pamplona - Juan Iribas (Tafalla, 1973) convierte al cuadro Yo, Picasso, del artista de Málaga, en un personaje más de su nueva novela, El guardián de la intemperie (Eunate), una historia en la que la avaricia, la necesidad y, en definitiva, el modo en que el ser humano reacciona ante las adversidades de la vida.
Un mendigo “con talento prodigioso para el dibujo y gran sensibilidad”, un anticuario “pendiente de su caja registradora y poco más”, un cirujano “con más corazón que cabeza” y la esposa de este, “muy materialista”. Son los cuatro protagonistas de este relato cuya chispa prendió en la plaza de la Cruz de Pamplona. “Es un lugar que me llama poderosamente la atención, en pocos metros cuadrados se encuentran el hemisferio norte, padres de familia con sus hijos, viandantes, gente joven, y el hemisferio sur, con mendigos, inadaptados; como diría Juan Diego Botto, un trozo invisible de este mundo”. En torno a ese espacio germina la historia, “con todas las capas que tiene superpuestas como el mundo de Pablo Picasso y su autorretrato, la importancia de las relaciones humanas o las dificultades ante las adversidades”, comenta Iribas.
El guardián de la intemperie narra la historia de cuatro personas envueltas en una intriga alrededor de un famoso cuadro. Los cuatro aman el arte y harán todo lo posible para que ese óleo tenga una segunda vida. Todo. Aunque este cuarteto pertenece a estratos sociales muy diferentes, el autor los sitúa ante una misma circunstancia “y cada cual obra según su comportamiento”. “Quiero mostrar hasta dónde son capaces de llegar en busca de sus objetivos”, indica. Por ejemplo, Miguel Ángel Expósito, el mendigo, tiene un talento descomunal para la pintura y una predilección muy especial por Picasso desde que, cuando era niño, su madre le contaba anécdotas de la vida del artista cuando se iba a dormir. Hoy, ya adulto, trata de sobrevivir en la calle gracias a su descaro, su talento y la compañía de su perro, que, cómo no, se llama Picasso. Expósito entrará en contacto con Sixto Capilla, propietario de la tienda La Capilla Sixtina, un tipo con una vida cuadriculada hasta que tropieza con el vagabundo, que también se verá involucrado con Salvador, cirujano jubilado que restaura tallas, y con Lola, la mujer del médico, con el que choca a menudo por sus ansias de tener y acumular.
La clave de la novela es el cuadro Yo, Picasso. Es “un personaje más” al que le suceden distintas peripecias “que obligan a los personajes a tomar decisiones que les harán mostrarse tal y como son”.
miquel fuster, prologuista Una de las peculiaridades del libro está en su portada y en el prólogo. Ambos son obra de Miquel Fuster, dibujante e ilustrador que trabajó desde los 15 años en la editorial Bruguera, al que se le quemó la casa y que, tras un divorcio, acabó en la calle durante años, al cabo de los cuales fue rescatado por la Fundación Arrels. “Fuster es dibujante y mendigo, Expósito también, ese paralelismo me hizo no dudar a la hora de elegirle y me alegro de no haberme equivocado; su sensibilidad queda reflejada tanto en la ilustración como en el prólogo, con un párrafo final propio de su biografía”, explica Iribas, que defiende que a la gente que ha acabado malviviendo en la calle “hay que tratarla con respeto” y siendo “conscientes” de que “detrás de una caja de vino y un aspecto deplorable hay un ser humano”. “He hablado con muchos mendigos y alguno de ellos cuenta con grandes capacidades eclipsadas por las circunstancias de la vida; además, todos tienen un importante déficit de cariño y atenciones”, comenta.
Al igual que en El destino de Sofía, el arte está presente en esta narración. “Me gusta el arte, aunque en realidad, me gusta cualquier manifestación creativa”, apunta el autor, que para documentarse se lo ha pasado “en grande” hablando con restauradores del Museo del Prado, anticuarios, pintores, estudiosos picassianos “o la hija de un falsificador del pintor malagueño que se refugió en su propia casa parisina”. Ahora que llega la Feria del Libro, a Juan Iribas le gustaría que los lectores disfrutaran tanto con su libro como él ha disfrutado escribiéndolo, aunque, ante todo, recomienda que la gente valore la lectura y pique, como él mismo hará, con algunas de las delicias literarias que se darán cita en la plaza del Castillo.