En el festival de cine de Donostia se les ha ocurrido indagar sobre la identidad de unos niños de una foto antigua que se quedaron mirando tras el cristal la figura de Alfred Hitchcock, el famoso director del suspense que en 1958 estuvo por allí. Sir Alfred hizo el juego de quedarse hierático como si fuera un figura de cera y los chavales le miraban intrigados. Nadie sabe cómo acabó la escena. Si apuramos un poco podríamos hallar en ella un preámbulo del exhibicionismo que hoy triunfa en la tele en GH17. Conocer la vida íntima tras los cristales es una de las curiosidades de muchos. Hacerlo con total impunidad es toda una suerte de vicio permitido en este concurso -o lo que quiera que sea-. En la edición de GH de este año, los guionistas se han basado en un truco de Hitchcock para dar una vuelta de tuerca al pueril suspense que pende de las manías de los concursantes -o lo que sean estos chicos-. En la casa de Guadalix han metido un macguffin que es un truco cinematográfico para llamar la atención del espectador pero que luego resulta irrelevante en la evolución de la trama principal. El macguffin de GH17 es el peluquín de Miguel, un concursante de coronilla despejada al que se la han camuflado con una peluca. En esa peluca va también la mentira que casi todos los espectadores conocen. De tal manera que todos están pendientes del macguffin que Miguel lleva sobre la cabeza y del que sus compañeros han empezado a sospechar. Ya ven que en este concurso se utilizan todo tipo de estrategias que conducen al personal a acercarnos a esa mala costumbre de mirar tras el cristal de una casa que esconde tipos raros, llamativos, con morbo, pivones, cachas... Todo un catálogo sociológico de gente que sabe que, si le suena la flauta, puede vivir de estar en casa sin hacer nada. Toda una lección que tiene un legión de seguidores e imitadores. Alfred Hitchcock lució enorme tonsura en la coronilla y siempre salió sin peluquín. Fue un creador, no un vago.