendaría a todas las familias que tuvieran un conflicto enquistado”.